Cuando era un niño pequeño, mi padre me solía entrenar en la pronunciación de trabalenguas clásicos: “El cielo está emborregado, quién lo desemborregará…” Era un juego que nos gustaba a los dos. Tal vez por ello habrá sido que, ya de adulto y como padre de mi propio hijo, lo he seguido transmitiendo. Aunque por fomentar aquello de que las siguientes generaciones habrían de superar siempre a sus mayores, traté de complicar algo la cosa, retocando y modificando un poco los antiguos trabalenguas. Fue así, y especialmente para mi hijo, como reformulé: “Tres tristes tigres trastean en un triste trigal…”
Y en cuanto a lo de “el cielo está emborregado…” acabaría convirtiéndolo en “el Universo está enmarañado, quien lo desenmarañará… el buen desenmarañador que lo desenmarañare… buen desenmarañador será.”
Y en cuanto a lo de “el cielo está emborregado…” acabaría convirtiéndolo en “el Universo está enmarañado, quien lo desenmarañará… el buen desenmarañador que lo desenmarañare… buen desenmarañador será.”
Este último lo destacaría como mi favorito. Y bien mirado resulta que, en el fondo, no se trata de ningún simple trabalenguas. Podría ser, muy bien, un mantra, un sutra… “El Universo está enmarañado…” Una máxima… un aserto… ¡Una sentencia que encierra una verdad profunda: el Universo está enmarañado…!
¿Y quién conoce el enmarañamiento…? ¿Quién puede ver, al completo, la Gran Maraña…? Las cosas se combinan… los eventos se entrecruzan entre sí… las acciones acarrean consecuencias… las causas provocan efectos, los cuales se convierten, a la vez, en las nuevas causas de efectos subsiguientes… Cadenas y más cadenas causales que se entrelazan… formando una inmensa trama… Acabará habiendo, entonces, una Trama Global… imposible de imaginar desde nuestra humilde percepción segmentada.
Ya Aristóteles escribía que "la parte no puede conocer el Todo." Y el Todo, como ya se sabe, siempre es mucho más que la simple suma de las partes. El Todo posee nuevas cualidades que no poseen ninguna de las partes, por separado. Del Todo pueden surgir cualidades emergentes que las partes no podrían, ni siquiera, en sueños, llegar a concebir… ¿aunque…? Las últimas teorías de la física cuántica… ¡incluso dentro de cada parte… de cada punto del universo… de una forma implícita… podría hallarse implicado todo el universo…entero! ¡Como en un holograma…!
Esto recuerda a un viejo proverbio zen que dice: “En una gota de agua está contenido todo el océano.” Sí… ¡cada vez lo voy viendo más “claro”!... ”¡El Universo está enmarañado…! ”
Esto recuerda a un viejo proverbio zen que dice: “En una gota de agua está contenido todo el océano.” Sí… ¡cada vez lo voy viendo más “claro”!... ”¡El Universo está enmarañado…! ”
Así es que pasan cosas… ¡Cosas que nos sorprenden…! ¡Cosas imprevisibles! ¡Cosas que parecen escaparse, por completo, a la lógica, a lo racional, a lo probable…! ¡Cosas que rompen con el supuesto orden establecido… que saltan fuera de lo normal! Una noche soñamos con un amigo que hace años que no sabíamos nada de él… y esa misma mañana recibimos una llamada suya por teléfono… “¡Vaya casualidad!” O bien puede ser que no queramos encontrarnos con alguna persona, en concreto, y para ello cambiamos todo tipo de itinerarios y de planes, a fin de asegurarnos el no tener que vérnoslas con ella… y, finalmente, cuando nos creemos a salvo, en el lugar en que ni más remotamente podríamos imaginar encontrárnosla… ¡Toma! ¡Nos la topamos de morros! “El destino es un maricón…” cantaba Joaquín Sabina… ¡Ah! ¿Pero no era el azar…? ¡En qué quedamos…!
Si decimos: “casualidad”, estamos atribuyendo la coincidencia a un puro accidente fortuito, al azar… y por lo tanto, nuestra visión del mundo se inclinará por la concepción de un universo ciego y caótico, regido por la más pura aleatoriedad.
Si, en cambio, dijéramos: “sincronía” o “sincronicidad”, estaríamos considerando que aquella coincidencia tiene un sentido, algún significado, que ha de haber algún patrón oculto que explicaría la razón de esa concordancia.
Estaríamos aceptando, entonces, que más allá de las leyes de la probabilidad, existiría otro orden implícito, como una inteligencia invisible que, de alguna forma misteriosa, podría estar interconectándolo todo. Como decía más arriba, del Todo pueden emerger propiedades desconocidas… e incognoscibles… para las partes.
Estaríamos aceptando, entonces, que más allá de las leyes de la probabilidad, existiría otro orden implícito, como una inteligencia invisible que, de alguna forma misteriosa, podría estar interconectándolo todo. Como decía más arriba, del Todo pueden emerger propiedades desconocidas… e incognoscibles… para las partes.
Fue Carl G. Jung quién acuñó el término “inconsciente colectivo”. Por si no hubiera sido suficiente la hazaña de Freud, de abrir las compuertas del escondido y oscuro mundo del inconsciente, Jung dio una nueva vuelta de rosca, consiguió un alarde mucho mayor. Freud había hecha saltar la liebre… pero es que el inconsciente resulta ser muchísimo más enorme y complejo de lo que Freud llegara a descubrir: pues además de un subconsciente… también existe un supraconsciente… Y no sólo hay que contar con la intervención de un inconsciente personal… sino que también parece existir un inconsciente colectivo. Un concepto fascinante con el que nos vamos acercando, cada vez más, hacia el tema de lo transpersonal, con el que empezamos a tender un puente hacia las conexiones invisibles…
Fue también Jung, junto con el nobel en física W. Pauli, quien se inventó la palabra sincronicidad, para designar esas coincidencias intrigantes, esos hechos que se producen de forma simultánea sin que se les pueda encontrar una relación lógica o de causa-efecto, desde la perspectiva de nuestro modelo racional de explicar el mundo, desde nuestro paradigma lineal o newtoniano. Además, en estas coincidencias “acausales”, el observador podría ver una señal o un mensaje. Tendrían significado para él, por eso se suele definir, a las sincronicidades como “coincidencias significativas”. Serían, pues, coincidencias que tienen un significado personal, para el observador.
El tema de las sincronías, a W. Pauli, le resultaba un asunto de lo más atractivo y es que, al parecer, en su vida se producían este tipo de coincidencias extrañas casi de continuo. Pauli no destacó por su práctica experimental, precisamente, pero sí lo hizo brillantemente como físico teórico, y es que… casi siempre que entraba en un laboratorio ocurrían roturas inexplicables de aparatos y misteriosas averías en el instrumental… Tanto era así, que los colegas acabaron denominando a estas contingencias enigmáticas como “efectos pauli”. Jugando a buscar mensajes, pareciera que el Kosmos.. la Vida… el Todo… (llámenlo como gusten) estuviera dando pistas, a Pauli, para alejarlo de los laboratorios, le estuviera indicando que no era, precisamente, en el trabajo de laboratorio donde destacaría y podría llevar a cabo sus grandes contribuciones… ¡Vamos, que no era ése su camino!
¡Sí! ¡Desde luego! ¡El Universo está enmarañado…! Pero… precisamente ahí parece residir la clave… la fascinación… el misterio! ¡Ahí está la gracia! ¡El que podamos formar parte de un Campo unificado…! ¡El que sepamos vernos como observadores participantes… de una fabulosa Red Kósmica… enmarañadamente interconectada!
(continuará en el siguiente post)
(continuará en el siguiente post)
Esperant amb moltes ganes la continuació del post. Tema, segons la meva opinió, molt interessant! Anant + enllà en la coincidència/ casualitat que, coses de la vida, m'és negat comprendre. Sincronia... la meva 'nova' paraula. Gran Lauren, 'eres grande', com deia un amic argentí. Incloc fragment del W. Pauli (sempre amb copyright ;), sóc de detalls, petits grans detalls que em fan, no només pensar, sinó somriure, que no és poc... Gràcies. Voldria opinions/debat de ments pensants, a veure si els 'cocos' s'animan....
ResponderEliminargracias a tus explicaciones, mi cielo se ha ¨desnubulado¨un poco mas.Sigue asi.
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