lunes, 31 de diciembre de 2012

¿Esperando los Reyes Magos?


                       

         La pasada semana, en todas las partes del mundo de cultura con influencia cristiana, se ha celebrado la Navidad. Y con ella, la gente ha estado esperando la llegada de Papa Noel. En especial, los niños, con toda la tremenda ilusión que conlleva el que el mágico personaje del trineo volador haya leído nuestra carta y accedido a nuestros deseos.

         En España, parece que no tenemos suficiente con ese afectuoso ritual de Santa Claus, sino que, además, seguimos esperando a los tres Reyes Magos. Costumbre de rancio abolengo,  pues se viene celebrando desde el siglo V, mientras que el Noël-Santa Claus consiste en una versión yanqui de San Nicolás, importada por los emigrantes holandeses del siglo XIX, y posteriormente maquillada por la marca Coca-cola.



         En fin, que en la noche del 5 de enero, todos esperamos que, al menos, nuestro “Rey favorito” se haya leído nuestra carta de los deseos y acceda a satisfacer nuestras demandas, siempre que hayamos declarado, ¡eso sí!, que nos hemos portado muy bien durante todo el año anterior…

         Descubrir la “verdad” sobre Noel o Los Magos de Oriente representa una de las primeras y grandes decepciones de nuestra vida. Tanto es así que ha venido a considerarse como la “Pérdida de la Inocencia”...




        Por mi parte, yo recuerdo con aguda precisión como una noche de Reyes, cuando tenía cinco años, mientras buscaba unos zapatos con el fin de ponerlos en el balcón y que fueran rellanados de golosinas por los pajes de los Reyes… encontré  los juguetes que había pedido y escrito, con titubeante letra de redondilla, en la que era mi primera carta (aprendí a escribir de forma precoz). ¡Allí estaban todos: guardados y empaquetados, dentro de un armario!

         ¡Aquello me dejó perplejo! Empecé a gritar de pura excitación, pero mis padres se apresuraron a mandarme a callar, diciéndome que los Reyes deberían estar ya por el edificio, lo que explicaría que los juguetes estuvieran, ya, en el armario… y que estaban esperando a que yo me quedara dormido para sacarlos y “montar la parada”. Con lo cual, aprovecharon para enviarme a la cama sin más demora.

         De esta forma, mis padres salieron del apuro como pudieron… pero a mí se me quedó instalada la sombra de una duda… Así, que al año siguiente, me prometí a mí mismo que no me dormiría, sino que me haría el dormido… ¡si fuera preciso, durante toda la noche! ¡Y yo podía ser muy testarudo…! Así fue como pude develar todo el “misterio” con mis propios ojos, pues papá y mamá no se hicieron esperar demasiado y tampoco fueron en exceso silenciosos: antes de medianoche se pusieron a colocar, torpemente, los paquetes de regalos junto a la ventana de mi habitación que, al estar en penumbras, provocaba que fueran tropezando una y otra vez, y, con ello, el que fuesen rechistando entre ellos.


         Incluso me hice “el tonto” el siguiente año, para no quitarles a ellos la ilusión… pero cuando tuve ocho años, les dije que me dieran el dinero y me fui directamente a la juguetería del barrio y me compré un juego de mémory y el acordeón de la orquesta do-re-mí...

         Y es que las personas solemos vivir, en cierta manera, esperando siempre a que lleguen los Reyes Magos. Es como una especie de presentimiento secreto de todo el mundo. Cada uno a su manera, aunque sea de forma vaga o imprecisa, suele caer en una “actitud de espera” como posición existencial ante la vida. Precisamente, Erik Berne  utilizó irónicamente la expresión: “Esperando a Santa Claus”, para denominar a esa posición característica de ir tirando, sin pena ni gloria, por la vida, en espera de que algún día llegue un hipotético acontecimiento liberador… pero que al final no consiste en otra cosa, en palabras del propio Berne, que en la “jubilación”, o en la “menopausia”

         Pero “Esperando a Santa Claus” parece ser que nos mantiene, hasta cierto punto, esperanzados y, a la vez, sugestionados, mientras tanto va transcurriendo la vida... Pues “la vida es lo que nos sucede mientras vamos pensando en otros planes”, nos recordaba John Lennon… Y así,  la existencia va pasando ante nuestros hipnotizados ojos... que siguen esperando y esperando... ¡Nos cuesta tanto descubrir y aceptar, de verdad,  que los Reyes Magos no existen…!



       Aunque, tal vez, el día de Navidad sí que habían regalos junto al Árbol... pero no los había dejado ahí ningún Papá Noel. ¡Tal vez  sí que podamos volver a hacer mágico el día de Navidad... o el de Reyes… o cualquier día…! Pero habremos de asumir que hemos de ser nosotros mismos quienes habremos de colaborar con la magia, para que ésta pueda manifestarse.


Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-     
 T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com 

lunes, 17 de diciembre de 2012

“El Mito de la Felicidad.”




            ¡Olvídense de la Felicidad… les hará infelices.!

            Pero no por eso, ni por asomo, lleguen a pensar que voy a endilgarles un sermón pesimista y depresivo (¡lo que faltaba!). ¡Todo lo contrario! Voy a hablarles de la alegría, de la dicha, del gozo, del éxtasis…

          La alegría, o el gozo, es la emoción natural: una sensación maravillosa que surge por sí sola, precisamente porque no se pretende, porque no nos estamos agarrando a ella. Emerge espontáneamente sin que estemos, en esos momentos,  pensando en intentar lograr la Felicidad.

            La dicha, la alegría no busca nada: es una condición espontánea.



            Pongamos por caso… voy paseando por el embarcadero del puerto deportivo… y los reflejos dorados del sol de poniente reverberan en las calmas aguas de la dársena… llega a mis oídos el crujir desde  el balanceo de algunas embarcaciones… Ahora… irrumpe el chapoteo de un pez intrépido que ha saltado a la superficie… suenan, lejanas, las campanas de la iglesia del pueblo mientras una gaviota planea en lo alto, recortando, armoniosa,  su blanca estampa sobre el azul del cielo… que poco a poco se va transformando en naranja... malva... púrpura... Lentamente… la tarde se va adormeciendo y uno se sienta frente al mar, junto a un precioso velero… Hay un estado de dicha… un momento extásico… 



          Pero(y fíjense bien en esto) … si quisiera apoderarme del velero… (¡cómo me encantan los barcos!)… Si pretendiese, aunque sólo fuera en la fantasía, pretender ser el dueño oficial de ese yate… en ese preciso momento mataría esa alegría… arruinaría ese instante de dicha.

            Es nuestro intento de poseer, es nuestra avaricia de retener lo que hace destruir el encanto natural de la vida. Y es que resulta que la Alegría es una condición natural. ¡Ni más ni menos!  ¡La Alegría es el modo en que las cosas son!

            Recuerdo, ahora, un precioso poema de William Blake:

“Aquel que ata su vida a un gozo, acaba por destruir su vida,   
 Pero aquel que besa la alegría mientras vuela,
 Vive en un eterno amanecer.”      


Lo que estoy diciendo es que la Felicidad que se busca… indefectiblemente no llega. En cambio, la Alegría de Vivir está siempre aquí, contigo (teniendo un yate... o sin tenerlo),  pues es algo connatural de la Existencia. Sólo tenemos que desempolvar las gafas y graduar bien nuestro enfoque. Se trata de ir sacando la abigarrada telaraña que ha ido acumulando nuestra mente, para poder percibir de forma limpia y directa lo que hay. Lo que es.

No digo que renuncien a la acción. ¡Hagan lo que tengan que hacer!  Lo que la situación concreta reclame: levantarse temprano, ir al trabajo… buscar trabajo… buscar ayuda… ¡Lo que sea! Pero recuerden que lo más importante no es lo que se hace… sino cómo se hace.




En general, hacer lo que corresponde ante una situación es responder de forma inteligente, ética y entregada, donde cabeza y corazón se unifican para encararnos a la Vida, no con angustia ni resentimiento, sino con Valor y Asombro.

Podemos detectar, con facilidad, a quien esté siguiendo un estilo así de vida, en el cual se integran corazón y mente, por el típico detalle de que alguien así tenderá a afirmar que “se encuentra mejor que nunca”. Que no cambia el presente por ningún otro periodo de su vida. Esta es una clara señal de una mente centrada, que no se adelanta impaciente al corazón, ni remolonea, enquistándose atrás, atrapada nostálgicamente en el pasado.




Por el contrario, una mente disociada o dividida, como suele ser el estado habitual de nuestra mente, tenderá siempre a futurizar, posponiendo el “sentirse feliz a un indefinido “día del mañana”, después de que se hubieren logrado, por fin, ciertos éxitos, ciertas condiciones… permanentemente anheladas. Cuando no fuese factible mantener ese tipo de ilusiones, por motivos de pura desesperanza, en tal caso recurriría a los malabares artificios de la memoria para declarar que “cualquier tiempo pasado fue mejor”.

¡Y es que la Felicidad es un mito! Huye de la inmediatez, donde se experimenta existencialmente la vida. La Felicidad es un concepto, una perspectiva más o menos distante. Es un Ideal: un pensamiento, una idea más que un sentimiento.

¡La Vida es ahora y déjate de razones! ¡Déjate de excusas! “¿Si no ahora… cuándo?” dicen los místicos sufíes. Por favor: lean despacio este delicioso poema de Wu-Men:

“Diez mil flores en primavera,
la luna en otoño,
una brisa fresca en verano,
nieve en invierno…
Si tu mente no está nublada de cosas innecesarias,
esta es la mejor temporada de tu vida.”                             


Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-     
 T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com 

lunes, 26 de noviembre de 2012

“Hace falta valor” (2ª. Parte.)


      


            Que “la Vida duele” es algo que he declarado repetidamente. Es por ello que deberíamos asumir el dolor y el miedo cuanto antes podamos, como algo consustancial con la Vida misma. Sólo cuando consigamos aceptarlos e integrarlos en nuestra vida,  podremos sentirnos verdaderamente cómodos con ella. Sólo entonces podremos movernos como peces en el agua.

            Se explica la anécdota de que en una ocasión, el mismísimo Napoleón Bonaparte, encontrándose al frente de su ejército en el campo de batalla, al observar las dificultades por las que estaban atravesando sus tropas, temblaba de forma ostensible.

            Tan evidentes eran sus temblores, que el artillero que se encontraba a su lado, un aguerrido y temerario soldado, se atrevió a reprenderle: “Mi general, parece mentira que su excelencia esté temblando. ¿Acaso no me ve a mí, como no paro de lanzar cañonazos sin el asomo del más mínimo temblor?”

            Y cuentan que entonces Napoleón le contestó: “¡Si tú sintieras tan sólo la cuarta parte del miedo que estoy sintiendo yo… ya hace tiempo que habrías abandonado el cañón y habrías salido corriendo, cagando leches!”


            Es una buena anécdota. Pues la diferencia entre una persona valiente y una persona cobarde no radica en que la valiente no sienta miedo y la cobarde sí. Pues la verdad es que ambas lo sienten. La auténtica diferencia es que la persona valiente planta cara y sigue adelante a pesar de su miedo, mientras que la cobarde se paraliza y abandona. Como explicaba Osho: “Si encontraras una persona que no sintiese miedo, ¿cómo ibas a considerarla valiente? Sería una máquina, no un hombre. Sólo las máquinas están exentas de miedo. (…) Ser valiente es actuar a pesar del miedo. El miedo está ahí, el temblor está ahí, pero no te detiene; no te bloquea. Lo utilizas como un trampolín y a pesar del miedo y el temblor, entras en lo desconocido.”



            “¡Hace falta valor!” La célebre canción de Santiago Auserón y los Radio Futura, “Escuela de Calor”, lo repetía una y otra vez. Al igual que, una y otra vez, insistía Osho que es necesario ser valiente, “tan valiente como para ser capaz de enfrentarse a la muerte.” Y sin duda tiene razón, pues tal encuentro habrá de producirse ineluctablemente y llegará algún día, a todos y cada uno de nosotros. Por algo, don Juán Matus, el legendario chamán indio, le decía a Carlos Castaneda: “Es preciso tener unos cojones de acero.”




            “Asombro” y “cojones de acero” eran la receta para la auténtica disciplina, según el gran nagual mexicano. Por el contrario, nuestra sociedad moderna, abogando continuamente por el confort y la comodidad extrema, nos sobreprotege insanamente y nos hace cada vez más inmaduros, más infantiles… La ventaja del progreso tecnológico es que nos regala tiempo. ¡Tiempo libre!  Pero si nos dejamos sobornar por la comodidad y la indulgencia hasta el punto de que desechamos  todo esfuerzo, todo aguante, toda espera… entonces no le estaremos dando ninguna  oportunidad a nuestro valor para que se desarrolle. El tiempo libre es una gran oportunidad para desarrollar nuestro valor, pues nos permite mirar hacia dentro…

            ¿Cómo hacia adentro… si la televisión está afuera…? ¿si el “móvil” está afuera…? ¿si “la Play” está afuera…? ¿si el Shopping Center está afuera…? ¿Adentro? ¿Qué hay adentro…?


            Crees que no hay nada adentro… y eso te aburre… (¿o te asusta?). ¡Date una oportunidad! ¡Puede que haya algo y te lo estés perdiendo! ¡Podrías echarle un vistazo! ¡A ver quién hay ahí adentro! ¿No sientes un poco de curiosidad por investigar, por descubrir el propio ser de uno…?

            “¡Vas por ahí sin prestar atención y cae sobre ti una maldición!” ¡Que buenos eran los Radio Futura.



Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-     
 T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com 

lunes, 12 de noviembre de 2012

“¡Hace falta valor!” (1ª. parte)




            “¡Hace falta valor!”

            Eso cantaba Santiago Auserón, desde su Radio Futura, en aquel célebre tema: “Escuela de Calor”, entre medio de enigmáticos esbozos de paisaje urbano (“… hay tribus ocultas cerca del rio esperando que caiga la noche… (…) Esa paloma sobrevuela el peligro: aprendió en una Escuela de Calor…”) y dejando caer valiosísimas sugerencias: “Vas por ahí sin prestar atención y cae sobre ti una maldición.”

            ¡Y es que a la Vida hay que echarle narices! (eufemismo para no decir “gónadas”. O sea: “¡huevos!”) (para las mujeres: “¡ovarios!, que es lo mismo).  Es la lección positiva de la agresividad. La Evolución del Universo nos ha puesto aquí en medio, convertidos en humanos… y a partir de ese momento nos toca esforzarnos por nosotros mismos. ¡Nos toca trabajar de lo lindo para seguir creciendo! El tránsito humano está hecho de esfuerzo y de dolor… ¿Qué te creías? “El alma hay que ganársela”, decía Gurdjieff.



            Aquello de “los lirios del campo” es una preciosa metáfora del Sermón de la Montaña para ayudarnos a confiar y a recordar la maravillosa Inteligencia y Equilibrio del Universo… (Fijaos en los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer…”, escribía San Mateo)… pero resulta que los lirios del campo y las aves del cielo… aún están dentro del Edén, fundidos con la Naturaleza dormida, gozando, inconscientes, del misterioso y fascinante Ecosistema Kósmico… pero nosotros ya fuimos “expulsados”. Una “expulsión” inevitable, fruto de la propia evolución. La Evolución nos ha llevado al nacimiento de la Autoconciencia. Y ésta, inexorablemente, nos arrojó fuera del Edén Primigenio. Al darnos cuenta de que existimos… hemos comenzado a despertar… (“¡Esto que es…!” ¡Dónde estoy…! ¡Qué hago aquí…!  ¡Qué soy!...! ¡Quién soy…!” …)

            Es por todo ello, que los humanos  vivimos en dos mundos. Estamos atrapados entre dos aguas (preciosa rumba de Paco de Lucía)… En lo físico y en lo simbólico. En el cuerpo y en la mente… Entre las bestias y los ángeles… ¡Esta es nuestra tragedia… y a la vez nuestra grandeza! Así, que no nos queda más remedio que echar mano de un buena dosis de heroísmo… de heroísmo cósmico, para seguir avanzando.


            ¡No hay que escatimar esfuerzos! ¡Eso he dicho! Y lo que estoy escribiendo puede que haga pensar a algunos que es una contradicción en mi discurso, que me estoy contradiciendo con lo que estoy exponiendo hoy.  Pueden pensarlo, sobretodo, aquellos que conocen bien mi simpatía por los postulados taoístas, mi tendencia por “entregarse al fluir de la existencia” más que al “resistirse” (véase el post: “El Río de la Vida.” http://tallerpsicologia.blogspot.com.es/2012/02/el-rio-de-la-vida-be-water-my-friend.html). Pero resulta, paradójicamente, que para conseguir la acción sin esfuerzo, para llegar a dominar el arte del Tao, para entrar en wu wei y experimentar el gozoso fluir del rio de la Vida… antes será necesario  poner hasta el último hálito de nuestra energía al servicio de nuestra misión heroica. De la misma manera, bajo los fluidos y virtuosos dedos del pianista, se esconden miles de horas de arduos esfuerzos… ¡Si no, de qué!… Como cantaba Auserón: “vas por ahí si prestar atención… y cae sobre tí una maldición…”



            ¡Sí! ¡Amigos! ¡Para despegar, para levantar el vuelo hay que poner al máximo los motores! ¡Imagínense para ponerse en órbita…! ¡Para superar la Atracción de la Gravedad que nos chupa como un imán y nos revuelca en el barro, hay que desplegar la totalidad de nuestras energías! ¡Hay que darlo todo!




            Somos humanos… vulnerables  y temblorosos, igual que aturdidas mariposas que intentan sacudir sus alas para poder abrirlas al nuevo sol de primavera… La flaqueza de nuestra animalidad nos derrota, una y otra vez, pero, a la vez, la autoconcencia de nuestra luz interior, nuestra pequeña semilla de divinidad nos alumbra… nos ayuda a renunciar al abandono… y nos anima a seguir adelante… hasta que se nos depleguen las alas…

            “¡Hace falta valor! ¡Ven a la Escuela de Calor!”

                           (Continua en el siguiente post.)


 Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-     
 T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com 




lunes, 5 de noviembre de 2012

Tercer Taller de Conciencia Corporal.



TALLER DE CONCIENCIA CORPORAL
                                                                                                                                                  
                                                                                                      (El requisito olvidado)


Taller teórico-práctico de Introducción
 a la Conciencia Sensorial Integrativa. (III)

Los pilares básicos para el autoconocimiento, la integración cuerpo-mente y la expansión de la conciencia.

¡Aprende a vivir en un cuerpo habitado!

         La estimulación de la Conciencia Corporal es un proceso de reenfoque de nuestra percepción vital y existencial. A través del cual vamos accediendo a la vivencia del presente, a la percepción real del aquí y el ahora.

La Conciencia Corporal nos lleva a un despertar existencial, a un despertar de la vida y, como diría Eckhart Tolle, a poder entrar y disfrutar del “poder del ahora”. En este tercer Taller, trataremos abordar, entre otros,  los siguientes puntos:

-      Enraizamiento primal.
-      Conciencia del movimiento.
-      Ingesta consciente.
-      Estimulación sensorial.
-      Relajación.
-      Meditación guiada.


Fecha del taller:   Viernes, 23 de noviembre de 2012 (Grupo A) y viernes, 14 de diciembre de 2012 (Grupo B).
          Lugar: Can Rosich (Pineda)
          Horario: de 17 a 20 h.
          Imparte:  Lauren Sangall  (Psicoterapeuta)
          Precio: 30 €  (incluye consumición de coktail de frutas en la tertulia de               despedida).
     Materiales necesariosropa cómoda, calcetines, zapatillas, esterilla  y almohadilla.
                                     e-mail: laurensangall@gmail.com




               
                

lunes, 29 de octubre de 2012

“Con el mundo a cuestas” (2ª. Parte). (“Infierno y Paraiso están dentro de tí”).



         
  
Hay un chiste impactante que más que un chiste se trata de una fábula de moraleja profunda y tremendo mensaje. Nos habla de la historia de  un cura pintoresco, un sacerdote moderno y liberal que todos los domingos, tras la misa,  invitaba a su parroquia a cuestionar y debatir  temas de índole religioso.

            Pues bien, resultó que en una ocasión un feligrés le llegó a formular la siguiente pregunta: “Padre: si un hombre se comporta honradamente, es bueno y virtuoso… pero no cree en Dios… ¿Cuándo muera a dónde se  supone que irá : al Cielo o al Infierno?”


El cura se sintió desconcertado ante tal pregunta, y para salir del paso no encontró otra contestación mejor que decir: “Bien… se supone que si un hombre es bueno y virtuoso, entonces será también creyente, así como respetuoso y temeroso de la ley de Dios…”

-¡No siempre, padre! ¡No siempre tiene por qué ser creyente! Ahí tenemos, si no, el ejemplo de Sócrates: un hombre que puso hasta el final a la virtud por encima de todas las cosas… y sin embargo era ateo. ¡No creía en ningún Dios!-  le contestó el parroquiano.

-Bueno, pero es que Sócrates profesaba la virtud no desde un contexto religioso, sino filosófico…- contestó el sacerdote, sin demasiada convicción, para ir escurriendo el bulto.

-¡No importa, padre! También tenemos el ejemplo de Buda. Él sí que se sumergió por completo en un contexto religioso. Y sin embargo… ¡ya se sabe! ¡También era ateo! “Busca la luz en tu interior” “Sé una luz para ti mismo” ¡Pero de Dios… nada de nada! ¡Por ninguna parte!




El capellán, que pretendía comportarse de forma íntegra, confesó sinceramente que, en este momento, no sabía que responder. Entonces acordó con los feligreses que durante la semana intentaría encontrar la respuesta y los convocaba el domingo próximo para compartirla con todos. Y así quedaron de acuerdo.

A la que entró en casa, el cura se sumergió en su gran biblioteca teológica a la búsqueda de una solución para aquel dilema tan espinoso… pero fueron pasando las horas y no encontraba nada que realmente pudiera satisfacerlo. Y así iban transcurriendo los días de la semana, y el sacerdote cada vez más apurado por hallar la ansiada respuesta…




 Ya había llegado el viernes… ¡y aún nada! Rezó e imploró a Cristo para que le revelara la respuesta correcta… o al menos alguna pista… ¡pero ni así! Aquel preocupadísimo hombre sufrió tanto durante aquella semana que no consiguió llegar hasta el domingo (“Quién se apura… poco dura”, solía decir mi padre). El pobre cura se murió el sábado por la tarde.

Y como era un buen tipo… pues fue directamente al Cielo. San Pedro lo encontró enseguida en su lista y lo invitó a entrar.



Tras pasar las Puertas del Cielo y una vez ya dentro de la Gloria… el cura se quedó desconcertado: ¡Allí, de momento, no se veía a nadie! ¡Todo estaba oscuro… vacío… sucio...! ¡Era un lugar de lo más desapacible, feo… desolador! Transcurrido cierto tiempo pudo ver como iba acercándose una presencia un tanto siniestra. Una especie de monje encapuchado, con hábito de flagelante. El sacerdote fue a su encuentro para tratar de entablar conversación… pero el penitente apretó el paso, sin prestarle la más mínima atención, mientras se infringía  violentos latigazos en las espaldas.

Después, al cabo de un rato,  vio como pasaba rauda una vieja monja. También, en esta ocasión, hizo por acercársele mientras la llamaba: “¡Hermana! ¡Un momento, hermana. Por favor!” Pero aquella figura hosca y enlutada salió corriendo, tapándose la cara.
 Total: que quedarse allí no era nada apetecible. ¡Al contrario: aquello era horrible! ¡Un verdadero infierno!

El cura, cada vez más perplejo, acabó por volver a la puerta para encontrarse de nuevo con San Pedro, y entonces le propuso:

-Santidad: ¿sería posible que se me concediera  entrar un momento en el Infierno? ¡Tan sólo un momento! ¡Por curiosidad!
-¡Por supuesto, hombre!- le contestó San Pedro. -¡Dile a Satanás que vas de parte mía y ningún problema!


    Así lo hizo el buen hombre y cuando llegó a las puertas del Infierno, le pidió permiso a Satanás para entrar un momento, a echar un vistazo, con el beneplácito de San Pedro. El Diablo no le puso ninguna objeción y le permitió entrar y estarse todo el tiempo que deseara. ¡Cuál sería su sorpresa cuando, nada más traspasar las puertas,  se encontró con una animación fenomenal! En un ambiente de lo más relajado y distendido, allí todo eran caras sonrientes y gente feliz y contenta. A todo el mundo se le veía animado, disfrutando de la existencia: charlando, riendo, bailando… ¡Tomando unos mojitos…! “¿Pero qué es esto? ¡Si aquí se está en la Gloria! ¡No entiendo nada…!”


El pobre cura, completamente atónito, salió de nuevo afuera y le preguntó al diablo:

-Señor Satanás, le ruego me disculpe, pues estoy muy desconcertado y aturdido, ya que tenía entendido que el Infierno era un lugar horrendo y pavoroso…  Una condena a castigos sin fin… torturas y suplicios. ¿No es así?
-¡Pues ya ve que no!- le contestó de Demonio, entre carcajadas. –Me parece que está usted un poco pasado de moda.
-Pero, entonces… -insistió el cura- ¿no era aquí donde se hostigaba a las almas con arpones y tridentes,  y se las arrojaba al fuego vivo de inmensas y eternas hogueras…?
-¡Ay! ¡Ahora que lo dice, esa escena me suena…! –le contestó el Diablo, poniendo cara de nostalgia mientras se rascaba la perilla -¡Pero de eso hace ya mucho tiempo…!
-¿Cómo que hace mucho tiempo?
-¡Pues lo que digo! ¡¡Que eso era antes…! ¡Era antes!
-¿Pero antes… de qué? –preguntó el cura, exasperado.
-¡Pues mire: Exactamente antes de que llegaran por aquí un tal Sócrates y un tal Buda!fue la lacónica y lapidaria respuesta del Diablo, la cual  resolvía por completo aquel enigma.

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

¡Eso es todo!

Como diría “El Risitas”: “¿Lo han pillado?”

“Con el mundo a cuestas.” ¿Recuerdan? Acarreas tu mundo a dónde quiera que vayas. “Infierno y Paraíso están dentro de ti”, cantaba Zucchero en su marchoso tema titulado: “Baila, morena.”



 El que lleva la luz dentro… llega al Infierno y lo acaba transformarlo en un Paraíso…(como lograron hacer Sócrates y Buda, en el cuento)... pero aquel que transporta en su interior un mundo sucio y oscuro… ¡Ese, aunque llegue al Cielo…  a la mismísima Gloria la convierte en un Infierno!



 Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-     
 T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com