Llevo tres posts consecutivos hablando del estrés. Durante tres semanas seguidas, vengo machacando, una y otra vez, sobre el tema de la prisa, considerándola la enfermedad emblemática de la mente moderna. Tratando de comprenderla hemos visto que ha sido una consecuencia inevitable del triunfo de la modernidad.
Hemos de entender que cada nuevo estadio de evolución tiene su propia dialéctica de progreso, o, como se suele decir: su lado malo y su lado bueno. Desde luego, ahora quien quiera puede mirar por un microscopio, o por un telescopio sin temor a que lo quemen en la hoguera. ¡Ya no está la Santa Inquisición para que lo condenen por hereje!
Con la modernidad, se consiguió separar los tres grandes dominios de la humanidad, que hasta entonces habían caminado juntos: la conciencia, la cultura y la técnica. Expresado de una forma muy elemental decimos que Ciencia y Religión se separaron. Dicho así, desde luego, es una simplificación excesiva, pero tal vez sirva para comenzar a entenderse la gran disociación que existe en la actualidad.
Con esta separación, cada una se ha ido por su lado y, lo peor: se han enfrentado ciegamente entre ellas, saliendo agresivamente vencedora la ciencia tecnológica. Los tremendos avances del empirismo materialista han encandilado al mundo, hasta acabar entronizado como un tirano absoluto.
No sólo hemos derribado a los dioses, sino que hemos erradicado lo invisible. Lo exterior ha substituido a lo interior, el cerebro a la mente, el prozac a Platón… y la serotonina... a la alegría de vivir.
Nos hemos quedado con un universo sin profundidad, un Universo sin Espíritu que nos aboca, irremediablemente, al escepticismo y a la carencia de sentido.
La Revolución Tecnológica parece controlarlo casi todo y haber resuelto los esfuerzos externos de la cotidianidad. Nos ha seducido con el confort y el consumismo… pero la verdad interna (sinceramente)… es que nos ha dejado un mundo desencantado… donde difícilmente alcanzamos a superar la rutina y el más de lo mismo… donde no conseguimos celebrar con entusiasmo cada nuevo amanecer…
Pero cuando nos vamos a un extremo… ¡ya se sabe…! La ley del Péndulo sigue su balanceo incesante… Así son las cosas de la mente: lo que tapas por un lado, sale por el otro… lo que escondes por delante… acaba colándose por la puerta de atrás… No es de extrañar entonces, que ante tanta prisa y tanta compulsión vertiginosa, acaben produciéndose reacciones antagónicas, como las del Movimiento slow, el elogio a la Lentitud… y cosas por el estilo. Tal vez el extremo de esta tendencia lo lleguen a representar los usuarios del Couch patatoes club, los cuales proclaman la inactividad... Bueno, digamos que la única acción que desean realizar esta gente es la de pulsar el botón del mando a distancia de sus televisores, mientras degluten, continuamente, snacks variados...en sus cómodas butacas desfondadas.
Como nos cantaban Celtas Cortos, a principio de los 90, aunque el mundo se esté yendo a carajo... " Tranquilo, no te pongas nervioso, tranquilo... Tranquilo, majete en tu sillón..."
(Continuará en el próximo post)