lunes, 29 de octubre de 2012

“Con el mundo a cuestas” (2ª. Parte). (“Infierno y Paraiso están dentro de tí”).



         
  
Hay un chiste impactante que más que un chiste se trata de una fábula de moraleja profunda y tremendo mensaje. Nos habla de la historia de  un cura pintoresco, un sacerdote moderno y liberal que todos los domingos, tras la misa,  invitaba a su parroquia a cuestionar y debatir  temas de índole religioso.

            Pues bien, resultó que en una ocasión un feligrés le llegó a formular la siguiente pregunta: “Padre: si un hombre se comporta honradamente, es bueno y virtuoso… pero no cree en Dios… ¿Cuándo muera a dónde se  supone que irá : al Cielo o al Infierno?”


El cura se sintió desconcertado ante tal pregunta, y para salir del paso no encontró otra contestación mejor que decir: “Bien… se supone que si un hombre es bueno y virtuoso, entonces será también creyente, así como respetuoso y temeroso de la ley de Dios…”

-¡No siempre, padre! ¡No siempre tiene por qué ser creyente! Ahí tenemos, si no, el ejemplo de Sócrates: un hombre que puso hasta el final a la virtud por encima de todas las cosas… y sin embargo era ateo. ¡No creía en ningún Dios!-  le contestó el parroquiano.

-Bueno, pero es que Sócrates profesaba la virtud no desde un contexto religioso, sino filosófico…- contestó el sacerdote, sin demasiada convicción, para ir escurriendo el bulto.

-¡No importa, padre! También tenemos el ejemplo de Buda. Él sí que se sumergió por completo en un contexto religioso. Y sin embargo… ¡ya se sabe! ¡También era ateo! “Busca la luz en tu interior” “Sé una luz para ti mismo” ¡Pero de Dios… nada de nada! ¡Por ninguna parte!




El capellán, que pretendía comportarse de forma íntegra, confesó sinceramente que, en este momento, no sabía que responder. Entonces acordó con los feligreses que durante la semana intentaría encontrar la respuesta y los convocaba el domingo próximo para compartirla con todos. Y así quedaron de acuerdo.

A la que entró en casa, el cura se sumergió en su gran biblioteca teológica a la búsqueda de una solución para aquel dilema tan espinoso… pero fueron pasando las horas y no encontraba nada que realmente pudiera satisfacerlo. Y así iban transcurriendo los días de la semana, y el sacerdote cada vez más apurado por hallar la ansiada respuesta…




 Ya había llegado el viernes… ¡y aún nada! Rezó e imploró a Cristo para que le revelara la respuesta correcta… o al menos alguna pista… ¡pero ni así! Aquel preocupadísimo hombre sufrió tanto durante aquella semana que no consiguió llegar hasta el domingo (“Quién se apura… poco dura”, solía decir mi padre). El pobre cura se murió el sábado por la tarde.

Y como era un buen tipo… pues fue directamente al Cielo. San Pedro lo encontró enseguida en su lista y lo invitó a entrar.



Tras pasar las Puertas del Cielo y una vez ya dentro de la Gloria… el cura se quedó desconcertado: ¡Allí, de momento, no se veía a nadie! ¡Todo estaba oscuro… vacío… sucio...! ¡Era un lugar de lo más desapacible, feo… desolador! Transcurrido cierto tiempo pudo ver como iba acercándose una presencia un tanto siniestra. Una especie de monje encapuchado, con hábito de flagelante. El sacerdote fue a su encuentro para tratar de entablar conversación… pero el penitente apretó el paso, sin prestarle la más mínima atención, mientras se infringía  violentos latigazos en las espaldas.

Después, al cabo de un rato,  vio como pasaba rauda una vieja monja. También, en esta ocasión, hizo por acercársele mientras la llamaba: “¡Hermana! ¡Un momento, hermana. Por favor!” Pero aquella figura hosca y enlutada salió corriendo, tapándose la cara.
 Total: que quedarse allí no era nada apetecible. ¡Al contrario: aquello era horrible! ¡Un verdadero infierno!

El cura, cada vez más perplejo, acabó por volver a la puerta para encontrarse de nuevo con San Pedro, y entonces le propuso:

-Santidad: ¿sería posible que se me concediera  entrar un momento en el Infierno? ¡Tan sólo un momento! ¡Por curiosidad!
-¡Por supuesto, hombre!- le contestó San Pedro. -¡Dile a Satanás que vas de parte mía y ningún problema!


    Así lo hizo el buen hombre y cuando llegó a las puertas del Infierno, le pidió permiso a Satanás para entrar un momento, a echar un vistazo, con el beneplácito de San Pedro. El Diablo no le puso ninguna objeción y le permitió entrar y estarse todo el tiempo que deseara. ¡Cuál sería su sorpresa cuando, nada más traspasar las puertas,  se encontró con una animación fenomenal! En un ambiente de lo más relajado y distendido, allí todo eran caras sonrientes y gente feliz y contenta. A todo el mundo se le veía animado, disfrutando de la existencia: charlando, riendo, bailando… ¡Tomando unos mojitos…! “¿Pero qué es esto? ¡Si aquí se está en la Gloria! ¡No entiendo nada…!”


El pobre cura, completamente atónito, salió de nuevo afuera y le preguntó al diablo:

-Señor Satanás, le ruego me disculpe, pues estoy muy desconcertado y aturdido, ya que tenía entendido que el Infierno era un lugar horrendo y pavoroso…  Una condena a castigos sin fin… torturas y suplicios. ¿No es así?
-¡Pues ya ve que no!- le contestó de Demonio, entre carcajadas. –Me parece que está usted un poco pasado de moda.
-Pero, entonces… -insistió el cura- ¿no era aquí donde se hostigaba a las almas con arpones y tridentes,  y se las arrojaba al fuego vivo de inmensas y eternas hogueras…?
-¡Ay! ¡Ahora que lo dice, esa escena me suena…! –le contestó el Diablo, poniendo cara de nostalgia mientras se rascaba la perilla -¡Pero de eso hace ya mucho tiempo…!
-¿Cómo que hace mucho tiempo?
-¡Pues lo que digo! ¡¡Que eso era antes…! ¡Era antes!
-¿Pero antes… de qué? –preguntó el cura, exasperado.
-¡Pues mire: Exactamente antes de que llegaran por aquí un tal Sócrates y un tal Buda!fue la lacónica y lapidaria respuesta del Diablo, la cual  resolvía por completo aquel enigma.

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

¡Eso es todo!

Como diría “El Risitas”: “¿Lo han pillado?”

“Con el mundo a cuestas.” ¿Recuerdan? Acarreas tu mundo a dónde quiera que vayas. “Infierno y Paraíso están dentro de ti”, cantaba Zucchero en su marchoso tema titulado: “Baila, morena.”



 El que lleva la luz dentro… llega al Infierno y lo acaba transformarlo en un Paraíso…(como lograron hacer Sócrates y Buda, en el cuento)... pero aquel que transporta en su interior un mundo sucio y oscuro… ¡Ese, aunque llegue al Cielo…  a la mismísima Gloria la convierte en un Infierno!



 Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-     
 T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com 


lunes, 15 de octubre de 2012

“Con el mundo a cuestas” (1ª. parte) (“Harto de estar harto.”)




En mi época  de adolescente solía canturrear con mucha frecuencia un tema de Serrat que lleva por título “Vagabundear.” La letra de la canción comenzaba así:

"Harto ya de estar harto, ya me cansé
de preguntar al mundo por qué y por qué…
La Rosa de los Vientos me ha de ayudar
y desde ahora vais a verme vagabundear. 
Entre el cielo y el mar:  va-ga-bun-dear…”
                                                                         

Y es que las letras de Serrat siempre suelen hacer diana en los puntos clave.  Porque… ¿quién  no se ha sentido alguna vez harto? ¡E incluso harto de estar harto…! Y cuando ese es el caso, no es extraño que a uno le “entren” ganas de largarse, de irse lejos, de “darse el piro”, de borrarse… y por unos instantes sentimos como emerge, desde nuestro interior, el espíritu del Vagabundo… Perderse por los caminos… viajar a tierras lejanas… probar suerte en otro sitio… trasladarse a otras latitudes… ¡poner rumbo a las antípodas!





            Hay ocasiones en que la fuerte tentación de la marcha, la fuga o el impulso migratorio no viene motivado por un hartazgo o hastío total o global, sino por la saturación o dolor que nos está produciendo ciertas áreas concretas de nuestra vida actual. Así, pues, para algunos aspectos, la partida puede resultarnos dolorosa, pero, por otra parte, nos puede parecer que es necesaria, que representa la única salida, la única solución… 

            De hecho, son  múltiples las canciones que han hecho eco de este impulso humano, como inmortalizaba, por ejemplo Nino Bravo, allá por los 70, con “Un beso y una flor”; hermoso tema de Herrero y Armenteros,  que proclamaba encontrar, más allá del mar... un lugar “donde el sol cada mañana brille más…”



            Desde luego, todo ello son experiencias que pueden probarse y que duda cabe que en ciertos momentos un cambio de aires puede llegar a sentarnos muy bien… ¡temporalmente!

 Lo que apenas, si no nunca, solemos tener en cuenta es que, vayamos donde vayamos… vamos siempre cargados… acarreando el mundo a cuestas. "Nuestro mundo" viene siempre con nosotros. Va todo incluido en el pack. Podemos decidir cambiar de ciudad, de trabajo, de pareja… de lo que sea… ¡Es igual! No digo que no sea legítimo. ¡Al contrario! Los nuevos paisajes pueden estimular más nuestra atención y de esa manera llegar a ayudarnos a desarrollar nuevas perspectivas…

    Pero lo que habremos de descubrir es que nuestra visión del mundo, nuestra weltanschauung, como dicen los alemanes, la llevamos con nosotros allá donde quiera que vayamos… y a la corta o a la larga, eso será lo que proyectemos en el exterior. Es decir: eso volverá a ser  con lo que nos encontraremos de nuevo en nuestra vida. ¡Otra vez la misma historia: aquí, allá, más allá, en la China o en la Conchinchina…!



Es curioso que  John Paul Getty, uno de los magnates más grandes  de la historia,  escribiera que si todo el dinero del 20 % de los hombres más ricos del mundo se repartiera equitativamente entre  todos los habitantes del planeta, en sólo 5 años volvería a las manos del  mismo 20 % de personas, ya que eran aquellas las que estaban mentalizadas para atraer y mantener el dinero en sus vidas. Algo muy parecido es lo que mantiene la moderna P.N.L., la Programación Neurolingüística, la cual concede una importancia primordial a nuestra programación mental, nuestro Sistema profundo de Creencias, que desde el propio Inconsciente acaba por dirigir nuestros pasos por la vida… ¡Vamos, como escribía más arriba: nuestra weltanschauung, nuestra visión del mundo que va con nosotros a todas partes!




Y es que, después de todo, resulta que parece que es verdad el hecho de que la mayoría de las personas que reciben un súbito premio de la fortuna (herencia inesperada, lotería, etc.), al cabo de unos pocos años, tienden a regresar al mismo nivel financiero que tenían antes del suceso afortunado.



Lo fascinante de todo este asunto es poder considerar que exista una relación isomórfica en el conjunto de  la  Realidad. Un isomorfismo que conecta microcosmos con macrocosmos, conciencia con materia… nuestro mundo interno con nuestro mundo exterior… Todo ello nos llevaría a conceder una importancia tremenda a la psicoterapia… a la autoconciencia… y a la meditación, pues antes de que el  mundo y nuestras vidas puedan cambiar de forma duradera, necesitaremos una profunda revisión de lo que creemos que es nuestra propia realidad. 

           (Continua en el siguiente post.)

                    

Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-     
 T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com 

miércoles, 3 de octubre de 2012

En busca del Tesoro.” (2ª. Parte.) ("Todo el mundo busca lo mismo.")




Si total son cuatro días, para qué vas a exprimirte el limón…” cantaban con ironía “El Último de la Fila”, pero seguiría dando igual si en vez de “cuatro días” fueran tan sólo dos. ¡Es condición humana! Aunque pueda no parecerlo, incluso los despistados y los “pasotas”, hasta los más tranquilones e indolentes andan tras las huellas de El Dorado. Aunque, eso sí: a su flemática manera.

En definitiva, todos nos encontramos embarcados en el mismo Viaje, todos andamos metidos hasta el cuello en lo que resulta ser una grandiosa cruzada… una Odisea cósmica… (la Vida). Y en ella, todos vamos –cada uno a nuestra manera- en Busca del Tesoro. ¡Incluso sin darnos cuenta! Es por ello que escribí en el anterior post que “todos somos buscadores.”



      En cualquier caso, igual que se pronunciara Aristóteles hace veinticinco siglos,  podríamos decir que todo hombre busca la felicidad”. Sin embargo, circunscribir la  felicidad a una  forma concreta puede que se trate de una auténtica misión imposible. El propio discípulo de Platón ya nos puso en sobreaviso de esta dificultad y así lo hizo constar en las lecciones de Ética que escribió para  su hijo, Nicómaco: “... el nombre todos lo conocen, tanto el vulgo como los principales, dicen ser la felicidad el sumo bien; pero en cuanto al entender qué cosa es la felicidad, hay diversos pareceres, y el vulgo y los sabios no lo determinan de una misma manera. (...) Y aún muchas veces a un mismo hombre le parece que consiste en varias cosas, como al enfermo en la salud, al pobre en las riquezas ...”





“Cada loco con su tema”, recordaba en la primera parte de este artículo y es que, al fin de cuentas, como reza otro célebre dicho: “Todos los caminos conducen a Roma”. Una buena metáfora para poder aceptar la existencia de las incontables rutas del ser humano,  pero que tras perderse por los infinitos laberintos mundanos… habrán de acabar convergiendo en una única meta común…




Existe un precioso sutra, un texto sobre una historia de Sidharta Gautama, el Buda. Es un relato muy hermoso y que puede venir bastante al caso de este tema. Explica que un día un hombre se dirigió, por la mañana temprano, a donde estaba el Buda con sus discípulos, para realizarle una consulta de máxima importancia para él. Este hombre era una persona muy religiosa y creyente, así que la pregunta que formuló a Buda fue la siguiente:

        -Maestro: ¿Verdad que Dios existe?
        -Claro que sí- respondió el iluminado.
  -¡Gracias, gracias, Maestro!- contestó el hombre creyente, inmensamente  satisfecho, mientras  marchaba.

         A eso del mediodía, acudió  otro hombre para realizar, también, su consulta. Pero este, por el contrario, era un hombre completamente ateo.

       -¿Maestro: ¿Verdad que no existe ningún Dios?
       -Desde luego que no- fue la respuesta que dio esta vez Buda.
       -¡Lo sabía! ¡Lo sabía!- dijo el hombre ateo, excitado y contento mientras marchaba agradecido.

          Por último, hacia el anochecer llegó un tercer hombre para escuchar que le podía decir Buda sobre la que era su mayor preocupación. Ahora se trataba de un hombre agnóstico, aguijoneado constantemente por la duda.

       -Maestro: ¿Tal vez… pudiera ser que, por ventura, Dios… llegara a existir?- formuló con titubeos el agnóstico cavilador.

        -Esa es una pregunta cuya respuesta sólo puedes encontrarla dentro de ti. Mira atentamente hacia adentro y conseguirás hallarla en tu interior- fue la contestación de Buda para esta ocasión.
       -¡Está claro, Maestro, está claro!- reconoció el hombre agnóstico. Y dando un millón de gracias marchó pensativo.

            Mientras tanto, los discípulos de Buda, que habían seguido las tres escenas, sin perderse detalle,  a estas alturas estaban más que perplejos y desconcertados. Se hubieran estirado de los pelos de no llevarlos rapados, pues no daban crédito a lo que habían venido escuchando, a lo largo del día, de los labios de su maestro,  ya que consideraban que éste se estaba contradiciendo sin parar. Finalmente, Ananda, el discípulo de mayor confianza, se dirigió a Buda y se atrevió a formularle:
       -Maestro: perdonad mi cuestionamiento, pero me siento confundido al escuchar las diferentes respuestas que le habéis dado a cada uno de esos hombres.

       -¡Ananda! ¿Qué hacías escuchando todas aquellas palabras?- le reprendió Buda- ¡Aquellas palabras no fueron pronunciadas para tus oídos!  (Ahí ya va, de entrada,  una gran lección)

       -Os ruego que me perdonéis de nuevo, Maestro.- se disculpó el discípulo- Pero aún me gustaría que me ayudarais a deshacer mi confusión.

       -Está bien.-accedió Buda- La cuestión que me planteas es bien fácil. No sentirías ninguna perplejidad si vieras, con total certeza, el hecho de que todo el mundo está buscando exactamente lo mismo.

       -¿Entonces… que queréis decir, Maestro?

       -Pues sencillamente eso: que cada hombre anda buscando lo divino, lo único que ocurre es que cada ser humano… lo anda buscando desde su propio camino.


 Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-     
 T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com