viernes, 24 de febrero de 2012

"La Verdad está ahí fuera" (2ª parte) (En todas partes)

        
          En el anterior post,  tras comentar sobre la artificialidad de las fronteras, en el mundo real, sugería el irnos acercando a una visión global y holística del Universo, en donde, más allá de la separación y multiplicidad que perciben nuestros limitados sentidos, subyace una Unidad de todo lo existente. A partir de aquí, los conceptos “dentro” y “fuera” perderían su significado separador… Con todo lo cual, acabé  con el planteamiento provisional de que, entonces,  “La Verdad está en todas partes.”

  Y bueno… pues resulta que si seguimos las últimas propuestas científicas, en la rama de la cosmología, habremos de esforzarnos por salir de nuestro asombro, cuando nos expliquen las cualidades holográficas del Universo… ¡El Universo vendría a ser  como un inmenso holograma! 




       Para los que no estén  demasiado puestos en el tema de los hologramas, ya saben: esas imágenes tridimensionales proyectadas en el espacio, que muestran los objetos completos, desde todas las perspectivas…, pues a grandes rasgos se podría decir  que su característica fundamental y más sorprendente es que en cada punto del holograma se encuentra, en miniatura, reproducido el holograma entero…  contiene la información de todo el holograma. O lo que es lo mismo: El Holograma completo está formado por “infinitos” “hologramitas”…

            Esto me recuerda mucho a la relación microcosmos/macrocosmos…  a “El hombre es un universo en miniatura”… y al antiguo proverbio: “En una gota de agua está contenido todo el Oceano..."



        En definitiva, como decíamos: "La Verdad está en todas partes."Pero entonces, ¿estamos ante un discurso místico… o ante un discurso científico…? ¿O es que pueden llegar a aproximarse tanto… el uno al otro…?

            Esto me retrotrae al sabio legendario chino Lao Tse y su inmortal Tao te Ching: el taoísmo. Pues  el Tao lo rige todo, y lo hace de acuerdo a la Ley Natural. Fíjense bien, pues esa frasecita se las trae. Esto representa algo muy revolucionario para el discurso metafísico y para la espiritualidad, en general: esto implica, ni más ni menos, que el Universo, La Fuerza, El Campo, El Todo… Dios… en fin: llámenlo como más les plazca… resulta inmisericorde. Lo he escrito bien. O sea: no ejerce piedad, altruismo o compasión. El Todo… El Tao… Dios… no actúa amorosa y compasivamente… sino con el rigor inexorable de la Ley Natural.



            Y como una cosa me lleva a otra, todo esto me hace recordar una antigua canción de Serrat: “Que volin els falciots… tant li fa al vent… tant li fa al sol… O li fa tant!” (Que vuelen los vencejos le da igual al viento… le da igual al sol… ¡Al sol tanto le da!) Pues resulta que 2+2 = 4. Si no lo sabes: peor para ti. ¡Ah! Pero cuando llegas a saberlo… es que estás aprendiendo a sumar. Y ya saben: si sabes sumar, ya comienza a ser más difícil que te timen los estafadores. Bueno, la verdad es que cuando ya sabes sumar… has comenzado un camino que podrá llevarte hasta las estrellas. 




          2+2 = 4. ¡La Ley está ahí! Como diría Andreu Buenafuente: “¿No se si me explico?” Pero repito, una vez más: “¡La Ley está ahí! ¡Esperando a que la encontremos! ¡A que la descubramos!


            Cuando a Miguel Ángel le preguntaban como conseguía esculpir aquellas estatuas tan sublimes, el genial artista renacentista se limitaba a contestar que las esculturas ya estaban dentro del bloque de mármol, y que él lo único que hacía era sacar “esa materia oprimida a la luz”.


¡Que idea tan magnífica! ¡El David ya estaba ahí! ¡La Piedad ya estaba ahí! ¡Esperando a ser liberada, manifestada…! Sin embargo, uno podría mirar al enorme bloque blanco de mármol de Carrara, y decir: “¡Yo no veo nada! ¡Ahí no hay nada!” Y ya ven: cuando Miguel Ángel, en cambio, lo miraba… veía de todo. ¡El bloque estaba lleno de esculturas! ¡De él podía salir cualquier cosa! Bien mirado, vendría  a ser lo mismo que lo que nos dicen, ahora, los científicos sobre el Vacío Cuántico: ¡El Vacío no está vacío! ¡El vacío está lleno!  ¡Completamente lleno! ¡Repleto de partículas y antipartículas virtuales! ¡Del Vacío… puede salir cualquier cosa…!


            Como decía antes: ¡La Ley está ahí! ¡Esperando a que la descubramos! Por eso siempre me ha gustado mucho más el término "descubridor" que el de "inventor". También la electricidad ha estado ahí… desde siempre, aunque el hombre no haya descubierto la forma de utilizarla hasta el siglo XIX. Y lo mismo ocurre con todo: con el álgebra, con la música…  con la energía nuclear… o con cualquier cosa.  ¡Incluso con el Amor!



            ¡Claro! ¡De eso se trata! ¡Ese es el gran periplo del Ser! ¡En eso consiste el juego del escondite de la Divinidad: La Danza de Shiva … ¡También el Amor está ahí! ¡El Amor está aguardando, con paciencia infinita…! ¡El Amor está ahí fuera! Y ahora ya sabemos que es lo mismo que decir: ¡El Amor está aquí dentro! El Amor está ahí… esperando, con los brazos abiertos, a que lo encuentres… a que lo descubras…  a que lo liberes… ¡Y a que lo expreses!
                                          
                                        (Continua en el siguiente post.)

viernes, 17 de febrero de 2012

La Verdad está ahí fuera. (1ª parte) (¿Dónde?)




Sin duda, la mayoría de ustedes recordarán la celebre serie televisiva de los 90, “Expediente X”, posteriormente llevada al mundo del cómic. La de la carismática pareja de la FBI: el agente Mulder y la agente Scully, encargados de resolver casos extraños, envueltos siempre en una atmósfera paranormal, y con la trama de fondo de una insinuante conspiración alienígena. Muchos de ustedes, seguramente, también recordarán que los capítulos comenzaban  con el enigmático rótulo y la voz en OFF que decía: “LAVERDAD ESTÁ AHÍ FUERA…” Siempre me pareció una gran frase. A decir verdad, era casi lo que más me gustaba de la serie: la mítica frase de la voz en OFF… aquella voz potente haciendo resonar la sentencia: “La Verdad está ahí fuera…”



Aunque bien mirado, fuera y dentro, a pesar de que representan un par de antítesis, pueden llegar a intercambiarse, con lo cual, también podría decirse: “La Verdad está aquí dentro…” Como escribiera Herman Hesse en su relato corto Dentro y Fuera: “Nada está fuera, nada está dentro; pues lo que está fuera está dentro.” De eso, precisamente, trata el relato de Hesse: de demostrar que pueden transcenderse los pares de opuestos y accederse, así, a un conocimiento “mágico” de la Realidad. Hoy en día, más que “mágico”, utilizaríamos, mejor, el concepto de “translógico”, o “transcendental”, o “transpersonal”.



(Les ruego la bondad, por su parte, de emplear un poco de paciencia conmigo, pues voy a irles complicando un poquito la cosa.)

Añadiendo una pincelada más al mismo tema, diré que solemos atribuir, habitualmente, a las “fronteras” la cualidad de dividir, de separar, mientras que si las percibimos como simples demarcaciones o líneas divisorias, entonces pueden considerarse líneas de separación como, de igual forma, pueden considerarse también líneas de contacto. Tengo un ejemplo, a mano, muy sencillo: cuando era un niño pequeño, me solía quedar extasiado mirando el océano… Y en mi visión infantil, la línea del horizonte creía, literal y físicamente, que era donde se encontraba el cielo con el mar. Donde se juntaban... donde se unían ambos...



De la misma forma, y sin necesidad de evocar visiones infantiles, puede decirse que el litoral es donde se junta el mar y la tierra. Entonces… ¿las “fronteras” separan… o las “fronteras” juntan…?


Tal vez, habríamos de comenzar por reconsiderar el concepto de frontera. Y, como escribe Ken Wilber: “Hay una gran diferencia entre una línea y una frontera.” Las líneas, desde luego, distinguen: reconocen una distinción, delimitan los opuestos… pero a la vez los unifican, los juntan… los ponen en contacto… los vincula en una unidad inseparable. Así pues, siguiendo a Wilber: “el mundo real contiene líneas, pero no fronteras.”
Con todo ello, podemos llegar a comprender que si, en realidad, no existen fronteras, que si tan sólo son conceptos arbitrarios, fruto de un consenso social… al eliminarse las fronteras… todo deja de estar separado. Nada es independiente. Luego… ¡Todo es Uno!

Y si la Unidad es todo… entonces: no hay nada fuera… ni nada dentro (¿dentro de qué?, ¿fuera de qué, si no hay frontera alguna?) (¿Lo van pillando?).



A estas Unidad podemos llamarle el Kosmos, el Tao… Dios… o, con una nomenclatura más propia del discurso científico actual, el “Campo”. Podríamos decir, entonces, que cada uno de nosotros nos encontramos “dentro” del Campo… y, a la vez, el Campo también está dentro de cada uno de nosotros… El Campo lo abarca todo.



Al acceder, no teóricamente, sino vivencialmente, experiencialmente, a esta conciencia de Unidad, entonces se transciende nuestra típica percepción corporal habitual que, reforzada por nuestros pensamientos, nos da la contundente aunque engañosa sensación de existir totalmente separados...  




...la engañosa sensación de existir encapsulados en nuestra piel... aislados de los demás… aislados del resto… aislados del “exterior”… viviendo aprisionados dentro de la “botella”, como el ganso de aquel célebre koan zen... 
Con la Conciencia de Unidad, digo, se transcienden los sentidos y el ego se disuelve en el Campo, regresando al vasto Oceano de la Conciencia de donde, en realidad, nunca ha salido.

Esta “vuelta a casa”, este retorno de la conciencia a su hogar original sería el “seguir el Tao” de la mística china, el advaita indú, el nirvana budista… y para Jesucristo sería lo que él denominó “el reino de los cielos”.
Entonces… después de todo lo dicho: ¿dónde está la Verdad?
¿Qué les parece si les digo,  de momento: “La Verdad está en todas partes”? 

                             (CONTINUARÁ en el siguiente Post)

viernes, 10 de febrero de 2012

El Rio de la Vida ("Be water, my friend"))




     Hace unos años, una compañía de automóviles de alta gama tuvo la afortunada idea de incorporar en uno de sus anuncios televisivos, un fragmento de la última y célebre entrevista a Bruce Lee, de 1971. Concretamente, aquella secuencia en la que pronuncia sus inmortales palabras: “Be water, my friend…” El discurso completo del carismático maestro de kung fu nos remitía a antiguas enseñanzas taoístas. Traducidas, sus palabras decían lo siguiente: “Vacía tu mente… Libérate de las formas… como el agua. Pon agua en una botella y será la botella. Ponla en una tetera y será la tetera… El agua puede fluir o puede golpear. ¡Se agua, amigo mío!”





Sin embargo, no solemos seguir los sabios consejos del luchador filósofo. No sólo no acostumbramos a vaciar nuestra mente y a liberarnos de las formas, sino que, por lo general, vivimos continuamente dominados por nuestros pensamientos. La mayoría del tiempo permanecemos como hipnotizados por los recuerdos que van apareciendo en nuestra mente, cosa que ocurre sin nuestro control consciente, pues aunque la mayoría de las personas crean que son ellas quienes dirigen, libre y voluntariamente, sus pensamientos, la verdad suele ser diferente: esos pensamientos… sencillamente afloran en nuestra pantalla mental, sin que ejerzamos ningún control sobre su aparición.




Tan sólo, de forma esporádica, intentamos degustar la existencia aferrándonos al presente, al aquí y ahora, como aquel que se esfuerza desesperadamente por salir de un sueño y despertar. Para sentirse en el mundo real… para sentirse vivo.

Sin embargo, llegados a este punto, lo que solemos hacer para que no se nos escape ese momento… es caer en el error de intentar prolongar la acción que se está realizando, tratando, con ello, de prolongar, a su vez, la sensación que se está experimentando. Dicho de otra forma: intentamos eternizar el momento a base de intentar eternizar la acción. 




Como los relojes dilatados de Dalí, que parecen irse derritiendo... intentamos estirar el tiempo... el instante... Derretirse o congelarse... en el fondo, vendría a ser equivalente... pues, también, vendría a ser algo así como quien fuera congelando una imagen de video, dentro de una película, pulsando la tecla de pausa... o rebobinando una y otra vez la escena, en un bucle maníaco y desesperado. (¿Recuerdan aquella película de "Atrapados en el Tiempo"... aquella del Día de la Marmota...? Pues aunque parezca exagerado y absurdo, viene a ser algo parecido) Con todo ello, no estaremos haciendo más que caer en el círculo vicioso de una confusión fatal.




Lo que nos cuesta enormemente captar y descubrir es que la forma real de eternizarse no puede llevarse a cabo si no es a través del propio fluir de la acción (“be water, my friend”), entregándose y fluyendo completamente con la propia acción. Justamente lo contrario a lo que, como decía en el párrafo anterior, estamos tratando de hacer. Es decir: hemos de soltar, en vez de retener.



Cuando renunciamos a retener la acción, cuando renunciamos a retener la sensación… entonces renunciamos, también, a la posesión, y con ella, al pretendido control de las mismas. Entonces… permitimos que “la cosa sea…”, aceptamos que la vida se exprese… fluyendo nosotros con ella.



Es entonces, de esa manera, cuando podremos percibir, sin apego ni aflicción, que el flujo de la vida continua… Y eso nos va llevando a una participación de la existencia, que al irse prolongando, sin interrupciones… (porque en el flujo de la vida no existen las interrupciones como nosotros las solemos entender; en todo caso, de una cosa se salta a otra, continuamente, sin dejar rastro de lo anterior), al irse prolongando, digo, esta participación nuestra se va integrando con el entorno, llevándonos a una conciencia de plenitud.



Es el flujo lo que es eterno. El flujo de la Vida. Incluso el propio rio cambia a cada instante. Lo único que permanece, como diría el mismísimo Buda,  ni siquiera es el rio... sino  el “riar”.

En la Existencia, no existen los sustantivos… tan sólo verbos…


Si retienes el agua… la estancas. La corriente del rio nos obligará a abrir las compuertas, de lo contrario acabará por reventar la presa. Aplicando la metáfora diríamos que pretender retener el momento representa un intento absurdo de estancar la vida, de detenerla. Al igual que el rio, la vida cambia a cada instante. Lo que permanece es el vivir. El vivir si que es un flujo perenne, sin solución de continuidad.



Lo que ocurre, es que aunque creamos que estamos vivos, psicológicamente hablando, no siempre es así. Físicamente sí, desde luego. Vamos sobreviviendo de forma continua… a nivel físico...




...Pero lo que es a nivel psicológico, a nivel profundo, casi nunca estamos en la vida, percibiendo la vida de forma existencial, sino que nos arrastramos por el mundo de forma sonambúlica, mientras que nuestra atención mental vaga errante, atrapada entre un polvoriento archivo de recuerdos y un oscuro laboratorio de fantasías y proyectos.




Por el contrario, resulta un espectáculo magnífico contemplar a los hábiles surfistas cabalgando sobre las grandes olas. Con la fascinante exhibición de sus acrobacias logran aproximarse al sabio taoista Lie Zi, de quien se decía que era capaz de cabalgar el viento.



También el arte de la navegación a vela nos lo puede hacer recordar, viendo a los gráciles veleros deslizarse raudos sobre las espumas del mar, incluso con el viento en proa, aliándose para ello con la “magia” de la Naturaleza...

A diferencia de resistirnos, de rechazar... de elegir... como solemos hacer continuamente, entrar en el espíritu del Tao, lo que se conoce como wu wei, nos permite experimentar y fluir. Es como un actuar sin esfuerzo: esa es la auténtica y sabia Ley del Mínimo Esfuerzo: la forma natural de hacer las cosas. 


Seguir el camino del Tao es un permitir, un “dejar ser”,... un vivir sin interrumpir... el Rio de la Vida.



En contra de lo que pudiera parecer, de buenas a primeras, wu wei no se trata de inactividad... ni de pasividad, sino más bien de espontaneidad... de acuerdo al momento presente, renunciando a la acción calculada y preparada artificiosamente, con anterioridad. El oficio ha de aprenderse, desde luego; la técnica y el talento han de desarrollarse y depurarse al máximo... pero después, la cuestión es entregarse y sumergirse en la inmediatez de la propia acción, olvidando todo interés respecto a los resultados que pudieren derivarse. Es vivir la acción, tal como se está presentando, libre de objetivos.


Así se puede experimentar una identificación plena con la Vida.


Escrito por: Lauren Sangall. Psicólogo Clínico, Psicoterapeuta. Premiá de Mar -Barcelona- Tel.: 937516354  e-mail: laurensangall@gmail.com

viernes, 3 de febrero de 2012

El maestro siempre está a tu lado.



            He dedicado varios artículos en este blog al tema de la sincronicidad. En ellos he procurado argumentar e ilustrar a través de  diferentes ejemplos como la Vida parece ir dándonos pistas, ofreciéndonos atisbos de lo milagroso a través del misterioso juego de las coincidencias. Si bien, la visión más mecanicista o materialista dura, equipara toda coincidencia, por asombrosa que pudiera considerarse, a puros sucesos aleatorios, pertenecientes a un mundo caótico, dominado por el azar, por el contrario, al irnos abriéndonos a una perspectiva más ecológica, más holística… en las coincidencias podemos ir reconociendo la presencia de la Sincronicidad. Con una mente abierta y atenta, podemos a veces intuir, en las conjunciones de coincidencias, acontecimientos necesarios… dentro de una trama donde todo se interconecta. Acontecimientos que llevan en sí mismos una información valiosa… un mensaje que nos ayude a desarrollar un propósito… una vida con sentido.



            De ser así, el aprender, entonces, a captar acertadamente esas pistas podría beneficiarnos enormemente en nuestro transitar por la vida, ya que nos dispondría a aprovecharnos de las oportunidades que la existencia, a través de la trama de la vida, a través de los sucesos del mundo… nos iría ofreciendo.

            Un antiguo adagio zen reza que “Cuando el discípulo está preparado, entonces llega el maestro.” A mí, de jovencito, confieso que me fascinaba esta sentencia. Me intrigaba en extremo el enigma de cómo podría llegar a darse tal encuentro. En la imaginería desbordante de mi incipiente adolescencia, me recreaba, en ocasiones, con fantasías extravagantes a propósito del tema.



Elucubraba con la desproporcionada eventualidad de que honorables y místicos lamas, así como toda suerte de gurus iluminados y otros esotéricos maestros de lo oculto, desde recónditos lugares del Tibet, o por el estilo, recibirían, tal vez, información telepática, percepciones a distancia… o visiones astrales… (¿qué sabía yo?) …de los colores del aura… (¡A lo mejor!)  de aquellos “discípulos” que ya estuvieran a punto… de quienes llegaban, por fin, a estar preparados.



         
   Sin duda, debió influirme para fantasear tan excéntricamente, mi intensa afición, por aquella época juvenil,  a los comics de super héroes Marvel, en especial a la colección del Dr. Extraño y su fabuloso amuleto: “El ojo de Agammoto”, un místico y arquetípico Ojo que todo lo ve.





Me costó unos cuantos años darme cuenta de que “tal encuentro”, efectivamente, resulta siempre inevitable. Y resulta que la solución al enigma viene a ser de lo más simple. Pues acontece que el maestro siempre encuentra al discípulo… por la sencilla razón… de que el maestro… siempre ha estado ahí… ¡A su lado! Lo único que sucede es que uno  no lo veía… porque todavía uno…  no estaba preparado para verlo!

En el momento que estás preparado… ¡zas! ¡Ahí lo tienes! No es que se materialice de la nada… sencillamente que ahora podemos verlo. Al estar preparados, podemos apreciar lo que antes pasaba desapercibido… irreconocible.



Simplificando, podemos hacer una analogía bien sencilla con los pasatiempos tipo “Sopa de Letras”, en donde de buenas a primeras tan solo vemos un conglomerado  o mosaico de letras, ordenadas sin sentido, pero tan sólo hace falta un revisión más atenta para que podamos comenzar a distinguir las palabras enmascaradas.



Lo mismo ocurre con los dibujos ocultos: el tema siempre es el mismo: descubrir que objeto, dibujo o mensaje se encuentra camuflado en la trama del cuadro. Pueden presentarse en múltiples niveles: desde simples siluetas ligeramente disimuladas, que sirven como fichas infantiles para colorear…


…hasta los fascinantes estereogramas, también conocidos como “El Ojo Mágico”. En estas abigarradas tramas pueden descubrirse espectaculares planos tridimensionales, en donde aparecen elaboradas e insospechadas escenas, absolutamente invisibles a primera vista. Como por ejemplo, el estereograma que les coloco a continuación, donde tras el aburrido e insípido entramado gris… se esconde el busto de Nefertiti… ¿Logran verlo?



Si no lo hubieren conseguido, no se desanimen: la mayoría de las personas desisten aburridas, pero el secreto consiste en desenfocar la vista. No tanto como para ver la imagen doble… pero casi. Si logran el punto justo de desenfoque, en la siguiente trama podrán ver dos canguros boxeando,  en auténtica 3D.




Algo parecido también suele ocurrir cuando, con el transcurso de los años, volvemos a releer            una gran novela o a ver de nuevo una buena película. ¡Nos parece otro libro! ¡Otro film! Descubrimos cantidad de datos, de información… de mensajes que en la primera ocasión, años atrás, no habíamos percibido en  absoluto. ¿Pero todo eso estaba ahí? ¡Desde luego! “¿Cómo puede ser que no lo hubiéramos visto antes?”, nos solemos preguntar, sorprendidos. Sin embargo, las cosas son así. Tan sólo asimilamos, en un momento determinado, aquello que nos resulta significativo. En definitiva: podemos ver y percibir algo… solamente cuando estamos preparados para ello.



Por eso mismo, a una cabra no se le puede ocurrir recoger flores silvestres para hacer un ramillete. Aunque se encontrara ante un espléndido campo de amapolas, no hará otra cosa que comérselas. Y lo mismo ocurriría si, por ejemplo, se encontrara con un libro… después de olisquearlo… acabaría comiéndoselo. Pues para la cabra, el libro tan solo puede representar una sola cosa: comida. Para ella será alimento. ¡Y daría igual que se tratara de una novela de aventuras que de un ensayo científico! Tanto si fuera la Biblia, el Corán, La Evolución de las Especies… o las obras completas de Dostoievski, acabaría zampándoselo enterito. ¡A mordiscos!


Si, por el contrario, quien se topara con el libro de marras fuera un hombre primitivo, un indígena analfabeto de una tribu perdida… entonces, lo más probable es que acabara utilizándolo como combustible y usara el libro para hacer fuego con él



Finalmente, si quien encontrara el volumen impreso fuese una persona civilizada, un hombre culto, al descubrir que se trataba del Bhagavad Guita… o del Hamlet, de Shakespeare, pongamos por caso, considerándolo como un legado de la Humanidad… lo guardaría y hasta, incluso, podría ver en esa coincidencia, la oportunidad de leerlo y poder, así, degustar el arte del genial dramaturgo inglés o de acercarse al profundo mensaje místico del Señor Krisna…



Y lo más interesante es que todas las reacciones son legítimas, Todas estas interpretaciones son válidas, ya que son lecturas posibles y viables, aunque distintas, de una misma realidad.

Pero entonces, volviendo al tema central que nos ocupa,  si el maestro, como decíamos antes, se encuentra siempre a tu lado… ¡Esperando! ¡Con paciencia infinita! Manteniendo la espera lo que haga falta para que podamos llegar a verle. Entonces… digo, ¿Quién habría de ser, concretamente, mi maestro…? 




¿Quién es el que está siempre junto a mí… esperando a que abra los ojos… y lo vea…? ¿Será fulano…? ¿Será Don Mengano…? ¿Quién será aquel que se encuentra siempre a mi lado…? ¡Tan cerca de mí…! ¡A mi alrededor…!
Tan sólo hay una respuesta segura… ¡Infalible! Quién está ahí fuera siempre…en todo momento… sin abandonarme jamás… Interrogándome… Provocándome… Mostrándome… Enseñándome… Castigándome… Premiándome… Sacudiéndome… Espabilándome… Acunándome… Acariciándome…  Desgarrándome… Permitiéndome… no es otro que… EL MUNDO…



     En efecto. ¡Sí! ¡El Mundo! El mundo, que tal como el último y definitivo arcano de las cartas del Tarot lo representan, es el gran  Bailarín, andrógino y arquetípico, que con su baile sin fin nos está mostrando, enseñando... a bailar... la vertiginosa danza de la Vida.
 
      
 
       ¡Mi Maestro…! ¡Tu maestro…! ¡EL MAESTRO… MUNDO!