viernes, 25 de mayo de 2012

TALLER DE CONCIENCIA CORPORAL




El próximo mes de junio comenzaré a impartir una serie de talleres de Conciencia Corporal. El primero tendrá lugar el viernes, día 15 de junio, de 17 a 20 h., en “Can Rosich”, de Pineda de Mar. 


Este es el anuncio:


    TALLER DE CONCIENCIA CORPORAL
                                                                                                                                                  
                                                                                                               (El requisito olvidado)


Taller teórico-práctico de Introducción a la        Conciencia Sensorial Integrativa.


Los pilares básicos para el autoconocimiento, la integración cuerpo-mente y la expansión de la conciencia.

-      ¿Sabes dónde colocas tu centro de gravedad?
-      ¿Están tus pies despiertos y bien plantados en la tierra?
-      ¿Descarga tu cuerpo el estrés o lo acumula?
-      ¿Te permites vibrar con vitalidad o te refugias en la rigidez?
-      ¿Hay energía viva en tu tacto?
-      ¿Es tu respiración profunda?
-      ¿Consigues relajarte plenamente?
-      ¿Sabes entrar en tu espacio interior?
-      ¿Retienes el dolor o lo sueltas…?



 La cantidad de energía corporal determina la calidad de nuestra respuesta vital.

El nivel de conciencia corporal nos proporciona la capacidad de sentirnos  intensamente vivos y radiantes.

 Es a través de la Conciencia Corporal como conseguimos conectarnos con el aquí y el ahora.




Fecha del taller:   Viernes, 15 de junio 2012
Lugar: Can Rosich (Pineda)
Horario: de 17 a 20 h.
Imparte:  Lauren Sangall  (Psicoterapeuta)
Precio: 30 €  (incluye consumición de coktail de frutas en la tertulia de despedida).
Materiales necesarios: ropa cómoda, calcetines, toalla pequeña,  esterilla y          almohadilla.
Contacto para reservas: Tel. 93 751 63 54   
                                     e-mail: laurensangall@gmail.com

viernes, 18 de mayo de 2012

"La Resiliencia": Epílogo. (La alquimia de las ostras.)




            “La resignación es un suicidio cotidiano”, escribió Honoré de Balzac. ¡Es una triste reflexión! Pero es así, sobretodo, por no estar al corriente de cómo son las cosas, por no saber aún que la vida duele hasta crujirte los huesos…. que es una caja de sorpresas y que el mundo está lleno de trampas…. ¡Y que está bien que así sea!

            Por otro lado, escribía Roberto Cabrera, el insigne artista e intelectual guatemalteco, que “no hay más que la ruta de desaciertos y caídas para encontrar la verdad. No hay más que el grito de dolor antes de ver la luz que brilla en tu interior.” Y ya que he comenzado este epílogo de los artículos sobre la Resiliencia con citas literarias, voy a continuar recordando unas palabras de Paulo Coelho y que ya son emblemáticas de su discurso: “El Universo siempre conspira a favor de los soñadores (…) Cuanto más se aproxima uno a su sueño, más se va convirtiendo la Leyenda Personal en la verdadera razón de vivir.”


            Pues resulta que, en nuestro paso por el mundo, tarde o temprano encontraremos resistencias e, incluso, en algunas ocasiones, nos parecerá que todo va rematadamente mal. ¡Es una buena señal! ¡Ya lo creo! No pretendo provocarles con mi cinismo, sino insinuarles una tercera alternativa:

La 1ª  sería: “La vida es una puta mierda.”

La 2ª: “¿Seré yo un auténtico gilipollas?

Y la tercera alternativa es que, tal vez,  estemos apretando a fondo el acelerador. (¿Pero qué dice este hombre?) ¡Pues eso! Podemos estar acelerando la velocidad en nuestro viaje… en busca de nosotros mismos…. Como ha dicho el propio Cohello: “hay momentos en que las tribulaciones se presentan en nuestras vidas y no podemos evitarlas. Pero están allí por algún motivo. Sólo cuando ya las hemos superado entenderemos por qué estaban allí.”

Desde luego, es verdad  que este enfoque nos abre hacia una visión transcendente… ¡Pero, bueno! ¡A fin de cuentas, este es un blog de psicología transpersonal! Así pues, ante los reveses de la vida, no todo ha de verse como mala suerte y de que hacemos las cosas mal… sino que también podemos comenzar a intuir señales… ¡Señales de que estamos haciendo progresos! Los niños suelen tener fiebre cuando están creciendo. ¡Son los dolores del crecimiento! De igual forma,  para avanzar hacia nuevos niveles existenciales, nos encontramos con barreras exteriores que habremos de superar, a fin de asumir los cambios que necesitamos realizar, para acceder a nuestro nuevo nivel de realidad.



Los problemas forman parte de cualquier cambio. Las barreras externas están ahí. ¡Seamos capaces de darles la bienvenida! ¡Es lo que hay! Cuanto antes nos encaremos a ellas, antes podrán ser superadas. Ese es el momento en que la mayoría de la gente suele abandonar. “La resignación suicida”,  que escribía Balzac. Podemos sentirnos desbordados y quedarnos paralizados… pero un enfoque abierto, flexible, resiliente… nos podrá aportar la fe y la esperanza necesarias para poder metamorfosearnos y encontrar en la adversidad de la crisis, el trampolín hacia unas realidades más gloriosas. “A grandes males, grandes remedios.” Y como escribiera el gran psicólogo Paul Watzlawick (¡cómo me costó aprenderme ese apellido!): “De todas las ilusiones, la más peligrosa consiste en pensar que sólo existe una única realidad.”



Cada barrera en el camino nos ofrece una nueva oportunidad, y al liberar la energía que estaba reteniendo ese obstáculo, nos sentiremos más fuertes y más capaces de seguir el camino hacia delante. Ser resiliente no consiste en desear volver atrás para pretender volver a ser como antes, sino en ir hacia el frente. Representa metamorfosis, transformación… para crecer hacia una realidad nueva.

Desde una perspectiva transpersonal, los obstáculos podrían desempeñar la misma función que las coincidencias: una sincronicidad. Cuando un obstáculo se cruza o bloquea nuestro camino, podemos decidir, en plan Paulo Coelho, que el Universo nos está retando para que nos enfrentemos a esa adversidad, y, de esa manera, avanzar hacia nuestra Leyenda Personal.

Habríamos de entender que el dolor es la materia prima del mundo… y la resiliencia representa la alquimia que lo acaba transmutando en luz.


La mejor ilustración del proceso resiliente la encontramos en la creación de las perlas naturales. Pues resulta que cuando un grano de arena entre en el interior de una ostra, agrediéndole de esta forma,  el molusco comienza a segregar nácar como reacción protectora… y el resultado acaba siendo una luminosa y preciosa perla.

miércoles, 9 de mayo de 2012

“La Resiliencia” (3ª. Parte) (Siete vidas tiene un gato.)






“Tranquila, mi vida…”, cantaba Antoñito Flores, “…he roto con el pasado./ Mil caricias pa’ decirte/ que siete vidas tiene un gato…”

Eso también le escuchaba decir a mi padre, cuando niño. “¿Por qué dices que los gatos tienen siete vidas?”, le preguntaba yo. “¡Porque siempre caen de pié!”, era su respuesta. Y tanto me llegó a intrigar el tema que anduve un tiempo expiando a todos los mininos del barrio y hasta, a más de uno, llegaría a achuchar desde lo alto de tapias y tejados para hacerlos caer… Y no descansé con mis pesquisas hasta comprobar que, efectivamente, ¡siempre caen de pié! 


Sin embargo, si por ese detalle tuvieran que ganarse la reputación de lo de las siete vidas… ¡estarían apañados! No se trata, simplemente, por caer de pié por lo que se salvan, sino por… ¡saber caer! Los gatos despliegan una especie de anti-reflejo que les lleva a aterrizar en un estado de profunda relajación. ¡Ese es el secreto! Si en cambio fueran a dar con el duro suelo en tensión, rígidos y encogidos por el miedo, el hecho de que cayeran de pié no les salvaría de destrozarse huesos y tendones. A partir de lo cual, su supervivencia se vería muy comprometida.

Es relajándose en la caída como consiguen absorber completamente el golpe. Y lo hacen con tanta gracia que parece que reboten. ¡Sí, los gatos son auténticos maestros de resiliencia! ¡Los gatos y los borrachos! No me malinterpreten. Voy a mencionar de nuevo mi infancia para evocar a aquellos borrachos empedernidos, a aquellos desgraciados entrañables (¡viva el oxímoron!) que todo el pueblo conocía. Los que hacían las delicias de la chiquillería, provocadores de burlas y de compasión…


 Bajo los efectos de semejantes melopeas, aquellos patéticos personajes acababan cayendo en redondo en mitad de la acera… y allí quedaban tirados, durmiendo la mona. Pero unas horas más tarde… aquellos viejos se levantaban tranquilos… silenciosos… amnésicos… ausentes… ¡como si nada! ¡Ni un hueso roto! ¡Ni una simple magulladura! ¡Nada! ¡Eso es lo que quiero remarcar: el saber caer. ¡No hay como saber caer y absorber el golpe!


De igual manera, es la flexibilidad de nuestras capacidades psicológicas la que nos posibilita el volver a salir a flote e incluso, finalmente, bien parados. Algo similar nos ha querido transmitir, desde antaño, la popular fábula del roble y el bambú. Ya saben: una ligera y flexible caña de bambú había crecido junto a un recio roble, a orillas de un río. Cada día, el fuerte y robusto árbol se vanagloriaba de su gran resistencia e invulnerabilidad, mientras que reprendía a la caña por doblarse a uno y otro lado, removida por el viento. Sin embargo, llegó en una ocasión una terrible tempestad que duró toda la noche… lo cual hizo que el bambú se inclinase hasta ras del suelo…   Cuando a la mañana siguiente logró pasar  el huracán, el roble estaba roto, partido en dos… para la caña seguía en pié. ¡Había recuperado su verticalidad… y se mecía, grácil, bajo la luz del sol!


Boris Cyrulnik, el gran estudioso de la resiliencia, escribe que “hay que golpear dos veces para que se produzca un trauma”, refiriéndose a la “teoría de la doble herida”. Todo ello vendría a decir que para que un impacto o golpe doloroso de la vida llegue a traumatizarnos, hace falta un “doble impacto”. El primer impacto se refiere al propio proceso real, externo, que nos acontece en la vida. Pero el segundo impacto vendría a producirse con el significado que nosotros le lleguemos a dar, en nuestra historia personal: nuestra rigidez propiciaría que se llegara a enquistar y que, en consecuencia, se formase el trauma. En cambio, nuestra flexibilidad facilitaría que se reabsorbiese y que se integrara en nuestra biografía, asumiendo un significado que acabaría por enriquecernos… (“lo que no mata, engorda.”)

Por lo general, la disposición resiliente ha de irse entretejiendo lentamente y, en cuyo proceso, no hay que despreciarse ciertos factores ambientales sino que, por el contrario, estos pueden, o bien generar la consolidación del segundo impacto, a través de la estigmatización, del rechazo o del menosprecio (“ha sido por tu culpa”, “tú te lo has buscado”, “no es para tanto”, etc., etc.) o, por el contrario, resultar auténtica agua bendita: encontrar comprensión y afecto humano son ingredientes fundamentales para el desarrollo de la resiliencia. De ahí la gran importancia que puede tener la comunicación, la solidaridad  y el sincero apoyo psicológico y moral. Una mano amiga no tiene precio, en esos momentos: un tutor de resiliencia, un adulto significativo, una persona en quien poder confiar, que nos preste apoyo, que nos permita expresarnos y que nos incentive a la superación personal.



A falta de este “otro que nos tienda su mano… habremos de buscarnos cualquier elemento (suceso, lugar, personaje…) que nos inspire y nos pueda transmitir fe en la vida. En esto, el arte puede ser la mayor medicina. Y, sobretodo, recuerden que siempre…  siempre… nos quedará París… ¡Ay, no! ¡Quería decir…  el HUMOR!



          (Continua en el Epílogo - en el siguiente post-)




viernes, 4 de mayo de 2012

"La Resiliencia" (2ª. Parte.) (La magia del oxímoron.)


                

            Veníamos hablando de la Ley de Murphy y de las “putadas” de la Vida, para acabar recalando en las orillas de la resiliencia. Una palabreja curiosa que me encanta, heredada de la Física y la Metalurgia, como explicaba en el anterior post, y que hace referencia a la capacidad elástica de los metales (y de los materiales, en general) para soportar el impacto de un choque o una presión, y de recuperar su estructura original tras la deformación sufrida de forma transitoria.

            Cuando se aplica a la psicología, la resiliencia sería, entonces, lo que nos hacía falta (¡miren por dónde!) para acabar de entender y aprobar aquel célebre refrán de toda la vida, que dice: “No hay mal que por bien no venga.” Y es que resulta que al vencer a la adversidad… salimos fortalecidos.


 Citaba a Freud como un pionero en la idea de este concepto, por una reflexión que el genial psicoanalista hizo en su autobiografía (“Soy un hombre afortunado: nada en la vida me ha sido fácil.”). Nombraba también al psicólogo alemán Victor Frankl, al cuál se le suele recordar a menudo, sobretodo emparejado a su inmortal obra: “El hombre en busca de sentido.” Por cierto, “obrita” que yo también recomiendo: tan sólo  sesenta escuetas páginas… pero de una intensidad impresionante. ¡Ya dicen que en el bote pequeño suele estar la buena confitura!

Sin embargo, quién es bien poco conocido es el padre de la susodicha palabra, o al menos su introductor en el campo de la psicología: Boris Cyrulnik. Un neurólogo y psicoanalista francés, de origen judío. En su tierna infancia fue deportado a un campo de exterminio nazi, donde hubo de presenciar el asesinato de sus padres. El pequeño Boris logró escapar del campo de concentración, con 6 años de edad, y consiguió llegar a un centro de refugiados.  La mirada horrorizada del niño ante tal  comportamiento criminal, le llevaría a estudiar, posteriormente, Medicina y Etología humana buscando dar sentido a lo incomprensible. Actualmente, el Dr. Cyrulnik, con 75 años de edad y padre de familia de cuatro hijos, es un brillante científico y un escritor excepcional.


Para ayudar a entender mejor el mecanismo de la resiliencia, el propio Cyrulnik suele utilizar otra palabra altisonante y poco habitual: el oxímoron, aunque este es un vocablo bien conocido, desde siempre, por los lingüistas y amantes de la gramática. Oxímoron es ese recurso literario que consiste en combinar dos palabras con significados opuestos, logrando de esta forma crear un nuevo sentido. Por ejemplo, podríamos referirnos a un “silencio atronador.” También, en algún caso, se podría decir: “Triste alegría” o “alegre tristeza”, o “una oscura claridad”,“una hermosa fealdad” (como el cuento sufí de la Verdad, ¿recuerdan? El propio título paradójico venía a ser un oxímoron: “La mentira de la verdad”.   ) Así pues, ya nos vamos acercando… hasta poder hablar de “un fuego que no quema” o de “un mal que hace bien”. Y aquí, entonces, ya habríamos llegado: “Un mal que hace bien”. Una adversidad que acaba fortaleciéndonos.


            De igual forma, para llegar a la excelencia, los deportistas han de someterse a durísimos entrenamientos físicos, aprender a superar derrotas, a caerse y volverse a levantar una y mil veces… a encajar dosis elevadas de dolor… Y es que también una inyección duele o una medicina puede estar amarga… y aún así pueden salvarnos de algo grave. Así pues, después de todo, me temo que el dolor va a resultar ser la sal de la vida que, tal cual decimos en Catalunya: “si pica, cura”. Y si quieren la versión larga del refrán: “Quan cou, cura y quan pica, madura” (“Cuando escuece es que  cura y cuando pica, madura”).

            Al conseguir atribuir un sentido al acontecimiento doloroso, se modifica lo que se experimenta. Los traumatismos pueden, entonces tomarse como un desafío y el dolor, como pruebas de la existencia.


            El hecho de haber sido herido nos vuelve sensibles a todas las heridas del mundo, hasta que, finalmente, puede resurgir el herido victorioso, el herido triunfal, que acaba por experimentar un asombroso sentimiento de gratitud. “¡Esa es mi canción!”, gritó Edith Piaff al instante de escucharla de los titubeantes labios del pianista que la compuso. “Je ne me regrette pas” ¿La recuerdan? Y la transformó en un tristísimo-glorioso himno (ahora ya tienen presente lo que es un oxímoron).

“Non, rien de rien, non, je ne regrette rien,
ni le bien qu`on m`a fait, ni le mal,
tout ca m`est bien egal
non, rien de rien, non, je ne regrette rien…”




                                                 (Continúa en el siguiente post.)