lunes, 27 de mayo de 2013

“El Recuerdo de Sí Mismo (II)” (Taller de Mindfulness y Autoconocimiento)





      “El Recuerdo de Sí Mismo (II)”

              TALLER DE MINDFULNESS Y
       AUTO CONOCIMIENTO.


Para completar el ciclo de Talleres de Conciencia Corporal que venimos impartiendo en Can Rosich (Pineda de Mar), acabaremos la temporada con un segundo taller dedicado a la figura de Gurdjieff y las enseñanzas del “Cuarto Camino”.

  
                   

-      Además de seguir acercándonos a la vida y obra de este enigmático, legendario y poco reconocido maestro, nos introduciremos más en los conceptos básicos del TRABAJO del “Recuerdo de Sí”.

Los siguientes puntos serán los temas centrales que se tratarán en el taller:

-    El Trance colectivo.
-     Los estados de conciencia: La vida en sueños y el despertar de la Conciencia .
-    La unidad interior y el “Yo cristalizado”, frente a la dispersión mental y los múltiples “yoes”.
-     Los 7 centros del ser humano.
-     El desarrollo de la Voluntad.
-     Las Leyes esenciales del Universo.


Igualmente, se mantendrá el carácter vivencial y práctico de estos talleres, en este caso con ejercicios prácticos que representan técnicas del Cuarto Camino, emparentadas con la Atención Plena (Mindfulness) y la Conciencia Corporal.


El Trabajo sobre sí nos instiga a vivir más conscientemente nuestro día a día.

La observación de “la máquina” bilógica y el “Recuerdo de Sí” nos va despertando del automatismo y de la inercia del “Trance Colectivo”, proporcionándonos la posibilidad de llegar a ser libres.


     
Fecha del taller:   Viernes, 14 de Junio de 2013
Lugar: Can Rosich (Pineda)
Horario: de 17 a 20 h.
Imparte:  Lauren Sangall  (Psicoterapeuta)
Precio: 30 €  (incluye consumición de coktail de frutas en la tertulia de despedida).
Materiales necesarios: ropa cómoda, calcetines, zapatillas, esterilla y cojín o   almohadilla.
Contacto para reservas: Tel. 93 751 63 54   
                                     e-mail: laurensangall@gmail.com



lunes, 13 de mayo de 2013

“La Fuerza de Voluntad.” (2ª. parte) (“¿Quién maneja mi barca?)




Comentaba en la 1ª. parte  de este artículo (el post anterior), para introducir el tema de la Fuerza de Voluntad, que según Gurdjieff “el hombre no hace nada”, sino que son las propias cosas las que suceden por sí mismas,  que todo viene derivado por “las fuerzas cósmicas”.  Es por eso que cuando se me pregunta por el origen incierto de los acontecimientos, a veces yo suelo responder: “Los planetas… los planetas.”

Y todo ello porque, a nivel estándar, la Fuerza de Voluntad es casi una utopía, una lejana posibilidad, un bien difícilmente alcanzable. Y esto por la sencilla razón de que, paradójicamente, aún no tenemos desarrollada la propia fuerza de voluntad para lograrlo. Pero todavía existe otra cosa en su contra; Lo más terrible: ¡Nuestra falaz ilusión de que ya la poseemos! ¡Nuestra errónea convicción de que ya tenemos una voluntad y de que, en consecuencia, somos libres…!




¡Pero la libertad hay que ganarla! ¡Todo en la Evolución representa una conquista gradual, que hay que ir ganando paso a paso, palmo a palmo… “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Golpe a golpe, verso a verso…”

¡Hasta el alma hay que ganársela!, decía Gurdjieff. La ilusión de que ya somos libres es la peor de las cárceles que nos mantiene atrapados, encerrados… y acomodados, como en el mito de la Caverna, de Platón. Por todo ello,  para que podamos tener alguna posibilidad de acceder a una auténtica Fuerza de Voluntad, lo primero que hemos de descubrir y reconocer es que nuestra “voluntad” se encuentra dividida y manejada por incontables hilos invisibles…



A propósito del tema, recuerdo con viveza un pasaje de mi infancia que se refiere a mi primera visita a un famoso parque de Atracciones en la ciudad de Barcelona. Era a mediados de los 60 cuando inauguraron en la capital catalana el celebrado parque del Montjuich. Desde el primer día no dejé de reclamar a mis padres que me llevaran a aquel fabuloso recinto del que anunciaban mil maravillas continuamente por la radio. Así que en cuestión de algunas semanas de mi insistente demanda, conseguí que accedieran a mis deseos y allí nos plantamos en una soleada tarde de domingo.


Por aquel entonces, en los tickets de entrada no se incluían el derecho a subir a las atracciones, sino que había que ir comprando las fichas individualmente, y mi padre me advirtió que podría subirme únicamente en tres “cacharritos”. Yo elegí montarme en el Látigo, en una Montaña Rusa infantil y para la tercera y última atracción, me pasé el resto de la tarde escudriñando con extrema atención todos y cada uno de los “cacharritos” del Parque, a fin de no equivocarme en la elección. ¡Y al final lo tuve bien claro: Las barquitas!



“Cuando el canal era un río, cuando el estanque era el mar…” cantaba Serrat en su “Barquito de papel”. Tal cual sentí yo en aquella soleada tarde dominical en la montaña de Monjuich: aventurero audaz, navegando libre y feliz… manejando intrépidamente el timón de mi barca por las subyugadoras aguas del Mississippi…




Unos cuantos años más tarde, entrada ya mi pubertad, volvimos al parque para enseñárselo a unos familiares que visitaban la ciudad, dando la coincidencia de que fuimos en un día laborable en que el recinto permanecía cerrado por descanso del personal. Ya que estábamos allí, con las bolsas de picnic en ristre, nos colamos y aprovechamos para pasearnos por el recinto, completamente desierto, lo cual no dejaba de tener, también,  un cierto encanto romántico… Me acordé de “mis barquitas del Mississippi” y me fui a buscarlas (incluso me perdí de mis familiares, sin reencontrarnos hasta el cabo de tres horas, en la estación del funicular, con la ineludible bronca de rigor). ¡Pero encontré las barcas! ¡Desde luego! Pero eso sí: estaban  abandonadas y enmohecidas. Completamente en seco. Y por la profundidad de aquel foso, la verdad es aquel estanque no debería albergar en sus buenos tiempos mucho más de un par de palmos de agua…

Sin embargo, lo más desolador no fue eso. Lo más doloroso fue descubrir que las barcas, en realidad, estaban enganchadas por unas poleas a una cadena giratoria. El timón tan sólo hacía oscilar  ligera y momentáneamente el rumbo de la pequeña embarcación. ¡Mi navegación libre había sido tan solo un simple simulacro! Aunque no se viera aparentemente, por debajo del agua, las barquitas estaban encadenadas. ¡El itinerario ya estaba trazado y ninguna barca podía salirse del rumbo establecido! ¡Y yo que me creía como John Foguerty, Rolling on the river…!

Desde ese día supe claramente que las apariencias engañan y que por todos lados se extienden hilos invisibles, que hacen mover a las cosas sin que uno llegue ni siquiera a sospecharlo…


Ya sé que es un tema indigesto… Y si no, que se lo pregunten a Remedios Amaya. A la buena gitana le hicieron cantar aquello de “Quién maneja mi barca?" en el festival de Eurovisión (cuando todavía la gente seguía aquel certamen). Y a pesar de su brillante actuación se quedó con “CERO points” ¡En fin… Los planetas… los planetas!



                                         

                             
                              (Continuará en el siguiente post.)


Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-     
 T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com