jueves, 17 de noviembre de 2011

"Luz de Luna."




            Permitidme este artículo a modo de Epílogo de las dos últimas trilogías publicadas en este Blog (“El estrés” y “¿Ahora qué hacemos?”), y prometo, tras el cual, cambiar de tercio y ensayar temas nuevos.

            Primero, un Resumen (los que no sean aficionados a resúmenes pueden saltarse este párrafo): En el fondo del estrés que caracteriza a la actualidad, lo que se agita es una actitud de prisa frenética, la cual ha sido excitada por una intensa conciencia del tiempo. A la vez, esta conciencia se ha visto ahondada al encarar la existencia a pelo, sin la protección de los tradicionales credos religiosos, a partir del triunfo del Racionalismo y el Empirismo, sobre el dominio implacable que venía ejerciendo la Religión, desde antiguo. El nuevo paradigma empírico ha permitido desarrollar extraordinariamente nuestro conocimiento material del mundo. Pero, posteriormente, la consolidación de su autoridad extrema, ha erradicado cualquier saber basado en un conocimiento subjetivo. De esta manera, la modernidad no le concede ninguna fiabilidad ni validez a las aportaciones de la conciencia, de la ética o de la búsqueda espiritual.

            Sin embargo, la represión impuesta por el materialismo escéptico no ha podido sofocar, por completo, este impulso natural de la humanidad y se ha encontrado con que vuelve a salir, una y otra vez, por cualquier lado: la cultura popular, la música, el arte, la moda… etc., con el riesgo de que estas manifestaciones espontaneas suelen ser reacciones compensatorias y, al final, no hacen más que mostrar la otra cara de la moneda. La solución no es  lo uno ni lo otro.

            El mensaje con que acabé esta doble trilogía, fue:Nos encontramos ante el tremendo desafío de poder reunificar la ciencia, la cultura y la conciencia.   Sólo con la integración de los tres lenguajes del conocimiento humano, y no en el dominio de uno sobre los otros, podremos hallar la salvación."


            La pretensión de la ciencia experimental de tener la última y la única palabra, sobre todo lo real, representa una arrogancia insostenible que no es, ni siquiera, propia de la auténtica ciencia, sino de un reduccionismo deplorable: el cientifismo.






   En esta línea, por ejemplo, se pretende conocer la mente y develar sus misterios explorando única y directamente el cerebro. Pero por más cerebros que se abran, no se va a encontrar a la mente por ningún lado... y menos aún a la conciencia.    
Y es que la conciencia no tiene localización simple. Eso sólo le ocurre a los elementos físicos de la naturaleza. La conciencia, por el contrario, no tiene forma. La mente no está en el cerebro, aunque se manifieste a través del cerebro. Se pretende, sin embargo, curar la tristeza manipulando la serotonina de nuestras sinapsis neuronales, sin acabar de comprender que la escasez de producción de serotonina es tan sólo un correlato somático: precisamente, la expresión física de nuestra pena interior, la cual tendrá siempre un significado más profundo, que es el que le da el verdadero sentido.




Este, desde luego, no se encuentra en los neurotransmisores cerebrales, sino, por lo general, en  la valoración personal y subjetiva de algún duelo, alguna pérdida o algún fracaso.


La realidad es polifacética y puede percibirse desde diferentes ángulos. Para conseguir acercarnos a una visión más global de lo real, resulta imprescindible conseguir la comunicación y el diálogo entre las diferentes áreas del saber.


Se hace necesario seguir avanzando en el acercamiento pluridisciplinario, como un primer paso hacia la superación del autoritarismo, la parcialidad y la fragmentación actual del conocimiento. A propósito de todo esto, cito unas palabras de Ortega y Gasset, escritas hace casi un siglo: Ha sido menester esperar hasta los comienzos del siglo XX para que se presenciase un espectáculo increíble: El de la peculiarisima brutalidad y la agresiva estupidez con que se comporta un hombre, cuando sabe mucho de una cosa e ignora la raíz de todas las demás.

Aprendamos la lección que nos ofrece la propia Naturaleza, la cual todo lo aprovecha, lo integra y lo recicla. Nada cae en saco roto ni nada queda excluido. La Naturaleza abre su seno para abrazarlo todo, para vincularlo todo en el misterioso e inteligente orden del Universo.


Si insistimos en cerrarnos defensivamente y darnos las espaldas, no conseguiremos más que seguir separándonos. Y la separación no ha de ser el objetivo final, sino tan sólo un obligado paso intermedio. “Divide y vencerás” es una fórmula obsoleta, propia de etapas evolutivas anteriores del fenómeno humano.

Permítanme que la califique como de “fórmula diabólica de victoria”, ya que sería, precisamente, el Diablo quien, desde el aspecto simbólico, representaría el arquetipo de la separación ("dia-bolus": el que separa, el que enfrenta. Literalmente: "el que enfrenta entre sí"). Paradójicamente, en cambio, si atendemos al significado etimológico y profundo de la palabra “vencer”, vemos que proviene de la voz latina “vincere”, la cual expresa la idea de ligar, juntar, abrazar… vincular. ¡Justo lo que la Naturaleza hace con sus hijos… o el Kosmos con sus manifestaciones! ¡Vincular y ligarlo todo!

El interés de la Bioética actual, rebautizada como la “Ciencia de la supervivencia” puede ser una buena señal. También la Física tiene mucho que decir, así como la Psicología. El ya clásico “El Tao de la Física”, de  Kapra fue un detalle de aproximación y reconocimiento de cómo la Física Cuántica reproduce en lenguaje matemático, inspiraciones expresadas en forma poética por la filosofía-mística taoísta, de la China milenaria. Por su parte, Freud abrió las puertas de la dimensión oculta del Inconsciente, tras lo cual, la Psicología se fue enriqueciendo, progresivamente, con las aportaciones de Adler, Victor Frankl o Jung, entre otros muchos. La intrepidez de Maslow, abriendo camino a la Psicología Humanista y a los estados elevados de conciencia, conecta con los pioneros de la Psicología Transpersonal.
 Estanislav Grof y la respiración holotrópica… los extraordinarios trabajos de síntesis de Assagioli,  Aurobindo, Theilard de Chardin, Alan Wats, Ken Wilber…  el redescubrimiento del yoga, el zen, el tai chi… el interés por la medicina psicosomática, las remisiones espontáneas, e, incluso, el valor efectivo de la oración… La práctica de la contemplación, la meditación…  los retiros de silencio… … todo ello apunta a que la integración pueda conseguirse.



La Biología, la Física y la Química están comprometidas  en una apasionante odisea, explorando rigurosamente los datos del mundo, mientras que la Filosofía, la Sociología, la Antropología y la Psicología se esfuerzan por aprender  a interpretar, inteligentemente,  sus significados.

Unificar y armonizar es el camino a seguir, en el cual han de abrazarse sabiduría y compasión. De esa fusión habrá de resurgir un asombro sagrado. Para mirar y tratar al mundo con un cuidado y respeto infinitos: las cualidades del nuevo Hombre.



Rajneesh, el gran gurú polémico, hablaba siempre del nacimiento de un hombre nuevo, al que llamaba “Zorba, el Buda”, pues reuniría la inteligencia rigurosa del científico, la pasión del poeta y la compasión profunda del místico. Nos encontramos a un paso de una Gran Revolución en la visión del mundo. La ciencia está tendiendo el puente… pero es el corazón quien puede cruzarlo.



EPÍLOGO: Tal vez hubiere alguien que, después de tantos artículos sobre el tema, esperase por mi parte la indicación de recetas más precisas. Si tal fuere el caso, lamentaría el decepcionarle, pero más allá de estos apuntes sobre posicionamientos y líneas generales de actuación, no pretendo atesorar ninguna respuesta concreta. No me arrogo semejante potestad. En cualquier caso, me anima más formular preguntas vivas que el archivar soluciones de coleccionista.




Considero que en la actitud de atención sincera, intensa y progresivamente lúcida de preguntar, se va resolviendo, poco a poco, el cuestionamiento. Más allá de la curiosidad del momento, cuando el preguntar es profundo, paciente, humilde y veraz… va provocando, sin apenas darnos cuenta, que nuestras acciones, al respecto, vayan ganando perspectiva… vayan adquiriendo claridad, hasta que puedan llenarse de luz. Una luz que no ha de venir directamente del sol… pues ya se sabe que la luz solar directa acaba abrasando, cegando y produciendo cáncer. Además de la capa de ozono… también precisamos del influjo misterioso de la luna. Y es que, tal vez… ¿no creen que  el mundo necesita, con urgencia, exponerse a repetidas dosis… de luz de luna?


1 comentario:

  1. Precioso artículo que ejemplifica muy bien la encrucijada en que se encuentra el hombre en nuestro tiempo y que quizás se podría resumir con aquello de que la mente sin corazón no sirve para gran cosa.
    Especialmente aleccionadora me ha parecido la cita de Ortega.
    Felicidades.

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