jueves, 10 de noviembre de 2011

"¿Y ahora qué hacemos?" (3ª parte) ("Malabarismos en el trapecio")



En los anteriores posts de esta trilogía y de la del estrés, he venido comentando, insistentemente, el tema de que el monopolio del empirismo y del materialismo, propios de la modernidad, ha abierto un agujero negro bajo nuestros pies. Como trapecistas de circo desconcertados y desencajados por el espanto de descubrir, repentinamente, que la red de seguridad les ha sido retirada y ya sólo el frio y mortal suelo les está esperando allá abajo, de igual forma hemos despertado en una lánguida mañana postmoderna, comenzando a presentir un atisbo de lo que representa el haber hecho desaparecer, de la escena oficial, el trasfondo metafísico y religioso.



¡Y no es que eso haya sido del todo malo! ¡De hecho: era necesario! Había que derribar a los padres-dioses a fin de podernos emancipar. “¡O Dios o yo!”, exclamaba Nietzsche. ¡No era un mal comienzo! Era imprescindible aprender a diferenciar bien las cosas para seguir evolucionando… para madurar. “A Dios lo que es de Dios y al cesar lo que es del cesar.” Pero  para transcender lo que fuere, hay que diferenciar… y después integrar lo diferenciado. Algo que la modernidad no ha sabido hacer con lo subjetivo, con lo espiritual.

Por el contrario, ahora sólo cuenta lo externo y cuantitativo. Todo lo que no quede registrado y replicado en un laboratorio experimental queda excluido de la existencia. Se le niega el derecho a formar parte de lo real. Esa es la falacia de la localización simple.




Con esta manera de obrar, lo que hemos conseguido es acabar destripando la profundidad del Kosmos… hasta que hemos empezado a darnos cuenta, horrorizados, de que nos hemos quedado viviendo en un universo sin valores, sin conciencia… sin misterio… Sin Espíritu. El Kosmos, con K mayúscula, ha quedado reducido al simple cosmos. ¡Sin K y en minúsculas!






Sin embargo, sofocar lo metafísico asestándole un hachazo directo en el cuello, ha sido como pretender matar a la Hidra mitológica cortándole la cabeza: del tajo abierto… ¡vuelven a salir dos cabezas nuevas! (Al fin de cuentas, recuerden, la Hidra custodiaba una entrada al Inframundo. Era la guardiana del Más Allá.) 

Lo  que se ha  escondido por delante ha  vuelto a salir por detrás. Lo hemos podido ver claramente en los movimientos sociales populares, juveniles y de contracultura, a lo largo de todo el siglo XX.  Del rock and roll liberal se fue progresando hasta desembocar, por un lado, en el movimiento hippy…




...el cual acabó conectando con la espiritualidad del misticismo oriental… y , cuando menos, reverenciando una religiosidad pagana, tipo brujería Wicca, de adoración a la Madre Tierra… los espíritus de la Naturaleza… etc., etc. 




Por otro lado (la segunda cabeza de la Hidra), el sector contracultural más resentido, mas undergraund, derivó hacia el hard rock, el heavy metal… el death metal… Y estos, evidentemente, en coherencia con sus posturas más despreciativas, se fascinaron  con el inframundo espectral y diabólico, con lo oscuro, con lo satánico… saturando, de esta manera, sus iconografías con imágenes de la Muerte, calaveras y antihéroes del infierno…




La evolución de esta rama dura del rock llevó al punk y a la estética gótica, la cual  entregó en bandeja un dios substitutivo, a través de  la elegante y siniestra figura del Vampiro.  Arquetipo idóneo para poder proyectar en él nuestra sed de vida y nuestra tortuosa lucha con la eternidad.






En definitiva, lo que ha estado ocurriendo es que, de una u otra manera, ha ido emergiendo continuamente, a lo largo de la modernidad, la expresión de un desasosiego. Desasosiego provocado por el triunfo espectacular del racionalismo, el cual se ha pasado de la raya. ¡Ha ido demasiado lejos y se ha convertido en un tirano represivo!

Pero las propuestas espontaneas responden, mas bien, a un rebelión romántica y nostálgica. Una reacción compensatoria frente a tanto cientifismo racionalista. Una alternativa apasionada basada en la sensación, en el sentimiento y en la emoción. Pero quienes caen en esa trampa, desde luego, tampoco pueden resolver el problema. Ellos podrán creerse los paladines de lo auténtico, pero con su ecorromántico retorno a la naturaleza, aunque no se den cuenta, siguen perpetuando  el desastre del paradigma moderno, el cual no es otro que la visión unidimensional y física del mundo.




No se trata de adorar la naturaleza,  mostrando una actitud en contra del progreso tecnológico… y menos aún de caer en regresiones, idealizando etapas superadas. ¡Ojo! ¡Atención con esto! En ningún modo estoy preconizando la vuelta a los dioses míticos, y menos a los mágicos. El Dios convencional y mítico ya murió con la Ilustración, y lo remataron entre  Nietzsche, Marx y Freud. De lo que hablo es de seguir evolucionando, todos juntos, hacia lo postconvencional, hacia lo auténticamente psíquico... y lo que venga. ¡De ir hacia delante... pero unidos, rescatando e integrándolo todo!


La propia canción de El progreso, de Roberto Carlos, que tuvo tanta difusión en los años 80, y que contiene un mensaje de plena validez, con estrofas como aquellas de “Yo no estoy contra el progreso si existiera un buen consenso. Errores no corrigen otros, eso es lo que pienso…”  y aquello de  “yo quisiera (…) navegar sin hallar tantas manchas de aceite en los mares. Y ballenas desapareciendo por falta de escrúpulos comerciales…” sin darse cuenta cae en el mismo error, pues  entonces va y mete el estribillo: “Yo quisiera ser civilizado como los animales. ¡Y ahí la pifia! Y no me vale la licencia poética  ni el lenguaje figurado: ¡La pifia por confusión ecorromática! ¡Sin mala fe, pero la pifia como los ecologistas radicales!

Y eso no es todo: como a “rio revuelto, ganancia de pescadores”, este interregno de confusión y crisis de paradigmas en que nos encontramos, este malestar y desasosiego que comentamos, es justo el terreno abonado y propicio para que los buscavidas sin escrúpulos hagan su agosto, disfrazándose de gurus tramposos:


“Limpieza de energías… Invocación de ángeles protectores y velas místicas de colores… Lecturas del aura… Tarot 24 horas… Clarividencia por teléfono… Oráculos personalizados por TV… Sanadores de Reiki en cada esquina… Sectas maravillosas prometedoras de poderes ocultos... ¡Despierte la kundalini y active los chakras en un taller de fin de semana…” ¡¿Quién da más?! … … …  ¡Sin comentarios!   ¡Los mismos perros con distintos collares!




La Evolución es un camino sin retorno, y lo que exige es seguir trascendiendo a base de encarar con valentía las contradicciones que surgen del propio diálogo de progreso. Para ello, actualmente, nos encontramos ante el tremendo desafío de poder reunificar la ciencia, la cultura y la conciencia. Sólo con la integración de los tres lenguajes del conocimiento humano, y no en el dominio de uno sobre los otros, podremos hallar la salvación.

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