Acabé el anterior artículo de "Conceptos Clave" resaltando el carácter irrepetible de cada situación humana. Pretendía con ello remarcar que cada “momento” de la vida es una situación nueva. Cada momento es único. Cada momento humano es intransferible.
Estas reflexiones confieren, a la vez, una gran importancia a la ética de situación, pues una vez descubierta la unicidad singular que posee cada situación que podamos vivir, lo más pertinente será, entonces, el desarrollar nuestra sensibilidad intuitiva, nuestra atención consciente. En definitiva: el estar despiertos. Pues, a fin de cuentas, será de la visión clara de nuestra contemplación, de la comprensión lúcida de la situación, de donde irá surgiendo, espontáneamente, la acción correcta.
Sin embargo, lo que acabo de escribir suele tener muy mala prensa: no se lo cree casi nadie. Es por eso que lo habitual sea buscar la solución fuera: que nos la den los demás. Queremos encontrar el formulario estándar de respuestas, pero como decía al inicio del artículo anterior: “la Vida no trae ningún Manual de Instrucciones”.
La conducta que nos satisface, que nos hace sentir bien, no nos puede llegar nunca de una fuente externa, ya sea en forma de norma, de un consejo o de alguien que nos diga lo que debamos hacer. La acción que nos beneficia de verdad y nos realiza es aquella que surge espontáneamente de nuestra comprensión. Esa es la capacidad de responder: la acción responsable.
Escribía el teólogo jesuita Josef Fuchs: “Todo momento de la vida es una situación y pide una decisión responsable. (…) El hombre, por ser contingente, siempre se está realizando. Por tanto, esto significa que el hombre se renueva constantemente. Que ningún minuto es como el que pasó ya, y que las situaciones de su vida son siempre nuevas. No sólo el hombre es único y única toda situación suya, con relación a la de los demás hombres, sino que esta absoluta unicidad vale también para cada una de las situaciones particulares en el devenir de la vida de cada uno.”
Podríamos, incluso, echarle en cara a Heráclito que se quedara corto. Pues no hace falta esperar a un segundo baño. En un mismo y único baño es imposible estar bañándose en el mismo rio. El agua que fluye, como la propia Vida (de ahí la grandeza de la metáfora) se renueva constantemente, como escribía J. Fuchs refiriéndose al hombre.
Ahondando, pues, un poco más en la metáfora, no es, entonces, solamente el agua la que se renueva, sino también el propio bañista, pues también nosotros somos ríos.
Según el intervalo de tiempo que transcurra entre el primer y el segundo baño, puede que en el cuerpo del bañista se hayan regenerado casi todas sus células. Sus células ya serán otras. Y si ha intentado vivir despierto, también serán otros sus pensamientos. Ni el agua ni el bañista, en consecuencia, pueden volver a encontrarse jamás.
Como hoy no me atrevo a hacer comentarios, dejo que sea este poeta quien los haga en mi nombre:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=vidCb99QuTU
Gracias a tus/vuestros comentarios puedo conseguir el feedback tan necesario para no perderme en mis propias divagaciones.
ResponderEliminarHoy juegas con ventaja, Ferrán. ¿Quien va a contestar al jefe?
Os animo a todos a que pincheis su enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=vidCb99QuTU