Debo llevar como unos treinta años
explicando que el trasfondo de la palabra crisis no es otro que el de
OPORTUNIDAD. Extraído del latín y del griego, su significado etimológico
estaría asociado a un momento de inflexión en el que hay que separar (“krinein”)
debidamente las cosas, porque urge tomar una decisión importante. Es
decir: la crisis sería una situación que implicaría un profundo análisis, ya
que ésta exige la toma de una decisión significativa. Ahora
bien, el chino clásico, con su idioma ideográfico, aún lo deja mucho más claro,
mostrando la cosa de forma bien ilustrativa: la palabra crisis está formada, en
el alfabeto mandarín, por la suma de dos ideogramas: "WÉI" y "JI",
los cuales se dibujan uno junto al
otro. El primer ideograma representa “peligro”
o “riesgo” mientras que el segundo significa, directamente, “oportunidad”.
Por ello, he ido haciendo, repetidamente, la
comparación del concepto de CRISIS con el de, una especie, de “regalo sorpresa”, sólo que el cual lo recibimos envuelto en un embalaje muy feo. Sin embargo,
este enfoque suele sorprendernos ya que a lo que estamos acostumbrados es a
todo lo contrario. Es decir: solemos recibir regalos, por lo general, de forma
esperada y, sobretodo, esmeradamente presentados con, cada vez más, elegantes y
preciosos envoltorios. Muchas veces, el contenido puede que no llegue a ser
nada del otro mundo… ¿pero el
envoltorio? ¡Auténtico diseño! ¡Una obra de artesanía! ¡Hasta que da
verdadera pena destrozarlo!
Aún así, siempre, sin excepción,
acabamos por deshacernos del primoroso lazo y del exquisito papel para acceder
a lo que hay dentro. Al auténtico regalo… fuere lo que fuere. Pues bien: parece
que ahora, irremediablemente sacudidos por esta implacable crisis colectiva que
estamos padeciendo, no se ha podido seguir ignorando, por más tiempo, que en
las entrañas del monstruo habremos de buscar y descubrir el oculto mensaje de
esperanza. Pero como decimos, y es obvio, tenemos primero que deshacernos del
envoltorio para acceder al regalo sorpresa. Para encontrarnos con la
oportunidad. Con nuestra Gran Oportunidad.
Esta metáfora sirve tanto para
cualquier tipo de crisis individual y personal: crisis adolescente, de pareja,
de los cuarenta, de madurez, existencial… como para la macrocrisis colectiva
que la sociedad occidental está soportando desde hace unos años, y, para más concreto, España (o las Españas). Lo
que ocurre es que ésta, además del denigrante envoltorio con que se nos ha
presentado, la verdad es que ha sido envuelta a conciencia. Y esta vez no me
refiero a la “conciencia” de “consciente”, sino al uso figurado que le
confiere el significado de “a base de
bien y con mala leche”.
¡Y
claro! Está costando lo indecible deshacernos
del repugnante paquete para que podamos encontrarnos, de una vez por
todas, con la dichosa y enigmática oportunidad… Aún así, eso no habría de
hacernos desistir en nuestro empeño, pues aunque a estas alturas ya pueda
parecernos cansino, provocativo e incluso cínico, no por ello deja de estar
vigente la realidad de que toda crisis… encierra una oportunidad.
Tratemos
de mantener, pues, la mente abierta al máximo, nuestra atención consciente y
nuestra fe en la vida para lograr encontrar la fuerzas positivas contenidas en
el vientre de la propia crisis, para aceptar el desafío mediante los
replanteamientos que hagan falta, mediante las conversiones heroicas que la
realidad exija, ya que encarar la Crisis representa aceptar un cambio radical
de ciertas coordenadas referenciales en nuestras vidas.
Igual
que en los tres posts que dediqué al tema de la resiliencia, ((http://tallerpsicologia.blogspot.com.es/2012/04/la-resiliencia-o-el-destino-es-un.html) también voy a recordar aquí la conveniencia de
invocar al espíritu del Ave Fenix, para de esta forma lograr transformar el mundo, resurgiendo
de nuestras propias cenizas, encontrando un modo de vida más sostenible para
los humanos y para todo el planeta.
Y
hablando del Fénix, me viene a la memoria una antigua película que, cuando
niño, mi padre me llevó a ver en un cine de barrio: “El vuelo del Fénix”, con James Stewart y otros grandes de la
época. El film trataba de un accidente aéreo, donde un avión, a causa de una
gran tormenta de arena, acaba cayendo en
medio del desierto del Sahara. Resultaba que entre los supervivientes se
encontraba un “ingeniero de aeroplanos” que decide reconstruir el aparato. Pero
lo que nadie sabe es que el oficio de este individuo era, simplemente,
proyectista de maquetas de aeromodelismo. De todas maneras, consigue ingeniárselas
para reconstruir una especie de avioneta, un artefacto ligero con el que lograr
remontar el vuelo y dejar el desierto atrás…
¡Buena lección para estos tiempos! ¡Pues en tiempos de crisis, más que
nunca, habremos de echar mano de… la imaginación al poder!
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