“¡Habitar el cuerpo, habitar el cuerpo…! ¡Este hombre lleva no sé cuantos posts hablando de habitar el cuerpo y todavía no tengo claro de qué se trata…!
No me
extrañaría que muchos de ustedes pudieran llegar a pensar y a decirse algo por
el estilo. ¡Es normal! ¡No se preocupen! De hecho, es de lo más normal. Por
eso, lo obvio acaba siendo siempre lo más difícil. Un viejo adagio dice que “cuando
el zapato es cómodo, te olvidas del pié”, así como otro refrán muy popular
nos recuerda que “tan sólo nos acordamos
de Santa Bárbara cuando truena”.
“La salud no se siente”, me
decía una mujer que traté hace unos años por padecer crisis de ansiedad. ¡Ese
es el problema! Si habitáramos el cuerpo… sí que sentiríamos la salud. Habitando el
cuerpo la energía se siente como puro deleite, como goce, como animosidad
radiante... como pura vitalidad. ¡Habitando
el cuerpo… se siente la Vida… y se
celebra!
Sin embargo, “lo normal” es que vayamos
por el mundo arrastrando un cuerpo deshabitado. Un cuerpo que, por lo general, tan sólo conseguimos habitalo mediante el dolor, mediante la enfermedad…
Y, ¡bueno, sí!, con alguna que otra
ráfaga de placer superficial. Placer que vamos persiguiendo desesperadamente,
precisamente… porque al vivirlo de forma tan superficial… nunca nos sacia.
No puede saciarnos porque al no habitar
el cuerpo, no podemos experimentar la sensación desde adentro… profunda… total…
No podemos experimentar la sensación de forma plena. La experiencia sensorial
no nos llega nunca hasta el fondo… y entonces no puede consumarse… puesto que no se ha completado.
Todo ello nos lleva a que vivamos en un
estado de insatisfacción crónica. Con razón consiguieron los Rolling Stones convertir en todo un icono referencial su célebre tema "Satisfaction".
Esta "insatisfacción crónica", como digo, nos provoca a la vez una necesidad de repetir la experiencia. Repetir en busca de consumación, de completud.
Esta "insatisfacción crónica", como digo, nos provoca a la vez una necesidad de repetir la experiencia. Repetir en busca de consumación, de completud.
Pero como nunca se suele lograr la
sensación total, plena, por falta de conciencia corporal, necesitaremos
repetir, repetir, repetir… ¡Una y otra vez! Entramos así en un bucle
compulsivo, en una compulsión a la
repetición.
En palabras de Eckhart Tolle, “habitar el cuerpo es sentir el cuerpo desde adentro, sentir la vida
dentro del cuerpo”. Y prosigue: "Cuanta más conciencia lleves al cuerpo, más se fortalece el sistema inmunitario. Es como si cada célula despertara y se alegrara. Al cuerpo le encanta la atención que usted le
presta. Es también una potente forma de autocuración. La mayoría de las
enfermedades entran cuando usted no está presente en su cuerpo. Si el amo no
está presente en la casa, todo tipo de personajes sombríos se alojarán en ella.
Cuando usted habita su cuerpo será difícil que los huéspedes indeseados entren.
No sólo su sistema inmunológico se
fortalece; su sistema inmunológico psíquico también se refuerza enormemente “
¿Y cómo haremos para
habitar nuestro cuerpo? La verdad es que no se trata de una técnica única y
concreta sino, más bien de un proceso de reenfoque. Un proceso mediante el cual vamos consiguiendo reenfocar nuestra conciencia, a través de la conciencia corporal.
En este proceso, las
técnicas pueden representar útiles estimulaciones que van guiando e indicando
el camino… Feldenkrais, Alexander, la
Bioenergética, la Eutonía, el yoga, el Tai chí, la meditación dinámica…
¡Hay de sobras para practicar…!
Habitar el cuerpo implica
enraizarse corporalmente a través de la postura
correcta, de la respiración natural y profunda, del movimiento espontaneo
y de la expresión
vital. Todo ello produce una descongestión
del saturado tránsito mental, así como un despertar progresivo de los sentidos,
proporcionando equilibrio, vitalidad, alegría, confianza y sentimiento de integridad.
Escrito por: Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-
T. 93 751 63 54 e-mail: laurensangall@gmail.com
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