El ser humano busca desesperadamente, antes que nada,
encontrar seguridad en su vida. Y como en el fondo eso es algo imposible, acaba
por inventársela.
Los esfuerzos que llegamos a realizar para intentar
reducir la sensación de inseguridad llegan a ser múltiples e inconmensurables.
Levantamos castillos y murallas protectoras, elaboramos estrategias,
promulgamos leyes, establecemos normas, diseñamos protocolos, construimos
mecanismos mentales de defensa, proyectamos mapas, planos, hojas de ruta… estructuramos la vida en compartimentos
estancos, divididos y disociados… Y cuando, en cierta medida, los conseguimos…
entonces llega el desencanto.
Y es que resulta que la seguridad… es abominable. Lo
“seguro” acaba por perder todo el encanto. Lo que pueda considerarse como
“completamente seguro” se convierte automáticamente en algo totalmente
insípido. ¡No puede disfrutarse en absoluto! Pues algo que este “vivo” y que a
la vez sea “seguro” es imposible que pueda darse. Pues lo “vivo” y lo
“asegurado” son del todo incompatibles,
ya que todo lo vivo es, por definición, inseguro e impredecible.
Si queremos sentirnos seguros, entonces debemos
decantarnos por lo muerto. Asumir que habremos de arrastrarnos por la
existencia “muertos en vida”. Instalarnos en el aburrimiento estéril.
Fosilizarnos. Blindarnos con todo tipo de defensas, previsiones, aseguradoras,
abogados y demás gestores de la estupidez humana. “Crear seguridad” es
construir una cárcel y recluirnos, prisioneros, dentro de ella, mientras que
vamos suspirando y proclamando a los cuatro vientos que anhelamos la libertad.
Con todo esto no pretendo rebatir
las teorías de Maslow y su célebre pirámide de las necesidades básicas y las
motivaciones humanas, pues queda bastante claro que a lo primero que hemos de
reaccionar es a nuestro instinto de supervivencia, tratando de satisfacer lo
más adecuadamente posible nuestras necesidades fisiológicas: respirar
alimentarnos, etc. Como decía Wayne W. Dier, “lo primero es ser un buen animal”. Y a partir de aquí se irán
despertando motivaciones cada vez más
elevadas… Lo que estoy tratando de explicar es que la “seguridad” y el
“control”, como tales, en realidad no existen. Podemos desear, buscar,
reivindicar y defender un territorio, un
techo, un hogar, una familia, un trabajo y un entorno social favorable para
cubrir nuestras necesidades y motivaciones de base, puesto que representan el
asentamiento de nuestra estabilidad tanto física como psicológica, pero esto no
quiere decir que podamos encontrar la “seguridad” y el “control” definitivos. Por lo tanto, obsesionarnos con su posesión
tan sólo nos llevará, paradójicamente, a vivir continuamente angustiados por
una sensación ansiosa de inseguridad amenazante que no nos permitirá
expandirnos en la vida.
¡La vida es insegura! ¡En ella nada
está asegurado! De ahí su gran valor. De ahí su emoción… En cambio, si aunque hicieres
lo que hicieres… no pudiera perderse, si pudiere asegurarse… ¿qué valor
tendría? ¡No haríamos nada! ¡Absolutamente nada! ¡Como mucho, intentar
fútilmente suicidarnos por absoluto hastío… y ni por esas!, como en la película del “día de la marmota”
(“Atrapado en el tiempo”). En realidad,
todo en ella es inseguridad, es incertidumbre… ¿Quién sabe lo que va a suceder el
siguiente instante…?
Hagamos, desde luego, lo que
tengamos que hacer para encarar las necesidades que requiramos para vivir, afrontemos cada día las exigencias que nos arroja encima la existencia,
pues cada día trae su propio afán, pero tratemos de soltar el pretendido
control de los resultados… Dejemos de
hablar de “control” y mejor substituyamos ese término
por los de “atención”, “gestión”
y “orden”. Y que no quede sólo en palabras, sino que
pongámonos manos a la obra… y cada uno a lo que haya que hacer, para que de
esta manera podamos renunciar a la “ilusión de seguridad” y podamos desarrollar,
entonces, en su lugar, la “fe” y la “confianza”.
Escrito por Lauren Sangall. Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona- Tel. 93 751 63 54 e-mail: laurensangall@gmail.com
Escrito por Lauren Sangall. Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona- Tel. 93 751 63 54 e-mail: laurensangall@gmail.com
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