lunes, 19 de mayo de 2014

“La trampa de la Seguridad.”



El ser humano busca desesperadamente, antes que nada, encontrar seguridad en su vida. Y como en el fondo eso es algo imposible, acaba por inventársela.

Los esfuerzos que llegamos a realizar para intentar reducir la sensación de inseguridad llegan a ser múltiples e inconmensurables. Levantamos castillos y murallas protectoras, elaboramos estrategias, promulgamos leyes, establecemos normas, diseñamos protocolos, construimos mecanismos mentales de defensa, proyectamos mapas, planos, hojas de ruta…  estructuramos la vida en compartimentos estancos, divididos y disociados… Y cuando, en cierta medida, los conseguimos… entonces llega el desencanto.



Y es que resulta que la seguridad… es abominable. Lo “seguro” acaba por perder todo el encanto. Lo que pueda considerarse como “completamente seguro” se convierte automáticamente en algo totalmente insípido. ¡No puede disfrutarse en absoluto! Pues algo que este “vivo” y que a la vez sea “seguro” es imposible que pueda darse. Pues lo “vivo” y lo “asegurado” son  del todo incompatibles, ya que todo lo vivo es, por definición, inseguro e impredecible.

Si queremos sentirnos seguros, entonces debemos decantarnos por lo muerto. Asumir que habremos de arrastrarnos por la existencia “muertos en vida”. Instalarnos en el aburrimiento estéril. Fosilizarnos. Blindarnos con todo tipo de defensas, previsiones, aseguradoras, abogados y demás gestores de la estupidez humana. “Crear seguridad” es construir una cárcel y recluirnos, prisioneros, dentro de ella, mientras que vamos suspirando y proclamando a los cuatro vientos que anhelamos la libertad.



            Con todo esto no pretendo rebatir las teorías de Maslow y su célebre pirámide de las necesidades básicas y las motivaciones humanas, pues queda bastante claro que a lo primero que hemos de reaccionar es a nuestro instinto de supervivencia, tratando de satisfacer lo más adecuadamente posible nuestras necesidades fisiológicas: respirar alimentarnos, etc. Como decía Wayne W. Dier, “lo primero es ser un buen animal”. Y a partir de aquí se irán despertando  motivaciones cada vez más elevadas… Lo que estoy tratando de explicar es que la “seguridad” y el “control”, como tales, en realidad no existen. Podemos desear, buscar, reivindicar y  defender un territorio, un techo, un hogar, una familia, un trabajo y un entorno social favorable para cubrir nuestras necesidades y motivaciones de base, puesto que representan el asentamiento de nuestra estabilidad tanto física como psicológica, pero esto no quiere decir que podamos encontrar la “seguridad” y el “control” definitivos.  Por lo tanto, obsesionarnos con su posesión tan sólo nos llevará, paradójicamente, a vivir continuamente angustiados por una sensación ansiosa de inseguridad amenazante que no nos permitirá expandirnos en la vida.


            ¡La vida es insegura! ¡En ella nada está asegurado! De ahí su gran valor. De ahí su emoción… En cambio, si aunque hicieres lo que hicieres… no pudiera perderse, si pudiere asegurarse… ¿qué valor tendría? ¡No haríamos nada! ¡Absolutamente nada! ¡Como mucho, intentar fútilmente suicidarnos por absoluto hastío… y ni por esas!,  como en la película del “día de la marmota” (“Atrapado en el tiempo”).  En realidad, todo en ella es inseguridad, es incertidumbre… ¿Quién sabe lo que va a suceder el siguiente instante…?

            Hagamos, desde luego, lo que tengamos que hacer para encarar las necesidades que requiramos para vivir,  afrontemos cada día  las exigencias que nos arroja encima la existencia, pues cada día trae su propio afán, pero tratemos de soltar el pretendido control de los resultados…  Dejemos de hablar de “control” y mejor substituyamos ese término  por los de  “atención”, “gestión” y  “orden”.  Y que no quede sólo en palabras, sino que pongámonos manos a la obra… y cada uno a lo que haya que hacer, para que de esta manera podamos renunciar a la “ilusión de seguridad” y podamos desarrollar, entonces, en su  lugar, la “fe” y la “confianza”.

Escrito por Lauren Sangall. Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-           Tel. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com 

No hay comentarios:

Publicar un comentario