lunes, 16 de septiembre de 2013

“La importancia de un Guía.”

                       


            La última semana de vacaciones de este verano la he pasado haciendo trekking por Andorra. Un poco de ejercicio y de oxigenación con los aires puros de los Pirineos, ha sido una espléndida receta para recargar pilas y retomar el buen combate. Con tan sólo apenas subir tres mil metros sobre el nivel del mar (Pic Comapedrosa: 2.942 m.), resulta más que suficiente para poder disfrutar, desde allí arriba, con la contemplación de un mundo real, sin fronteras.


            El senderismo de alta montaña representa una de las actividades más completas que se puede llegar a realizar, pues activa y armoniza a la vez los tres centros del ser humano: el físico, el emocional y el intelectual. La activación del centro físico-motor, como diría Gurdjieff, resulta evidente, pues realizar jornadas de entre 4 y 8 horas atravesando valles y coronando cimas, implica algo más que desentumecer los músculos de su pereza y sedentarismo habitual.

            Al mismo tiempo, el centro emocional se va nutriendo con impresiones valiosas, pues la belleza abrumadora del paisaje y la deleitosa estimulación sensorial están presente en todo momento: desde las fenomenales vistas panorámicas hasta los gorjeos subliminales de los riachuelos… Todo es una sinfonía natural que ensaya sin cesar un vitalísimo canto a la vida, el cual, sin apenas hacer ruido, va abriendo el corazón  del caminante. ¡Hasta del más insensible!




            Y en cuanto al centro mental o intelectual, su estimulación queda, sobretodo,  garantizada con la contratación de un Guía. ¡Con cuánta precisión y oficio nos orientaron aquellos amables guías andorranos en nuestra semana de trekking! Repetimos con Alex, y con su entrega incondicional consiguió que nos convirtiéramos en auténticas esponjas, que absorbíamos  sin esfuerzo cada una de sus indicaciones y sugerencias. No se trataba sólo de conocer el nombre de las montañas y valles que subíamos y bajábamos, o que divisábamos… sino de mil detalles que iban dotando de conocimiento, rigor, profundidad… inteligencia y sentido a aquellas travesías. Las señales en los árboles, los “festines” de las ardillas, los hormigueros y los líquenes como bioindicadores… una hermosa flor de lis camuflada entre los arbustos, valiosas plantas de árnica, “ara tocaria fer un glop d'aigua”, “en aquest tram és preferible fer passos curts”





            ¡Qué fácil habría sido, sintiéndose atraído por aquellas hermosas y resplandecientes flores azules, arrancar un manojo para hacer un ramillete…! Pero por Alex supimos que también la montaña esconde mil y un peligros y que hasta los parajes más inocentes pueden emitir cantos de sirenas: setas venenosas, piedras sueltas, riesgos de aludes… ¡Resulta que aquellas brillantes y llamativas flores azules eran auténticas plantas asesinas! ¡La Tora blava! También conocida como “Matallops” (“Matalobos”): La planta más tóxica de Europa, el acónito común (Aconitumn napellus), que contiene tal concentración de aconitina que la mínima dosis de un miligramo resulta letal. Incluso el simple contacto con la piel ya provoca prurito e irritaciones… ¡Y no existe el antídoto! “En menys d’una hora la palmas!” Pero Alex estaba atento a todos los detalles  pertinentes y a la vez amenizaba el ejercicio con comentarios y preguntas estimulantes. ¡En su compañía no sólo podíamos lanzarnos a la ascensión del Casamanya o el Rocapedrosa, sino que hasta nos hubiéramos atrevido a escalar el Aneto..!




             El acompañamiento  productivo de Alex Kinchella me hizo recordar la utilidad inestimable de los buenos conductores, de los maestros auténticos… No sólo para la montaña, sino para la vida. Y en especial, para la búsqueda de lo Trascendente. Y no es que no tenga en cuenta las iluminadas enseñanzas de Krisnamurti o de Osho, pues ambos coincidían en que “no existen maestros, sino discípulos”, ni tampoco he olvidado las últimas palabras de Buda: “Sed una luz para vosotros mismos.” Pero creo que se me entiende bien lo que quiero decir, pues me refiero a lo beneficioso que resulta, y más aún en un mundo y una época tan compleja y vertiginosa como la que nos ha tocado vivir, el poder contar con un punto de referencia  válido y fiable.


            Un buen Guía no ha de llevarte de la mano, imponiéndote un camino trazado (“Caminante son tus huellas/ el camino y nada más;/ Caminante no hay camino, se hace camino al andar…”), sino quien hace de faro en la noche, de facilitador, de estimulante, de puerta que se abre para que a través de ella puedas acceder a otras orillas, a lo más alto, a las cumbres más magníficas desde donde se diluyan para siempre todas las fronteras...

Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-      T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com 

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