La última semana de vacaciones de
este verano la he pasado haciendo trekking
por Andorra. Un poco de ejercicio y de oxigenación con los aires puros de
los Pirineos, ha sido una espléndida receta para recargar pilas y retomar el
buen combate. Con tan sólo apenas subir tres mil metros sobre el nivel del mar
(Pic Comapedrosa: 2.942 m.), resulta más que suficiente para poder disfrutar,
desde allí arriba, con la contemplación de un mundo real, sin fronteras.
El senderismo de alta montaña
representa una de las actividades más completas que se puede llegar a realizar,
pues activa y armoniza a la vez los tres centros del ser humano: el físico, el
emocional y el intelectual. La activación del centro físico-motor, como diría
Gurdjieff, resulta evidente, pues realizar jornadas de entre 4 y 8 horas
atravesando valles y coronando cimas, implica algo más que desentumecer los
músculos de su pereza y sedentarismo habitual.
Al mismo tiempo, el centro emocional
se va nutriendo con impresiones valiosas, pues la belleza abrumadora del
paisaje y la deleitosa estimulación sensorial están presente en todo momento:
desde las fenomenales vistas panorámicas hasta los gorjeos subliminales de los
riachuelos… Todo es una sinfonía natural que ensaya sin cesar un vitalísimo
canto a la vida, el cual, sin apenas hacer ruido, va abriendo el corazón del caminante. ¡Hasta del más insensible!
Y en cuanto al centro mental o
intelectual, su estimulación queda, sobretodo,
garantizada con la contratación de un Guía. ¡Con cuánta precisión y
oficio nos orientaron aquellos amables guías andorranos en nuestra semana de trekking! Repetimos con Alex, y con su
entrega incondicional consiguió que nos convirtiéramos en auténticas esponjas,
que absorbíamos sin esfuerzo cada una de
sus indicaciones y sugerencias. No se trataba sólo de conocer el nombre de las
montañas y valles que subíamos y bajábamos, o que divisábamos… sino de mil
detalles que iban dotando de conocimiento, rigor, profundidad… inteligencia y
sentido a aquellas travesías. Las señales en los árboles, los “festines” de las
ardillas, los hormigueros y los líquenes como bioindicadores… una hermosa flor
de lis camuflada entre los arbustos, valiosas plantas de árnica, “ara tocaria fer un glop d'aigua”, “en aquest
tram és preferible fer passos curts”…
¡Qué fácil habría sido, sintiéndose
atraído por aquellas hermosas y resplandecientes flores azules, arrancar un
manojo para hacer un ramillete…! Pero por Alex supimos que también la montaña
esconde mil y un peligros y que hasta los parajes más inocentes pueden emitir
cantos de sirenas: setas venenosas, piedras sueltas, riesgos de aludes…
¡Resulta que aquellas brillantes y llamativas flores azules eran auténticas
plantas asesinas! ¡La Tora blava!
También conocida como “Matallops” (“Matalobos”): La planta más tóxica de
Europa, el acónito común (Aconitumn
napellus), que contiene tal concentración de aconitina que la mínima dosis
de un miligramo resulta letal. Incluso el simple contacto con la piel ya
provoca prurito e irritaciones… ¡Y no existe el antídoto! “En menys d’una hora la palmas!” Pero Alex estaba atento a todos los
detalles pertinentes y a la vez
amenizaba el ejercicio con comentarios y preguntas estimulantes. ¡En su
compañía no sólo podíamos lanzarnos a la ascensión del Casamanya o el
Rocapedrosa, sino que hasta nos hubiéramos atrevido a escalar el Aneto..!
El acompañamiento productivo de Alex Kinchella me hizo recordar
la utilidad inestimable de los buenos conductores, de los maestros auténticos… No
sólo para la montaña, sino para la vida. Y en especial, para la búsqueda de lo
Trascendente. Y no es que no tenga en cuenta las iluminadas enseñanzas de
Krisnamurti o de Osho, pues ambos coincidían en que “no existen maestros, sino discípulos”, ni tampoco he olvidado las
últimas palabras de Buda: “Sed una luz
para vosotros mismos.” Pero creo que se me entiende bien lo que quiero
decir, pues me refiero a lo beneficioso que resulta, y más aún en un mundo y
una época tan compleja y vertiginosa como la que nos ha tocado vivir, el poder
contar con un punto de referencia válido
y fiable.
Un buen Guía no ha de llevarte de la
mano, imponiéndote un camino trazado (“Caminante
son tus huellas/ el camino y nada más;/ Caminante no hay camino, se hace camino
al andar…”), sino quien hace de faro en la noche, de facilitador, de
estimulante, de puerta que se abre para que a través de ella puedas acceder a
otras orillas, a lo más alto, a las cumbres más magníficas desde donde se
diluyan para siempre todas las fronteras...
Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona- T. 93 751 63 54 e-mail: laurensangall@gmail.com
Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona- T. 93 751 63 54 e-mail: laurensangall@gmail.com
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