domingo, 11 de agosto de 2013

“La sonrisa amplia.” (“Sugerencias de seducción o piropos para una noche de verano.)



            Estamos de nuevo en verano; en agosto, en vacaciones. Metidos en fechas de San Lorenzo, cuando las Perseidas vuelven a visitarnos y nos regalan esos cielos nocturnos colmados de lágrimas doradas, esas noches mágicas con sus lluvias de estrellas fugaces… En medio de este ambiente festivo voy a permitirme publicar un post, para esta ocasión, digamos más… indolente, como más mundano…

            La otra noche se me ocurrió desenfundar la vieja guitarra y me senté en el patio a recordar algunos arpegios. Ruedas de acordes y escalas pentatónicas aprendidas en mis lejanas mocedades… seguramente en otras noches calurosas de estío, como esta, pero que se fueron perdiendo en los arenales del Tiempo…


            Cuando había conseguido animarme hasta el punto de atreverme a tararear alguna antigua canción… (“Te recuerdo Amanda, la calle mojada…”  RE M.- Fa m#...), entró de repente, como un ciclón, mi hijo adolescente, con su ímpetu habitual. Pensé que sería un “entrar y salir” a toda prisa, como suele hacer últimamente: pidiendo paso, con su apasionada ansia de exprimir su juventud, pero por esta vez hizo una pequeña excepción y se paró un momento para reclamarme una sesión relámpago de “Habilidades Sociales”. Concretamente: que hiciese de Coach juvenil y en diez minutos le indicara algunos “trucos” para poder ligar en un concierto.

            Sin pensármelo dos veces, y mientras seguía arpegiando, aproveché la ocasión para declamarle aquellos inmortales versos de Becquer:

            “Por una mirada, un mundo./ Por una sonrisa, un cielo./ Por un beso… ¡Yo no sé qué te diera por un beso!”

            -En serio, papa. No te burles.
          -Si no me burlo- le contesté-. Te acabo de indicar las 3 claves maestras de la seducción:

            - MIRADA.
            - SONRISA.
            - BESO.



            Mi hijo comenzó a ponerme atención (cosa inusual, en la actualidad). Proseguí con el tema de la mirada. “Lo primero de todo, cuando has localizado a la chica que te gusta, es situarte cerca de ella. Es algo obvio, pero es lo primero que hemos de tener en cuenta los tímidos…”
-“¿Hemos?” Pero si tú no eres tímido.
-Lo fui. Ahora ni lo sospechas, pero a tu edad, yo también lo era. Continuo: te acercas y comienzas a mirarla. Síguela con la mirada, sin distraerte… y espera a que ella se dé cuenta.  Que también te mire. Aunque sea una mirada muy fugaz. Como las estrellas de esta noche…
-¿Y qué?- me inquirió impaciente.
-A partir de aquí, tú síguela mirando. ¡Insiste! ¡Que quede manifiesto que tú estás por ella! Segunda lección para los tímidos: no disimules que te gusta. No es cuestión de babear, ¡desde luego! Pero deja patente que ha captado tu interés.
-¡Vale! ¿Y qué más?
-Ahora es cuestión de estar atento y esperar a que te devuelva, por segunda vez, la mirada. ¡Esta es la clave! Si en cinco minutos “marcándola”, no te vuelve a mirar por segunda vez, aunque muy fugazmente, como las…
-¡Si, como las estrellas de esta noche! ¿Entonces qué?
-¡Pues que te olvides! Si no recibes una segunda mirada, mejor te olvidas de ella y empiezas a buscar a otra. ¡Estamos hablando de ligar en un concierto! ¡Una cosa seria ya sería otro cantar…!
-¡No te enrolles! ¿Y ya estaaaaá…?
-¡No, hombre! Con la segunda mirada, es cuando tienes que regalarle la más amplia de tus sonrisas…
           

            ¡Conseguí mantener su atención sostenida durante más de media hora! (¡Todo un récord!). Y es que nadie queda inmune ante el poder de las sonrisas amplias! Realmente, la sonrisa se considera el más positivo y amistoso de todos los signos corporales. Ya aparece en el infante en el segundo mes de vida, como primeras muestras de reconocimiento, ante el rostro de su madre.

 Por su parte, fue Guillaume Duchenne, de Boulogne, en el siglo XIX, que inició el estudio empírico de la sonrisa con la observación de las cabezas guillotinadas  (!!!) y lo continuó con la aplicación de descargas eléctricas en el rostro de vagabundos voluntarios. En fin, un curioso caso de extravagante investigación científica, pero lo cierto es que Duchenne descubrió que la sonrisa auténtica está controlada por dos grupos de músculos: los zigomáticos mayores, es decir: los de las comisuras de los labios, y los orbicularis óculi, o sea: los que tiran los ojos hacia atrás, como los “chinos”. 




Así podemos descubrir una sonrisa auténtica de una que no lo es: la falsa solo suele utilizar los de los labios, como cuando el fotógrafo nos hace decir: “Luíiiiiiiissss…” o “patata…” 



            Volviendo al tema, tal vez tenga tan buena acogida una amplia sonrisa porque es signo de franqueza. Una sonrisa auténtica está diciendo claramente: “No soy ninguna amenaza”. De hecho, es un signo de sumisión, por eso los hombres duros no sonríen nunca (me estoy acordando de Clint Eastwood y  de Harry, el sucio…).




 Eso nos indica  que tampoco es cuestión de pasarse de la raya, no vaya a ser que con tanta sonrisa parezcas un mono asustado, ¡un chimpancé, vamos! O que acabes con una sonrisa nerviosa y perenne,  de sumisión neurótica, tipo Woody Allen…



            Pero mi hijo quiso saber qué venía después de la sonrisa…

-Entonces hay que acercarse y abordarla. ¡No lo dudes! Después de su segunda mirada, te acercas con elegancia y la abordas…
-¡Pues ahí quería llegar yo! ¿Y qué le digo? ¿Cómo le entras?
-Eso no tiene demasiada importancia. Piensa que el 93 % del impacto del mensaje lo transmites con tu lenguaje no verbal. ¡Tan sólo el 7 % llega a través de las palabras!
-¡Hostia! ¿Pero de todas maneras, algo tendré que decirle?
-¡Claro, pero es lo de menos! Siempre puedes probar con un piropo: fíjate en algún detalle de ella y del ambiente y relaciónalo con alguna gracia…
-¿A ver, a ver…?
-Por ejemplo, podrías decir: “Me habían dicho que aquí hacían un concierto, y por eso he venido… Pero lo que no sabía es que habían “tías” tan guapas…”
Mi hijo desplegó espontáneamente una sonrisa auténtica que iluminó su faz en un instante. A continuación,  me pidió que improvisara otro ejemplo.
-Bueno, podrías probar con algo más sofisticado, algo original…
-¿Cómo qué?
-No sé, quizá algo así como… “Me estaba quedando hipnotizado con el reflejo que  los focos del escenario hacen en tu piercing del ombligo… …” Y si sonríe, pues continúa…
-¿Cómo?  
-Pues,  por ejemplo: “… pero al final me he dado cuenta de que lo que me estaba hipnotizando de verdad… ¡era tu ombligo!
-¡No está mal! Pero me dijiste que habían tres claves: la mirada, la sonrisa y…
-¡El beso! Si llevas a la práctica todo lo que te he dicho… ya casi lo tienes a punto de caramelo.



            Mi hijo se fue la mar de contento a un concierto de ska y yo volví a los arpegios bajo las estrellas… y a seguir tarareando: “Te recuerdo Amanda/ la sonrisa amplia/ no importaba nada/ ibas a encontrarte con él…”


Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-      T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com 

5 comentarios:

  1. Que te canten una maravillosa canción bajo las Perseidas con una guitarra.....nadie se resistiría ... ( magnífica acción consagrada... ;-) )

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  2. Que te canten una maravillosa canción bajo las Perseidas con una guitarra.....nadie se resistiría ... ( magnífica acción consagrada... ;-) )

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  3. Te recuerdo Amanda
    la calle mojada
    corriendo a la fabrica donde trabajaba Manuel
    La sonrisa ancha, la lluvia en el pelo,
    no importaba nada......

    Hola Lauren precioso tu blog que encontré por casualidad.
    Un abrazo de otra huesped de GAIA.

    ....ibas a encontrarte con el,
    con el, con el, con el, con el
    Son cinco minutos
    la vida es eterna,
    en cinco minutos....

    A que estás cantando??? jajajaja

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    1. ¿Y qués es la "CASUALIDAD", estimada?
      ¡Claro que estoy cantando... y encantado de recibir tus comentarios y tus elogios!
      Sigo tu gran obra en la Red con interés y agradecimiento.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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