Los extraordinarios avances científicos y tecnológicos de
la modernidad han traído el confort a nuestras vidas, así como la información a
raudales sobre cualquier tema, dato o evento acontecido en nuestro mundo… e
incluso más allá. Pero al mismo tiempo, también es cierto que nos han aplastado
con su reduccionismo materialista, el cual nos ha dejado melancólicos y
aburridos, contemplando la vida con una mirada vacía y fútil: es la visión
desangelada y chata del mundo. Una “visión profana”.
A la habitual repugnancia del ser humano por el esfuerzo, actualmente hay que
añadírsele, además, tres nuevos factores deprimentes: el escapismo consumista,
la adicción a las ”pseudo-relaciones en las redes sociales y el desencanto ante
el rotundo fracaso de lo social.
Podríamos decir que la fatiga física se ha tornado en
fatiga psicológica: no estamos tan cansados físicamente como asqueados
existencialmente. Todo ello, bien combinado, forman un auténtico cocktail
Molotov que puede acabar por dinamitar cualquier atisbo que pudiera quedarnos
del “sentimiento heroico de la vida”.
Porque la vida cada uno la vive como puede, pero en el
fondo sólo hay dos formas de hacerlo, o mejor expresado: “desde dónde
hacerlo”. Y estas son desde lo profano o desde lo sagrado.
Pues lo “sagrado” y lo “profano” representan
dos modalidades de estar en el mundo.
Esto puede ser así porque los humanos no somos simples
animales, sino que somos, además, seres simbólicos. Vivimos en un mundo físico,
¡desde luego!, pero lo hacemos persiguiendo continuamente símbolos,
desentrañando las esencias… Hasta los más mínimos gestos que hago con las manos
mientras estoy hablando no son simplemente movimientos físicos, sino que van
expresando conceptos, ideas… que acompañan y completan mi discurso… La típica
adolescente, tras el lucimiento de su look a la última moda, lo que intenta es
reforzar su Autoestima buscando la Aprobación del Grupo… y el joven machito
haciendo rugir y levantando su motocicleta entre las piernas pretende afirmar
el Brío y la Potencia de su Virilidad…
…A través de una flor descubrimos la Belleza… un amanecer
junto al mar nos inspira Inocencia y Esperanza… cuando el sol resplandece al
mediodía: Vitalidad y Poder… mientras que la puesta del astro Febo, en la
hecatombe de la tarde… nos habla de Entrega… de Rendición y de Paz… Sin embargo, por millones de caballos que
hayan galopado por las infinitas praderas, ninguno ha podido nunca pararse a
contemplar el horizonte y expresar: “¡Señor,
cuanta grandeza!” Y desde siempre parece ser que los lobos han aullado en
las noches de plenilunio, y seguramente seguirán haciéndolo… pero por mucho que
eleven y dirijan su hocico hacia la luna no se darán cuenta jamás de que esos
múltiples puntos de luz… son otros mundos ¡Incontables mundos lejanos! Y nunca,
nunca llegarán a decir: “¡Dios mío, qué inmensidad!”
¡Las cosas son así! Pero lo triste es que a nosotros, los
humanos, llegue a pasarnos algo parecido. Ellas, pobres bestias, no pueden hacer más: su
conciencia es demasiado limitada. Sin embargo, nuestro rango de homo sapiens (“hombre que sabe”) nos
reclama el “darnos cuenta”, el tomar
conciencia… el salir de lo “profano”
y descubrir lo “sagrado”.
Cuando lo sagrado se
manifiesta, el objeto se convierte en otra cosa, sin dejar de ser el mismo. El
objeto o la acción se consagra y se transforma en una experiencia mítica,
arquetípica y heroica… entonces es cuando fregar los platos y barrer la casa se
elevan a la categoría de rituales sagrados que nos dignifican… y el coger el
coche o la moto para ir al trabajo se transforman en subir al leal corcel para
emprender la heroica misión de la jornada… Entrando en lo simbólico todo puede
convertirse en una experiencia sagrada…
pero desde lo profano, todo acaba en simples y repetidas rutinas y procesos
orgánicos.
Con la consagración de la vida, vamos transformando
simbólicamente el universo: del caos al cosmos. Y con ello vamos haciendo
“nuestro” el mundo, convirtiéndolo, para nosotros, en un espacio renovado, en
un espacio recreado. Para entrar en lo sagrado
necesitamos abrirnos al Misterio e irnos entregando a la profundidad de la
Existencia, lo cual nos lleva del reino de la Cantidad al de la Cualidad, de lo
Horizontal a lo Vertical, de la Velocidad a la Intensidad y de la Multiplicidad
a la Unidad.
Y en cualquier caso, en una sociedad de la irreverencia y
la profanación, lo sagrado es ganar
dignidad. Y, por si fuera poco, lo Sagrado
ni juzga, ni condena, ni prohíbe… sino que tan sólo bendice.
(Continuará en el próximo post.)
Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona- T. 93 751 63 54 e-mail: laurensangall@gmail.com
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