lunes, 11 de febrero de 2013

“¡Decir No, para poder decir Sí! (1ª. parte)



            “Me siento hoy como un halcón
          herido por las flechas de la incertidumbre.”

    Eso cantaban El último de la Fila en un precioso tema que titularon “Insurrección”.

            Las heridas de la incertidumbre hace que se tambalee toda la estructura  que hemos venido construyendo y a la que nos hemos ido agarrando desde niños. Nuestra “seguridad” no es más que una carcasa, un huevo protector para que pueda brotar, en su momento, nuestro potencial. Y esto ocurre cuando comenzamos a plantar cara y a decir No.



            Pero dominar el arte de vivir es complicado y lleva su tiempo. Y es que la Vida –no me cansaré de decirlo- es paradójica. Y es dinámica. Uno puede zambullirse  en los tratados de Psicología y acabar aún más desconcertado,  pues puede ir encontrando contradicciones por doquier… No resultará difícil hallar textos acreditados que  enfatizan la importancia que tiene, para lograr la correcta evolución psicológica, la buena asimilación de los modelos educativos y la acomodación a las normas. En definitiva: parece que sea del todo necesario aprender el sí de la obediencia.


            Sin embargo, por otro lado, descubrirán todo otro sector que no escatima esfuerzos en declarar, sin descanso, los beneficios de saberse rebelar y plantar cara. “¡Aprenda a decir No!”, ¡Diga No sin sentirse culpable!”, ¡No diga Sí cuando quiera decir No!” y todo un arsenal de títulos similares corroboran la importancia que se le concede al desarrollo de la autoafirmación y la asertividad personal.





            Pero la cosa no queda aquí: si seguimos sumergiéndonos en estudios de una psicología más profunda, en los dominios de la Psicología Transpersonal, la cual va tendiendo sus brazos desde la conciencia existencial hacia los confines de la espiritualidad, parecería, entonces, que habríamos de renunciar al No y volver al Sí, a fin de saber aceptar, pues sería a través de la aceptación como se lograría, por fin, el auténtico equilibrio y la armonía. Entonces… ¿en qué quedamos? ¡Ahora sí… ahora no… ahora otra vez que sí…! ¡Como les decía! ¡Todo parece tan ontradictorio…!


            ¡Pero no lo es! ¡No es contradictorio! ¡Es paradójico! ¡Porque la vida es paradójica! ¡Y dinámica! ¡Todo a su tiempo! ¡Que no es lo mismo ceder que conceder! Veamos si logro hacerme entender…



            Volveré a echar mano de aquella cita bíblica del Eclesiastés: “Hay un momento para todo y un tiempo para cada acción bajo el cielo: un tiempo para nacer y un tiempo para morir… (…) un tiempo para llorar y un tiempo para reír… (etc.)”  A la cual habríamos de añadir: “… y un tiempo para obedecer y un tiempo para encarar… y otro tiempo para perdonar.” O lo que sería lo mismo: “Un tiempo para el “sí” y un tiempo para el “no”, antes de que llegue el tiempo para el SÍ definitivo.


            Todo esto nos lleva a entender que en la vida, en nuestro viaje existencial, al ir evolucionando vamos atravesando diferentes etapas, a cada una de las cuales les corresponde un determinado estadio o nivel de conciencia.

            Así pues, en cuanto al tema que estoy tratando, habremos de identificar 3 etapas, bien diferenciadas y de evolución progresiva. A saber, a grandes rasgos: La primera sería una etapa en la cual lo que ha de aparecer y prodigarse es el “sí”. Un “sí” obediente y receptivo, necesario para la imprescindible asimilación. Sin embargo, lo característico de la segunda habrá de ser la irrupción del “No”. Esta segunda etapa se puede prolongar indefinidamente hasta lograr acceder a una tercera y definitiva etapa, representada por el “SÍ”, pero esta vez en mayúsculas.

            La 1ª., pues, sería la etapa de la Obediencia.
            La 2ª., la de la Rebeldía y la Insurrección.
          Y a la 3ª., podríamos llamarla la de la Libertad. La de la auténtica Libertad, tan sólo experimentada por los contumaces buscadores que recorren el camino hasta el final.





            Es por eso que antes de poder llegar a ser libres, verdaderamente libres, habremos de aprender a desobedecer. ¡Tenemos que desaprender la obediencia! ¡Hemos de ser rebeldes!


            Sería por ello que la canción de Manolo García y Quimi Portet concluía: “…Me siento hoy como un halcón… llamado a las filas de la Insurrección.”

     (Continuará en el siguiente post.)

           

 Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-     
 T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com 



            

1 comentario:

  1. Hola Lauren. La segunda etapa me he recordado esa cita que dice que lo más difícil de esta vida es decir no, puesto que el sí está al alcance de cualquier imbécil. Esperaremos el siguiente post.

    Saludos.

    Ferran

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