A pesar de los años transcurridos, aún puedo recordar con gran viveza la emoción y el
impacto que me llegó a producir el ver aquel gran paquete de regalo, que
sobresalía de los demás, en una mañana de Reyes de mi infancia, en la ya lejana
década de los 60. Al desenvolver el envoltorio, mi intriga y expectación consiguieron todavía ir en aumento ante
aquella inmensa y colorida caja de cartón, en la que se leía en un glamuroso
francés: “boite de jeux.”
Era un regalo de mi abuela. Aquel año me “había echado”
por los Reyes el lote más grande de los “Juegos
Reunidos Geyper”.
Allí dentro se compilaba un sinfín de pasatiempos y
juegos de mesa, con todo tipo de fichas para su ejecución. Desde los clásicos y
populares Parchís, La Oca, el Ajedrez o
el Tres en Raya (que allí denominaban “Barra
China”), a otros más mundanos como la Ruleta y los Dados de poker, pasando
por los exóticos Backgammon o el Mikado… Y, por supuesto, los auténticos y
originales made in Geyper: divertidos
y pintorescos tableros (siempre en cartón a todo color) profusamente ilustrados
con expresivos y simpáticos dibujos. Los había para todos los gustos: sobre el
circo, de carreras de coches… hasta surrealistas como el delirante y malicioso juego
de la Escalera. Y, en especial, intrigantes y aventureros como aquel llamado “En busca del Tesoro”.
A decir verdad, todos venían a ser, en esencia,
prácticamente lo mismo: había que seguir un casillero numerado hasta lograr
alcanzar la meta, con ayuda de ficha y dado, sin más aliados que el azar, el
cual hacía que fueras cayendo en mayor o menor número de casillas premiadas o
penalizadas.
Sin embargo, el abigarrado tablero de “En busca del Tesoro” debería remover
profundos arquetipos dormidos… pues el avance tortuoso de la ficha por aquel
sinuoso itinerario, invitaba a experimentar una excitación aventuresca…
Parecía, mismamente, que te habías convertido en un intrépido explorador, embarcado en una expedición
legendaria… en una búsqueda afanosa a través de mil y un peligros…
Aquello despertaba simbolismos ocultos y hacía resonar
ecos en nuestro interior… Y es que, sin duda, hemos de reconocer que todos
andamos, en cierta manera, tras algún que otro “tesoro”… ¡Todos somos
buscadores! En estado más o menos activo, pero buscadores al fin. En este universo humano podríamos decir que no hay
nadie que, poco o mucho, no esté
buscando algo. ¡Es así! ¡Forma parte de
la naturaleza del mundo! Existe un impulso natural que nos mueve a todos y a
cada uno de nosotros, que nos activa, que nos pone en marcha para alcanzar
objetivos. Un impulso que ya viene incorporado en el código genético, en la
propia Naturaleza.
Este impulso se va desplegando, a medida que
vamos madurando y evolucionando, haciéndose cada vez más complejo, y también más sutil. Sería,
pues, incorrecto dividir a las personas en buscadores
y no buscadores; en las que no
buscan nada y las que no dejan nunca de buscar, ya que todos, absolutamente,
compartimos esta propiedad humana: la
búsqueda. Lo que sí es cierto es que las formas que adquiere la búsqueda
llegan a ser múltiples y variadas. Se dice que los caminos del Señor son infinitos… (a la vez que inescrutables e impredecibles). Esa multiplicidad en las
formas nos presenta a una Humanidad enmarañada, donde parece que nadie acabe de
ponerse de acuerdo con nadie, donde unos tengan que ver muy poco con otros y,
como dice el refrán, cada loco con su tema.
Sin embargo, cuando conseguimos
profundizar en nuestra comprensión, vamos descubriendo que por debajo de tanta
diversidad de búsquedas, más o menos personales, por debajo de la superficie no
es que existan tantas diferencias como podía parecer, en un principio. Lo mismo
ocurre con la geografía física, pues las diferentes islas de un archipiélago se buscan
y se juntan bajo la superficie marina. ¡Incluso todos los continentes del
planeta son uno solo bajo las aguas! Sin embargo, contra más externa y
superficial sea nuestra mirada, más distintos e independientes nos consideraremos
los unos de los otros. Más separados creeremos
estar del resto... Y ahí radica el gran error. En eso consiste la mayor ilusión…
(Continuará en el siguiente post.)
Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-
T. 93 751 63 54 e-mail: laurensangall@gmail.com
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