lunes, 17 de septiembre de 2012

“En busca del tesoro” (1ª. parte.) (“Todos somos buscadores.”).




A pesar de los años transcurridos, aún puedo  recordar con gran viveza la emoción y el impacto que me llegó a producir el ver aquel gran paquete de regalo, que sobresalía de los demás, en una mañana de Reyes de mi infancia, en la ya lejana década de los 60. Al desenvolver el envoltorio, mi intriga y expectación  consiguieron todavía ir en aumento ante aquella inmensa y colorida caja de cartón, en la que se leía en un glamuroso francés: “boite de jeux.”



Era un regalo de mi abuela. Aquel año me “había echado” por los Reyes el lote más grande de los “Juegos Reunidos Geyper”.

Allí dentro se compilaba un sinfín de pasatiempos y juegos de mesa, con todo tipo de fichas para su ejecución. Desde los clásicos y populares Parchís, La Oca,  el Ajedrez o el Tres en Raya (que allí denominaban “Barra China”), a otros más mundanos como la Ruleta y los Dados de poker, pasando por los exóticos Backgammon o el Mikado… Y, por supuesto, los auténticos y originales made in Geyper: divertidos y pintorescos tableros (siempre en cartón a todo color) profusamente ilustrados con expresivos y simpáticos dibujos. Los había para todos los gustos: sobre el circo, de carreras de coches… hasta surrealistas como el delirante y malicioso juego de la Escalera. Y, en especial, intrigantes y aventureros como aquel llamado “En busca del Tesoro”.


A decir verdad, todos venían a ser, en esencia, prácticamente lo mismo: había que seguir un casillero numerado hasta lograr alcanzar la meta, con ayuda de ficha y dado, sin más aliados que el azar, el cual hacía que fueras cayendo en mayor o menor número de casillas premiadas o penalizadas.

Sin embargo, el abigarrado tablero de “En busca del Tesoro” debería remover profundos arquetipos dormidos… pues el avance tortuoso de la ficha por aquel sinuoso itinerario, invitaba a experimentar una excitación aventuresca… Parecía, mismamente, que te habías convertido en un intrépido  explorador, embarcado en una expedición legendaria… en una búsqueda afanosa a través de mil y un peligros…

Aquello despertaba simbolismos ocultos y hacía resonar ecos en nuestro interior… Y es que, sin duda, hemos de reconocer que todos andamos, en cierta manera, tras algún que otro “tesoro”… ¡Todos somos buscadores! En estado más o menos activo, pero buscadores al fin. En este universo humano podríamos decir que no hay nadie que, poco o mucho,  no esté buscando algo. ¡Es así! ¡Forma  parte de la naturaleza del mundo! Existe un impulso natural que nos mueve a todos y a cada uno de nosotros, que nos activa, que nos pone en marcha para alcanzar objetivos. Un impulso que ya viene incorporado en el código genético, en la propia Naturaleza.



 Este impulso se va desplegando, a medida que vamos madurando y evolucionando, haciéndose cada vez  más complejo, y también más sutil. Sería, pues, incorrecto dividir a las personas en buscadores y no buscadores; en las que no buscan nada y las que no dejan nunca de buscar, ya que todos, absolutamente, compartimos esta propiedad humana: la búsqueda. Lo que sí es cierto es que las formas que adquiere la búsqueda llegan a ser múltiples y variadas. Se dice que los caminos del Señor son infinitos… (a la vez que inescrutables e impredecibles). Esa multiplicidad en las formas nos presenta a una Humanidad enmarañada, donde parece que nadie acabe de ponerse de acuerdo con nadie, donde unos tengan que ver muy poco con otros y, como dice el refrán,  cada loco con su tema.



Sin embargo, cuando conseguimos profundizar en nuestra comprensión, vamos descubriendo que por debajo de tanta diversidad de búsquedas, más o menos personales, por debajo de la superficie no es que existan tantas diferencias como podía parecer, en un principio.  Lo mismo  ocurre con la geografía física, pues  las  diferentes islas de un archipiélago se buscan y se juntan bajo la superficie marina. ¡Incluso todos los continentes del planeta son uno solo bajo las aguas! Sin embargo, contra más externa y superficial sea nuestra mirada, más distintos e independientes nos consideraremos los unos de los otros. Más separados creeremos estar del resto... Y ahí radica el gran error. En eso consiste la mayor ilusión…

     (Continuará en el siguiente post.)



 Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-     
 T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com 

No hay comentarios:

Publicar un comentario