Recuerdo un sketch teatral del grupo mímico-cómico “El
Tricicle”, en el cual, como es de costumbre en ellos, bordaban la genialidad:
en un escenario vacío aparecían tres exploradores con prismáticos, ataviados
con la clásica sahariana, salacot y pantalones cortos. Expresaban con gestos de
ansiedad que se encontraban absolutamente perdidos… hasta que uno de ellos
recordaba que en un bolsillo llevaba guardado un mapa… ¡Salvados! Entonces
comenzaban a desplegar el plano… lo desplegaban y lo seguían desplegando… y el
mapa se iba haciendo cada vez más grande, y más grande… y más grande… Los
exploradores desplegaban pliegues y más pliegues… sosteniendo cada uno el mapa
por un extremo, lo que hacía que se fueran alejando entre sí… hasta que acababan
desapareciendo del escenario… donde sólo quedaba el mapa extendido en el suelo…
Después de un tiempo… volvian a aparecer los tres
exploradores, cada uno por un lado… reculando y mirando atentamente al “mapa
del suelo” hasta que se tropezaban los tres, chocando “de culo”… ¡Se asustaban…
y volvían a estar perdidos…! ¡Pero ahora… perdidos
dentro del mapa! Una forma sintética y divertidísima de transferir a una
escena las reflexiones de Korzybski, el padre de la célebre frase: “el mapa no es el territorio”.
La cuestión es que
no solemos captar la realidad, sino únicamente una representación, la representación que hemos construido de la
realidad… Y aunque nos parezca obvio que el mapa no es lo mismo que el
territorio, no sabemos salirnos de la trampa y siempre acabamos confundiendo lo
uno con lo otro. Confundimos el modelo o esquema de representación con lo real.
Con lo auténticamente real. En el fondo, es algo tan absurdo como pretender
alimentarnos y degustar la gastronomía comiéndonos las páginas donde se
encuentra impresa la Carta o el Menú de un restaurante.
Resulta harto evidente que la palabra “agua” no puede por sí sola saciar
nuestra sed. Las palabras y los símbolos han de ser, tan sólo, como “el dedo que señala a la luna”. No hemos
de quedarnos mirando el dedo, sino seguir la dirección que este indica. Sólo
así elevaremos nuestra mirada al cielo, hasta encontrarnos con el astro que más
refulge en la noche.
Una experiencia directa de la realidad habría de
transcender el pensamiento e, incluso, la percepción sensorial. Por eso, en los
Upanishads indios está escrito: “Allí no
llega el ojo. No va la palabra ni la mente. No lo conocemos. No lo entendemos.
¿Cómo podría nadie enseñarlo?” Sería el conocimiento absoluto, la
experiencia que toda mística reconoce como inefable: imposible de comunicar. Es
la experiencia del Tao, y como Lao Tse afirmara: “el tao que puede ser explicado, no es el verdadero tao”. Por eso
los indios dicen que la vida es “Maya”,
ilusión. Pues “maya” representa la
ilusión de tomar los conceptos y representaciones por la misma Realidad. Maya es la ilusión de confundir el mapa
con el territorio.
Cuando escribo este post es lunes y está a punto de
llegar la primavera… ¿Pero… acaso
existen los “lunes”…? Como cantaba
Manolo García (“El Último de la Fila”),
“en algún lugar, alguien debería escribir
que este mundo no es más que una enorme piedra redonda…”
¡Para que luego digan eso
de que “menos da una piedra”!
(Continuará en el próximo post.)
Escrito por:Lauren Sangall. Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona- T. 93 751 63 54 e-mail: laurensangall@gmail.com
(Continuará en el próximo post.)
Escrito por:Lauren Sangall. Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona- T. 93 751 63 54 e-mail: laurensangall@gmail.com
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