Hacía
referencia en la primera parte de este post
a que la vida es dinámica. Nuestra existencia representa un viaje evolutivo, en
el que vamos aprendiendo progresivamente, y para madurar hemos de ir atravesando
diferentes etapas… donde todas ellas son necesarias. Cada una en su momento. Es por eso que comprender y respetar las
secuencias evolutivas resulta fundamental
para no acabar confundiendo la gimnasia con la magnesia y la velocidad
con el tocino.
Ocurre
muchas veces que queremos ir demasiado deprisa y comenzamos la casa por el
tejado. ¡Y lo primero es lo primero! ¡Y eso es la educación! Primero hemos de
asimilar nuestra herencia cultural. El pasado hay que conocerlo y digerirlo. Es
absurdo que uno intente partir de cero y tratar de hacerse completamente a sí mismo.
¿O acaso, para saber de números, vas a
intentar descubrir por tu cuenta las Matemáticas…? ¿Desde los ábacos primitivos
hasta las ecuaciones exponenciales (por dejarlo ahí), vas a pretender recorrer
tú sólo cinco mil años de historia…? ¡Absurdo!
Nosotros,
a diferencia de los animales, no tenemos porqué partir de cero. Cada persona
que nace puede asentarse sobre los hombros de todos los hombres que le
precedieron. ¡Eso permite la evolución de la Humanidad! Así que, primero:
¡Asimila! A esto me refería a la primera etapa de la obediencia, en el anterior artículo.
En la
célebre alegoría de Nietzsche, en su obra: “Así
habló Zaratustra”, correspondería al símbolo del camello, cargando con la clásica “joroba de la tradición” sobre su
lomo. ¡No hay que rechazar antes de tiempo! ¡Hay tanto que asimilar! ¡Estamos
de suerte! Podemos aprender de Sócrates, de Lao Tsé, de Buda, de Jesucristo, de
Kabir, de Freud, de Jung, de Einstein… ¡De tantos y tantos…! Podemos encaramarnos
hasta alturas elevadísimas… Contra más subamos, más lejos alcanzará nuestra
mirada y más amplia será nuestra perspectiva.
Pero
todo ese banquete hay que digerirlo y hay que integrarlo para comenzar a
descubrir nuestras propias capacidades. Nuestra propia inteligencia. Nuestra
propia luz. En la alegoría de Nietzsche es cuando el camello se transforma en león. ¡Es cuando llega la hora de
rugir!
Como
también dijera Osho, “en el transcurso de
su desarrollo personal, llega un momento en que el león que hay en el hombre,
ruge contra toda autoridad. El león comienza a hacer trizas el enorme monstruo
conocido como: =¡No harás eso!=”
Louise
Hay, por su parte, anima decididamente a las mujeres que padecen cáncer a
rebelarse. En palabras suyas: “Una de las
cosas que recomiendo a las mujeres que tienen cáncer de mama es que aprendan a
decir =NO= a todo, y las cosas empiezan a cambiar. Las mujeres necesitamos
nutrirnos diciendo: =Deseo hacer esto y no lo que tú quieres que haga.=”
Pero no se acaba aquí
el tema. Convertirse en león está bien.
¡Es necesario! ¡Pero no suficiente! Hay que seguir avanzando (“Lluny, hem d’anar més lluny. Més lluny de
l’avuí qu’ara ens encadena”, cantaba Lluís Llach en su Viatge a Itaca). Rugir y rugir acabará por agotarnos, sin acabar de
degustar la auténtica libertad. Rugir es solamente insurrección. Rebeldía.
Seguir estando en contra no es
realmente estar libre. En la metáfora de Nietzsche, el tercer símbolo es un niño pequeño. ¿Por qué? ¿A qué
viene ahora un niño, un infante recien nacido…? Sencillamente, esa fue la forma que encontró
Nietzsche para representar el estar libre del pasado. El estar centrado
plenamente en el ahora… y totalmente abierto a lo que pueda deparar el futuro.
La “segunda
infancia” es la inocencia del sabio. Entonces, ya no se cede, fruto de la
obediencia ciega, del miedo o de la debilidad. Ni se ofrece un pulso de
resistencia, fruto de un Yo fuerte y embravecido. Sino que se concede, desde la
comprensión y el amor. ¡Porque desde el amor se da! ¡Se acepta! ¡Se celebra!
Porque
entonces… ya todo ha sido integrado. Todo ha sido perdonado. Entonces se ve…
que no hay nada que perdonar. El SÍ entonces es profundo. ¡TOTAL!
¡Y
entonces… llega la paz!
Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-
T. 93 751 63 54 e-mail: laurensangall@gmail.com
Que bien que viene releer estas entradas de vez en cuando Lauren. Muchas gracias, un abrazo.
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