Que “la Vida duele” es algo que he declarado repetidamente. Es por ello
que deberíamos asumir el dolor y el miedo cuanto antes podamos, como algo
consustancial con la Vida misma. Sólo cuando consigamos aceptarlos e integrarlos
en nuestra vida, podremos sentirnos
verdaderamente cómodos con ella. Sólo entonces podremos movernos como peces en
el agua.
Se explica la anécdota de que en una
ocasión, el mismísimo Napoleón Bonaparte, encontrándose al frente de su
ejército en el campo de batalla, al observar las dificultades por las que
estaban atravesando sus tropas, temblaba de forma ostensible.
Tan evidentes eran sus temblores,
que el artillero que se encontraba a su lado, un aguerrido y temerario soldado,
se atrevió a reprenderle: “Mi general,
parece mentira que su excelencia esté temblando. ¿Acaso no me ve a mí, como no
paro de lanzar cañonazos sin el asomo del más mínimo temblor?”
Y cuentan que entonces Napoleón le
contestó: “¡Si tú sintieras tan sólo la
cuarta parte del miedo que estoy sintiendo yo… ya hace tiempo que habrías
abandonado el cañón y habrías salido corriendo, cagando leches!”
Es una buena anécdota. Pues la
diferencia entre una persona valiente y una persona cobarde no radica en que la
valiente no sienta miedo y la cobarde sí. Pues la verdad es que ambas lo
sienten. La auténtica diferencia es que la persona valiente planta cara y sigue
adelante a pesar de su miedo, mientras que la cobarde se paraliza y abandona.
Como explicaba Osho: “Si encontraras una
persona que no sintiese miedo, ¿cómo ibas a considerarla valiente? Sería una
máquina, no un hombre. Sólo las máquinas están exentas de miedo. (…) Ser
valiente es actuar a pesar del miedo. El miedo está ahí, el temblor está ahí,
pero no te detiene; no te bloquea. Lo utilizas como un trampolín y a pesar del
miedo y el temblor, entras en lo desconocido.”
“¡Hace
falta valor!” La célebre canción de Santiago Auserón y los Radio Futura, “Escuela de Calor”, lo repetía una y otra vez. Al igual que, una y
otra vez, insistía Osho que es necesario ser valiente, “tan valiente como para ser capaz de enfrentarse a la muerte.” Y
sin duda tiene razón, pues tal encuentro habrá de producirse ineluctablemente y
llegará algún día, a todos y cada uno de nosotros. Por algo, don Juán Matus, el
legendario chamán indio, le decía a Carlos Castaneda: “Es preciso tener unos cojones de acero.”
“Asombro”
y “cojones de acero” eran la receta
para la auténtica disciplina, según el gran nagual mexicano. Por el contrario,
nuestra sociedad moderna, abogando continuamente por el confort y la comodidad
extrema, nos sobreprotege insanamente y nos hace cada vez más inmaduros, más
infantiles… La ventaja del progreso tecnológico es que nos regala tiempo.
¡Tiempo libre! Pero si nos dejamos
sobornar por la comodidad y la indulgencia hasta el punto de que
desechamos todo esfuerzo, todo aguante,
toda espera… entonces no le estaremos dando ninguna oportunidad a nuestro valor para que
se desarrolle. El tiempo libre es una gran oportunidad para desarrollar nuestro
valor, pues nos permite mirar hacia dentro…
¿Cómo hacia adentro… si la
televisión está afuera…? ¿si el “móvil” está afuera…? ¿si “la Play” está afuera…?
¿si el Shopping Center está afuera…?
¿Adentro? ¿Qué hay adentro…?
Crees que no hay nada adentro… y eso
te aburre… (¿o te asusta?). ¡Date una oportunidad! ¡Puede que haya algo y te lo
estés perdiendo! ¡Podrías echarle un vistazo! ¡A ver quién hay ahí adentro! ¿No
sientes un poco de curiosidad por investigar, por descubrir el propio ser de
uno…?
“¡Vas
por ahí sin prestar atención y cae sobre ti una maldición!” ¡Que
buenos eran los Radio Futura.
Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-
T. 93 751 63 54 e-mail: laurensangall@gmail.com
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