He dedicado varios artículos en este blog al tema de la sincronicidad. En ellos he procurado argumentar e ilustrar a través de diferentes ejemplos como la Vida parece ir dándonos pistas, ofreciéndonos atisbos de lo milagroso a través del misterioso juego de las coincidencias. Si bien, la visión más mecanicista o materialista dura, equipara toda coincidencia, por asombrosa que pudiera considerarse, a puros sucesos aleatorios, pertenecientes a un mundo caótico, dominado por el azar, por el contrario, al irnos abriéndonos a una perspectiva más ecológica, más holística… en las coincidencias podemos ir reconociendo la presencia de la Sincronicidad. Con una mente abierta y atenta, podemos a veces intuir, en las conjunciones de coincidencias, acontecimientos necesarios… dentro de una trama donde todo se interconecta. Acontecimientos que llevan en sí mismos una información valiosa… un mensaje que nos ayude a desarrollar un propósito… una vida con sentido.
De ser así, el aprender, entonces, a captar acertadamente esas pistas podría beneficiarnos enormemente en nuestro transitar por la vida, ya que nos dispondría a aprovecharnos de las oportunidades que la existencia, a través de la trama de la vida, a través de los sucesos del mundo… nos iría ofreciendo.
Un antiguo adagio zen reza que “Cuando el discípulo está preparado, entonces llega el maestro.” A mí, de jovencito, confieso que me fascinaba esta sentencia. Me intrigaba en extremo el enigma de cómo podría llegar a darse tal encuentro. En la imaginería desbordante de mi incipiente adolescencia, me recreaba, en ocasiones, con fantasías extravagantes a propósito del tema.
Elucubraba con la desproporcionada eventualidad de que honorables y místicos lamas, así como toda suerte de gurus iluminados y otros esotéricos maestros de lo oculto, desde recónditos lugares del Tibet, o por el estilo, recibirían, tal vez, información telepática, percepciones a distancia… o visiones astrales… (¿qué sabía yo?) …de los colores del aura… (¡A lo mejor!) de aquellos “discípulos” que ya estuvieran a punto… de quienes llegaban, por fin, a estar preparados.
Sin duda, debió influirme para fantasear tan excéntricamente, mi intensa afición, por aquella época juvenil, a los comics de super héroes Marvel, en especial a la colección del Dr. Extraño y su fabuloso amuleto: “El ojo de Agammoto”, un místico y arquetípico Ojo que todo lo ve.
Me costó unos cuantos años darme cuenta de que “tal encuentro”, efectivamente, resulta siempre inevitable. Y resulta que la solución al enigma viene a ser de lo más simple. Pues acontece que el maestro siempre encuentra al discípulo… por la sencilla razón… de que el maestro… siempre ha estado ahí… ¡A su lado! Lo único que sucede es que uno no lo veía… porque todavía uno… no estaba preparado para verlo!
En el momento que estás preparado… ¡zas! ¡Ahí lo tienes! No es que se materialice de la nada… sencillamente que ahora podemos verlo. Al estar preparados, podemos apreciar lo que antes pasaba desapercibido… irreconocible.
Simplificando, podemos hacer una analogía bien sencilla con los pasatiempos tipo “Sopa de Letras”, en donde de buenas a primeras tan solo vemos un conglomerado o mosaico de letras, ordenadas sin sentido, pero tan sólo hace falta un revisión más atenta para que podamos comenzar a distinguir las palabras enmascaradas.
Lo mismo ocurre con los dibujos ocultos: el tema siempre es el mismo: descubrir que objeto, dibujo o mensaje se encuentra camuflado en la trama del cuadro. Pueden presentarse en múltiples niveles: desde simples siluetas ligeramente disimuladas, que sirven como fichas infantiles para colorear…
…hasta los fascinantes estereogramas, también conocidos como “El Ojo Mágico”. En estas abigarradas tramas pueden descubrirse espectaculares planos tridimensionales, en donde aparecen elaboradas e insospechadas escenas, absolutamente invisibles a primera vista. Como por ejemplo, el estereograma que les coloco a continuación, donde tras el aburrido e insípido entramado gris… se esconde el busto de Nefertiti… ¿Logran verlo?
Si no lo hubieren conseguido, no se desanimen: la mayoría de las personas desisten aburridas, pero el secreto consiste en desenfocar la vista. No tanto como para ver la imagen doble… pero casi. Si logran el punto justo de desenfoque, en la siguiente trama podrán ver dos canguros boxeando, en auténtica 3D.
Algo parecido también suele ocurrir cuando, con el transcurso de los años, volvemos a releer una gran novela o a ver de nuevo una buena película. ¡Nos parece otro libro! ¡Otro film! Descubrimos cantidad de datos, de información… de mensajes que en la primera ocasión, años atrás, no habíamos percibido en absoluto. ¿Pero todo eso estaba ahí? ¡Desde luego! “¿Cómo puede ser que no lo hubiéramos visto antes?”, nos solemos preguntar, sorprendidos. Sin embargo, las cosas son así. Tan sólo asimilamos, en un momento determinado, aquello que nos resulta significativo. En definitiva: podemos ver y percibir algo… solamente cuando estamos preparados para ello.
Por eso mismo, a una cabra no se le puede ocurrir recoger flores silvestres para hacer un ramillete. Aunque se encontrara ante un espléndido campo de amapolas, no hará otra cosa que comérselas. Y lo mismo ocurriría si, por ejemplo, se encontrara con un libro… después de olisquearlo… acabaría comiéndoselo. Pues para la cabra, el libro tan solo puede representar una sola cosa: comida. Para ella será alimento. ¡Y daría igual que se tratara de una novela de aventuras que de un ensayo científico! Tanto si fuera la Biblia, el Corán, La Evolución de las Especies… o las obras completas de Dostoievski, acabaría zampándoselo enterito. ¡A mordiscos!
Si, por el contrario, quien se topara con el libro de marras fuera un hombre primitivo, un indígena analfabeto de una tribu perdida… entonces, lo más probable es que acabara utilizándolo como combustible y usara el libro para hacer fuego con él
Si, por el contrario, quien se topara con el libro de marras fuera un hombre primitivo, un indígena analfabeto de una tribu perdida… entonces, lo más probable es que acabara utilizándolo como combustible y usara el libro para hacer fuego con él
Finalmente, si quien encontrara el volumen impreso fuese una persona civilizada, un hombre culto, al descubrir que se trataba del Bhagavad Guita… o del Hamlet, de Shakespeare, pongamos por caso, considerándolo como un legado de la Humanidad… lo guardaría y hasta, incluso, podría ver en esa coincidencia, la oportunidad de leerlo y poder, así, degustar el arte del genial dramaturgo inglés o de acercarse al profundo mensaje místico del Señor Krisna…
Y lo más interesante es que todas las reacciones son legítimas, Todas estas interpretaciones son válidas, ya que son lecturas posibles y viables, aunque distintas, de una misma realidad.
Pero entonces, volviendo al tema central que nos ocupa, si el maestro, como decíamos antes, se encuentra siempre a tu lado… ¡Esperando! ¡Con paciencia infinita! Manteniendo la espera lo que haga falta para que podamos llegar a verle. Entonces… digo, ¿Quién habría de ser, concretamente, mi maestro…?
¿Quién es el que está siempre junto a mí… esperando a que abra los ojos… y lo vea…? ¿Será fulano…? ¿Será Don Mengano…? ¿Quién será aquel que se encuentra siempre a mi lado…? ¡Tan cerca de mí…! ¡A mi alrededor…!
¿Quién es el que está siempre junto a mí… esperando a que abra los ojos… y lo vea…? ¿Será fulano…? ¿Será Don Mengano…? ¿Quién será aquel que se encuentra siempre a mi lado…? ¡Tan cerca de mí…! ¡A mi alrededor…!
Tan sólo hay una respuesta segura… ¡Infalible! Quién está ahí fuera siempre…en todo momento… sin abandonarme jamás… Interrogándome… Provocándome… Mostrándome… Enseñándome… Castigándome… Premiándome… Sacudiéndome… Espabilándome… Acunándome… Acariciándome… Desgarrándome… Permitiéndome… no es otro que… EL MUNDO…
En efecto. ¡Sí! ¡El Mundo! El mundo, que tal como el último y definitivo arcano de las cartas del Tarot lo representan, es el gran Bailarín, andrógino y arquetípico, que con su baile sin fin nos está mostrando, enseñando... a bailar... la vertiginosa danza de la Vida.
¡Mi Maestro…! ¡Tu maestro…! ¡EL MAESTRO… MUNDO!
Efectivamente el mundo es durante mucho tiempo nuestro inefable maestro externo. Primero a partir de duras experiencias que nos obligan a cambiar o nos siguen haciendo infelices. Despues, si conseguimos movernos entre la selva del karma y estamos atentos a las sincronicidades, es posible que podamos obtener valiosas lecciones de las personas que nos rodean y con las que entramos en contacto. Si afortunadamente seguimos progresando por este camino,y si conseguimos estar suficientemente silenciosos ( como decias en tu anterior entrada) seremos capaces de ver las sincronias que nos guian y si persistimos en nuestro silencio se nos revelará el gran maestro que es nuestro ser interior, el alma, el angel solar, etc que es el que nos cogerá de la mano y nos llevará al centro del corazón donde sentiremos la ardiente voluntad de Dios. Que así pueda ser es mi deseo.
ResponderEliminarTu comentario, Xavi, es como la Gran Síntesis.
ResponderEliminarPuede ser que la nomenclatura de nuestros discursos respectivos sean distintas, y dónde tu dices "karma" yo pueda decir "memorias libres" o "vivencias sin integrar", que son lo que en psicológía clásica se suele conocer como "traumas" y "complejos". Tal vez, cuando tú hables de tu "Angel Solar" yo refiera conceptos como "la Intuición del Ser" o, incluso, "la Llamada Interior", (¿podría ser?), pues en cuanto a conceptos de nivel transpersonal no suelo usar, por lo general, referencias de doctrinas metafísicas establecidas, sino que, más bien, elijo espontáneamente las palabras que me sugieren mis propias vivencias o emergencias internas experimentadas.
Al fin de cuentas, las palabras no dejan de ser signos, recursos simbólicos para sugerir una dirección, un camino hacia la Verdad, como "el dedo que señala la luna", pues la Verdad, en sí, es incomunicable e inefable ("el Tao que puede ser nombrado deja de ser el verdadero Tao")
Pero veo y celebro que nuestros enfoques puedan ser tan compatibles.
Un abrazo.