lunes, 31 de diciembre de 2012

¿Esperando los Reyes Magos?


                       

         La pasada semana, en todas las partes del mundo de cultura con influencia cristiana, se ha celebrado la Navidad. Y con ella, la gente ha estado esperando la llegada de Papa Noel. En especial, los niños, con toda la tremenda ilusión que conlleva el que el mágico personaje del trineo volador haya leído nuestra carta y accedido a nuestros deseos.

         En España, parece que no tenemos suficiente con ese afectuoso ritual de Santa Claus, sino que, además, seguimos esperando a los tres Reyes Magos. Costumbre de rancio abolengo,  pues se viene celebrando desde el siglo V, mientras que el Noël-Santa Claus consiste en una versión yanqui de San Nicolás, importada por los emigrantes holandeses del siglo XIX, y posteriormente maquillada por la marca Coca-cola.



         En fin, que en la noche del 5 de enero, todos esperamos que, al menos, nuestro “Rey favorito” se haya leído nuestra carta de los deseos y acceda a satisfacer nuestras demandas, siempre que hayamos declarado, ¡eso sí!, que nos hemos portado muy bien durante todo el año anterior…

         Descubrir la “verdad” sobre Noel o Los Magos de Oriente representa una de las primeras y grandes decepciones de nuestra vida. Tanto es así que ha venido a considerarse como la “Pérdida de la Inocencia”...




        Por mi parte, yo recuerdo con aguda precisión como una noche de Reyes, cuando tenía cinco años, mientras buscaba unos zapatos con el fin de ponerlos en el balcón y que fueran rellanados de golosinas por los pajes de los Reyes… encontré  los juguetes que había pedido y escrito, con titubeante letra de redondilla, en la que era mi primera carta (aprendí a escribir de forma precoz). ¡Allí estaban todos: guardados y empaquetados, dentro de un armario!

         ¡Aquello me dejó perplejo! Empecé a gritar de pura excitación, pero mis padres se apresuraron a mandarme a callar, diciéndome que los Reyes deberían estar ya por el edificio, lo que explicaría que los juguetes estuvieran, ya, en el armario… y que estaban esperando a que yo me quedara dormido para sacarlos y “montar la parada”. Con lo cual, aprovecharon para enviarme a la cama sin más demora.

         De esta forma, mis padres salieron del apuro como pudieron… pero a mí se me quedó instalada la sombra de una duda… Así, que al año siguiente, me prometí a mí mismo que no me dormiría, sino que me haría el dormido… ¡si fuera preciso, durante toda la noche! ¡Y yo podía ser muy testarudo…! Así fue como pude develar todo el “misterio” con mis propios ojos, pues papá y mamá no se hicieron esperar demasiado y tampoco fueron en exceso silenciosos: antes de medianoche se pusieron a colocar, torpemente, los paquetes de regalos junto a la ventana de mi habitación que, al estar en penumbras, provocaba que fueran tropezando una y otra vez, y, con ello, el que fuesen rechistando entre ellos.


         Incluso me hice “el tonto” el siguiente año, para no quitarles a ellos la ilusión… pero cuando tuve ocho años, les dije que me dieran el dinero y me fui directamente a la juguetería del barrio y me compré un juego de mémory y el acordeón de la orquesta do-re-mí...

         Y es que las personas solemos vivir, en cierta manera, esperando siempre a que lleguen los Reyes Magos. Es como una especie de presentimiento secreto de todo el mundo. Cada uno a su manera, aunque sea de forma vaga o imprecisa, suele caer en una “actitud de espera” como posición existencial ante la vida. Precisamente, Erik Berne  utilizó irónicamente la expresión: “Esperando a Santa Claus”, para denominar a esa posición característica de ir tirando, sin pena ni gloria, por la vida, en espera de que algún día llegue un hipotético acontecimiento liberador… pero que al final no consiste en otra cosa, en palabras del propio Berne, que en la “jubilación”, o en la “menopausia”

         Pero “Esperando a Santa Claus” parece ser que nos mantiene, hasta cierto punto, esperanzados y, a la vez, sugestionados, mientras tanto va transcurriendo la vida... Pues “la vida es lo que nos sucede mientras vamos pensando en otros planes”, nos recordaba John Lennon… Y así,  la existencia va pasando ante nuestros hipnotizados ojos... que siguen esperando y esperando... ¡Nos cuesta tanto descubrir y aceptar, de verdad,  que los Reyes Magos no existen…!



       Aunque, tal vez, el día de Navidad sí que habían regalos junto al Árbol... pero no los había dejado ahí ningún Papá Noel. ¡Tal vez  sí que podamos volver a hacer mágico el día de Navidad... o el de Reyes… o cualquier día…! Pero habremos de asumir que hemos de ser nosotros mismos quienes habremos de colaborar con la magia, para que ésta pueda manifestarse.


Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-     
 T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com 

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