viernes, 20 de abril de 2012

Epílogo (2ª. parte): "La Mentira de la Verdad."

        

            Lejos de hacer una apología de la mentira, lo que sí he tratado de evidenciar, en estos últimos cinco artículos del Blog, es la necesidad de una gestión equilibrada del uso de la verdad, en la sociedad humana, donde verdad y mentira coexisten y conviven indisociablemente.



            Se entiende a la mentira como una estrategia de comunicación ocultadora y tergiversadora de lo real, pero en la cuál habríamos de valorar, principalmente, la intención tergiversadora, como diría Derrida, así como el nivel o grado de tergiversación infligido, antes de descalificarla tan autoritariamente desde los estrictos púlpitos de la Moral. Pues con un juicio riguroso, hasta el tacto de las relaciones humanas, en última instancia, sería equiparado al mentir.

            No hace falta caer en la llamada Demagogia de las palabras honorables para reconocer la importancia de los mitos en la historia de la humanidad. Fue Platón quién hizo referencia, en su célebre obra “La República”, a la “mentira noble”. La cual no consistiría en otra cosa que en el uso de un mito, con la finalidad de preservar la armonía social (ése es exactamente el mensaje que pretende transmitir la película reciente de Batman: “El caballero oscuro”)



            En esta misma línea, podríamos incluir la abigarrada mitología de los pueblos, que conforman el ideario colectivo de sus culturas, las cuales suelen estar plagadas de referencias a héroes legendarios, proezas inspiradoras y personajes fabulosos.



            También habríamos de considerar, en la misma línea, al contenido mítico de las religiones, basado, esencialmente, en la personificación de arquetipos simbólicos. Con todo ello, lo que se estaría haciendo es tratar de transmitir mensajes válidos de una gran profundidad de conciencia, pero expresados a través de supuestas anécdotas históricas. De tal manera, podrían ser asimiladas por un nivel mental concreto, menos evolucionado.

            También, el reconocidísimo antropólogo Levi Strauss, hablaba de las creencias necesarias, como pueden ser las leyendas edificantes y los mitos poéticos, los cuales, aunque falsos en el sentido histórico, pueden tener una inmensa utilidad por lo que llegan a transmitir a nivel simbólico.





            Algunos dicen, siguiendo el popular refrán, que “cuando el río suena… agua lleva”, aunque tal vez quien  llegara a expresar mejor el trasfondo de toda esta idea fuera Eugene O’Neill, con su frase: “Si se despedaza una mentira, los pedazos son la verdad”.

            Y bien, como lo prometido es deuda, voy a finalizar, de verdad, esta saga de artículos, con un cuento sufí: “La Mentira de la Verdad.” Así que allá va:

            Un joven intrépido escuchó decir que la Verdad era la más hermosa de las doncellas, que el afortunado que  la encontrara quedaría extasiado y satisfecho para siempre. Inflamado por el anhelo de hallar semejante belleza, decidió consagrar su vida a la búsqueda de la Verdad.

            Inició su exploración por las bibliotecas y los libros de filosofía, pero de nada le sirvió, pues cada uno contradecía al anterior. Continuó su búsqueda sumergiéndose en la religión, pero le ocurrió tres cuartos de lo mismo: cada doctrina pretendía poseer la verdad y cada una refutaba a la otra y, por lo general, de forma violenta.


            Entonces decidió buscarla por sí mismo, aunque para ello tuviera que recorrer toda la Tierra, Y así fue como se hizo peregrino por los caminos del mundo, preguntando de pueblo en pueblo: “¿Conocéis a la Verdad?” Y la respuesta más esperanzadora era: “Dicen que pasó por aquí hace mucho tiempo, pero nadie sabe a dónde fue.”

            Tras recorrer todos los pueblos de todos los países, el joven ya era ahora un hombre maduro, y abandonó su búsqueda en la sociedad humana, para comenzar su interrogación a la Naturaleza. Preguntó, entonces, a los valles y a los ríos… a la montañas y a los bosques… a los árboles… a las flores… si conocían a la Verdad. Y los mares, los peces, los pájaros… cada uno con su lenguaje, le contestaban: “¿La Verdad? Pasó por aquí hace tiempo… ¿Quién sabe donde estará ahora…?


            El hombre buscador de la Verdad se hizo viejo, más no desistió en su indagación. Paraje tras paraje… escudriñaba en cada rincón del planeta… hasta que llegó a un vasto y árido desierto. A la ardiente arena le preguntó: “¿Sabes tú dónde vive la Verdad?” Y el desierto le respondió: “¡Pues claro! ¡La Verdad está aquí!  ¡La Verdad soy yo!

            Pero el anciano había aprendido mucho en su larguísimo e incansable viaje, y supo reconocer que el desierto le mentía… Así que prosiguió su camino…


            Por fin, consiguió llegar al fin del mundo, donde halló una oscura cueva. Se adentró en el interior de la gruta y encontró que había alguien en sus profundidades. Cuando alcanzó a verla, a la luz de un candil, descubrió a una mujer muy vieja y feísima. El hombre consiguió reconocerla al instante, a pesar de aquella horrible apariencia: era la Verdad.

            “Te he buscado por todo el mundo. He dedicado toda mi vida para encontrarte. ¿Por qué te escondes? ¡Todos te están esperando!”

            La Verdad se mantuvo en silencio.

            El anciano insistió, una y otra vez en su invitación y en sus ruegos, pero la Verdad no le contestó. Después de tres días de insistencias contínuas, el anciano supo que la Verdad no abandonaría su refugio oscuro. Antes de marchar, le formuló su último ruego: “Al menos, confíame un mensaje que pueda llevarme y así poder transmitírselo al mundo de tu parte. Lo llevaré a los océanos, a los lagos y hasta las altas cumbres. A los peces del mar y a las aves del cielo revelaré tu consejo. A las bestias y a los hombres llevaré el mensaje de la Verdad. Así podré decirle a los sabios y hasta a los místicos: “¡Aquí tenéis una palabra auténtica de la Verdad!”

            Entonces, la Verdad levantó su mirada hacia el anciano. La vieja y fea dama, mirándole al fondo de los ojos, pronunció estas palabras: “Ve y diles que soy joven y bella.”

                                                            
                                             ("La Verdad" Lefebvre)


Escrito por: Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona- T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com

2 comentarios:

  1. La veritat, que difícil comprendre aquests posts. Què difícil acceptar-los, sempre pensant que s'ha de dir la veritat, que és la base de la 'noblesa'.

    M'ha agradat molt el conte sufí.

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  2. Es cierto, Tulsa. Todo esto es difícil y paradójico.
    Recordemos aquello que Jesucristo recomendó: "¡Vive en el mundo... pero no le pertenezcas."

    Lo más importante, desde lo psicológico, en el tema de la verdad, es la verdad interior: Trata de ser sincera contigo misma. ¡Sé fiel a tí misma! Lo demás irá viniendo por añadidura.

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