lunes, 7 de octubre de 2013

“Te amo tanto que no te necesito.” (1ª. Parte) (“Ensayos de amor”.)




   Aún sabiendo que tal comparación pueda parecer del todo estrafalaria, me arriesgaré a comenzar diciendo que con el amor pasa un poco lo mismo que con la política. ¿Cuántas veces habremos oído a alguien decir de sí mismo que se consideraba apolítico, y, entonces, su interlocutor le recriminaba que eso era del todo imposible…? Pues resulta harto popular el reconocer que nuestra propia condición de ser social, de alguien que convive en comunidad y participa  de una sociedad organizada, hace que cualquier conducta, cualquier intervención que realicemos, por activa o por pasiva, represente una interacción con nuestro medio y, por tanto, no puede escapar de ser, en cualquier caso, también una acción política.


¿Y que tendrá que ver todo eso con el amor? Tal vez, de buenas a primeras, no se vea claramente el paralelismo, por lo que intentaré explicarme a fin de que se pueda contemplar con más facilidad la equivalencia.

Pues bien: la cosa va de que igualmente, al menos un servidor,  se ha encontrado, en no pocas ocasiones, con quienes  también manifiestan declaraciones del tipo: “Yo no creo en el amor.” E incluso con quienes decretan con contundencia que “el amor no existe.” Cuando esto sucede, se me da por construir mentalmente verdaderas metáforas surrealistas, una de mis favoritas consiste en imaginarme  a una ola marina. Sí, una antropomorfa  ola despistada que se pusiera a gritar, una ola perdida y sobérbica que gritase a los cuatro vientos: “¡Yo no creo en el Oceano!” E incluso: “¡No existe ningún mar..!”




En cambio, por mi parte, no sólo no diré yo que no existe el Amor, sino que me atreveré a exclamar que es, precisamente, lo único que existe en realidad. Que el amor lo impregna todo y, a la vez, que todo pretende llevarnos hacia él. Ya sé que es una paradoja múltiple. Tal vez ahora se vea más claro el paralelismo con la otra paradoja de  lo  “político” en lo “apolítico”. El propio título que le he dado al post ya es una profunda paradoja, pero así son las cosas reales de la vida y es por eso que hemos de esforzarnos de lo lindo para comprender…

Para acabar de liar las cosas un poquito más, recordaré ahora que en nombre del amor, se cometen  las más grandes aberraciones y también que, en demasiadas ocasiones, se considera amor lo que se encuentra, en realidad,  en el otro extremo del espectro, lo cual no es otra cosa que el miedo.


Después de tanto galimatías, comencemos ya a ordenar el tema y a intentar aclararnos. Para ello, podríamos decir que todo lo que hacemos son ensayos de amor. Durante toda la vida no hacemos otra cosa que ensayar con el amor. A lo que dedicamos nuestra existencia es a desarrollar nuestra capacidad de amar. Lo que ocurre es que hay muchísimas etapas. ¡Existen tantos  niveles! Desde el aislamiento de supervivencia ultradefensiva, a las peticiones desesperadas, del amor a sí mismo a la apertura hacia los demás, del amor posesivo, exclusivo y particular, al amor inclusivo, extensivo e incondicional… ¡Ensayos de amor! ¡Niveles de amor!

Cuando los niveles son muy bajos, entonces hablamos de crueldad, de egoísmos, de odio… Igual que cuando falta luz decimos que “hay” oscuridad… ¡Pero, en realidad, nunca “HAY” oscuridad…! ¡En ese caso… lo que no HAY es luz!  Es decir: Lo único que existe es la luz, no la oscuridad. Puede que nos encontremos donde haya más luz o menos luz… mucha, poca, poquísima luz… Decimos “oscuridad” a la ausencia o escasez de luz, no porque haya “algo” que “sea” la oscuridad…


De la misma manera sucede con el Amor: cuando hay mucho amor, entonces también hay “luz”,  pues hay alegría, fluidez, libertad, felicidad… En cambio, cuando hay poco amor todo se vuelve opaco, grave, espeso, prisionero, desgraciado… “oscuro”.

Así pues, para hacer una clasificación rápida que lo resuma todo, diría que los actos humanos sólo pueden ser de dos tipos: o donación de amor… o petición de amor. El amor, como el alimento (o el dinero), cuando sobra, se da (o al menos se puede dar), pero cuando falta, se busca, se pide, se reclama. Y cuando la carencia es extrema… entonces se acaba por robar. 


Mirado así, desde  una perspectiva profunda, todo ataque es una reacción desesperada que, en el fondo, representa una petición de ayuda, una petición violenta de amor. Un rapto de amor.

Todo ataque emana de una sensación de impotencia que ha llegado a saturarse. Se ataca porque se siente hartazgo de tanto miedo y se quiere salir, como sea, de ese horror. Es una súplica de amor... desde el dolor.




¡Se necesita salir del miedo! Y el miedo no es más… que una sensación de carencia de amor.

Al amor, popularmente se le suele contraponer el “odio” como su antónimo, igual que se suele considerar a la “oscuridad” como la oponente de la luz, sin darse cuenta de que no existe “tal cosa que sea oscuridad”, sino solamente luz, en mayor o menor presencia. De la misma forma, podemos afirmar que sólo existe el Amor, que, según las circunstancias, se puede manifestar en mayor o menor intensidad. En su ausencia, se experimenta el Miedo. El miedo representa, pues, una auténtica súplica de amor, ante una sensación de amenaza profunda de pérdida y desamparo. El miedo es el amor bloqueado.

Entre el amor y el miedo anda el juego…


                                         (Continuará en el siguiente post.)

Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-      T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com 





4 comentarios:

  1. Gracias Lauren. Muy buena entrada, que me da para reflexionar sobre acontecimientos vividos. No solo a mi, a todos, ya que en ello estamos.
    Me la prestas para mi blog ? :)
    Un saludo.

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  2. Muy interesante post. Creo que en Curso de Milagros también se enfoca el tema de la interacción humana en cuanto a dar o recibir amor lo que puede resultar muy iluminador y explicativo de lo que sucede en el mundo-. Marianne Williamson dice que el equivalente interno del O2 que necesitamos para respirar es el amor que necesitamos para vivir ( la vida del alma). Sin Él estaríamos muertos. Dios tiene una triple manifestación en forma de propósito, amor e inteligencia por tanto desde este punto de vista todo está impregnado dela fuerza cohesiva del amor. Para ser más claros, la manifestación más física del amor es la fuerza de gravedad que mantiene unido al hombre con la tierra, la tierra con el sol y el sol con el universo.

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  3. Primero, gracias Maia-María por tus elogios. Me alegro al saber que te ha gustado.
    Lo del "préstamo" no se si es broma o va en serio, pero, en cualquier caso, la Red es para compartir, ¡esa es su grandeza! Y compartir contigo es un honor.

    Por tu parte, Xavi, me reconforta descubrir las confluencias entre mis introspecciones psicológicas y tus explicaciones metafísicas. Eso nos acerca y nos pone en la dirección de encontrarnos en la Unidad.
    Gracias a los dos por seguirme.

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  4. He comenzado mi lectura recomendada :-) Gracias!!

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