lunes, 21 de octubre de 2013

“Te amo tanto que no te necesito” (2ª. Parte). (“Despistar el miedo.”)




            Todo lo que hacemos en la vida son “ensayos de amor”, comentaba en la 1ª. parte de este post. Sé que tal propuesta podría parecerles una consideración disparatada, y más a tenor de la abundancia de abusos, injusticias, guerras y demás horrores que impúdicamente  exhibe nuestro mundo… Aún así, insisto: cualquier acto que se realice representa, en alguna medida, un ensayo de amor....Pero lo primero que hemos de tener en cuenta es que los ensayos… no siempre salen bien, y, desde luego, menos aún cuando todavía no se domina el oficio. Todo lo contrario: para conseguir la excelencia en cualquier arte es preciso entregarse a fondo y atravesar con perseverancia un largo proceso de ensayo-error. Y para el caso del Amor, no se iba a ser menos, aún más tratándose de la madre de todas las artes… de la más grande de todas las maestrías.


            El amor es la Esencia de todo… y lo que le da sentido a todo. Y tras él vamos todos… en su búsqueda. Una búsqueda desesperada, sedientos de amor. Una sed de amor, que en su extremo se manifiesta como un miedo atroz que nos paraliza. “Entre el amor y el miedo… anda el juego”, escribía en la  frase final del artículo.

            ¿Amar es dar…  o recibir…? ¿o dar y recibir…? Volvemos de nuevo al largo proceso de aprendizaje: De entrada el infante necesita recibir de forma incondicional para su propia supervivencia. Y no sólo alimento, sino cuidados y afecto. En la segunda infancia irá comenzando a descubrir la importancia del intercambio y, si todo ha ido bien, hacia los seis años irá saliendo de su egocentrismo fundamental e irá  descubriendo, paulatinamente, la existencia de otros puntos de vista… la existencia emocional del “otro”.




            Al llegar la pubertad, cobra una fuerza imparable el impulso de búsqueda amorosa a través de lo sexual, de lo erótico, de lo romántico  en la persona del “otro”, en la pareja. Un amor particular y exclusivo que aún tantea, entre las tinieblas del miedo, una ilusión de amor basada en la necesidad psicológica de sentirse considerado como “especial”. Busca la “unión”, sí, que es la esencia profunda del amor (la unidad), pero lo suele hacer todavía de  una forma exclusiva y posesiva.


            En el amor romántico y exclusivo  se busca a quien parezca que posea ese “yo ideal” que uno desea a toda costa, para poder sentirse  más completo. Así, sin darnos cuenta, aún sigue dominando el miedo, pues este tipo de relación sigue alimentando la convicción en la propia carencia, en la propia dependencia compulsiva, en la propia pequeñez. “Ella es la estrella que alumbra mi ser, yo sin su amor no soy nada…",  cantaba el célebre bolero. Este ensayo de amor representa, todavía, un mendigar afuera lo que no se ha conseguido encontrar dentro de uno mismo, que en el fondo es perdón y aceptación. El amor exclusivo y romántico exige, pues, que se nos considere alguien sumamente especial, y de esa forma es como se consigue despistar, temporalmente, nuestro doloroso sentimiento de separación y nuestros profundos complejos de culpabilidad.

             En definitiva: despistar el miedo.

                        (Continuará en el siguiente post.)

Escrito por:Lauren Sangall. Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-      T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com 
            

1 comentario:

  1. Gracias, continúo cogiéndotelo prestado. Hoy pondré todos tus datos, por si alguien desea contactar contigo. :)

    Un fuerte abrazo.

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