lunes, 29 de julio de 2013

“El sentido heroico de la vida” (2ª. parte) (¿Sísifo o Parsifal?)



















En la primera parte de este artículo hacía referencia a algunos “efectos colaterales” que ha venido produciendo la evolución de la sociedad: la llamada “dialéctica del progreso”, la cual va dándose de morros con obstáculos imprevistos, contratiempos, sorpresas y contradicciones.

Es cierto que cada vez se va logrando una tecnología más sofisticada en nuestra vida cotidiana, al abasto de todo el mundo, pero esta extraordinaria abundancia de recursos, en el fondo, no conlleva aparejada un verdadero aumento de satisfacción psicológica, de plenitud y de realización personal. En resumen: ahora vivimos más tiempo y más cómodos pero no somos, necesariamente, más felices.


Una explicación para ello estaría relacionado con nuestro alejamiento de lo profundo, con nuestro olvido de “lo sagrado”. Y es que nuestro rango de “humano” no puede realizarse plenamente si nos reducimos meramente al ámbito de lo físico, de lo material, por más pletórico y colmado que este se nos ofrezca. El ser humano necesita expresarse en lo emocional, en lo mental… y en lo espiritual. La experiencia humana reclama un mundo simbólico donde explayarse y, de esta forma, ir descubriendo un trasfondo sagrado en todo lo aparentemente profano.




Deepak Chopra, pionero de la medicina mente-cuerpo, el “poeta-profeta de la medicina alternativa”, como lo definió la revista Time, escribió la siguiente reflexión: “Dentro de cada ser humano existe un tema expansivo, un molde para una vida heroica, un dios o una diosa embrionarios que desean nacer. Este es nuestro destino, el yo que nos negamos porque la mayoría no somos capaces de ver el campo de potencial ilimitado que está abierto para todos. Este es nuestro mejor yo, el yo que no tiene ego, ese pequeño fragmento de Universo que actúa a través de nosotros para el bien de todos.”



Conectar con el sentimiento heroico de la vida implica el requisito de bucear en nuestro interior y preguntarnos: “¿Quién soy…?” “¿Qué quiero?” “¿Cuál es el propósito de mi existencia?” Hemos de reconocer a los arquetipos con los cuales estamos resonando: los temas perennes que están delineando e imponiendo un modelo de guión a nuestras vidas.



Entre ellos, existen dos personajes míticos que nos ofrecen dos visiones antagónicas de la existencia: Uno es Sísifo, la víctima de lo profano y lo absurdo. El otro es Parsifal: el héroe.

El mito cuenta que Sísifo fue condenado por los dioses a subir un grandísima piedra hasta la cima de una montaña, con la peculiaridad de que al realizar el último esfuerzo, para depositar la pesada roca en la cumbre… Sísifo resbalaba y la piedra caía rodando hasta abajo del todo… para tener que volver a comenzar de nuevo… Esta secuencia habría de repetirse por toda la Eternidad…

En cambio, Parsifal representa al prototipo de héroe inspirado por la realización de una misión transcendente: la búsqueda del Santo Grial.



Tener a estos arquetipos bien presentes, como referentes, nos puede ayudar a conectar con un propósito en nuestras vidas y así llenarlas de sentido.

Habremos de estar atentos por si caemos bajo la influencia del Arquetipo de Sísifo y saber reconocer cuando hayamos entrado en ese bucle existencial que nos iría extenuando. No tanto  por el arduo esfuerzo de la tarea sino por el absurdo, por la futilidad de la misma.

Al mismo tiempo, las referencias al sentimiento heroico de la vida pueden servirnos de ayuda para salirnos cuanto antes de ese asqueo existencial, de esa rutina profana a la que nos encadena Sísifo, e intentar transcenderla con la inspiración de Parsifal, donde la búsqueda del Grial viene a representar a todo aquello por lo que vale la pena luchar y plantar cara al “buen combate” de cada día, encontrando, de esta forma, una voluntad de sentido.



Como escribiría Victor Frankl: ”En realidad, no importa lo que esperamos de la vida, sino, qué espera la vida de nosotros.” Diríamos, pues, que en  la dialéctica hombre-vida, es la vida la que interroga y es el hombre al que le toca responder (justamente lo contrario de lo que vulgarmente se pretende siempre).  Cuando a través de la inquisición del dolor el hombre responde con dignidad, con amor y con servicio, el ser humano encuentra el sentido que yacía oculto en aquella circunstancia y, a través de su elección resiliente le ofrece su respuesta a la Vida, la hace evolucionar y avanzar hacia su transcendencia.

Escrito por:Lauren Sangall Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Premia de Mar -Barcelona-      T. 93 751 63 54      e-mail: laurensangall@gmail.com 

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