viernes, 10 de febrero de 2012

El Rio de la Vida ("Be water, my friend"))




     Hace unos años, una compañía de automóviles de alta gama tuvo la afortunada idea de incorporar en uno de sus anuncios televisivos, un fragmento de la última y célebre entrevista a Bruce Lee, de 1971. Concretamente, aquella secuencia en la que pronuncia sus inmortales palabras: “Be water, my friend…” El discurso completo del carismático maestro de kung fu nos remitía a antiguas enseñanzas taoístas. Traducidas, sus palabras decían lo siguiente: “Vacía tu mente… Libérate de las formas… como el agua. Pon agua en una botella y será la botella. Ponla en una tetera y será la tetera… El agua puede fluir o puede golpear. ¡Se agua, amigo mío!”





Sin embargo, no solemos seguir los sabios consejos del luchador filósofo. No sólo no acostumbramos a vaciar nuestra mente y a liberarnos de las formas, sino que, por lo general, vivimos continuamente dominados por nuestros pensamientos. La mayoría del tiempo permanecemos como hipnotizados por los recuerdos que van apareciendo en nuestra mente, cosa que ocurre sin nuestro control consciente, pues aunque la mayoría de las personas crean que son ellas quienes dirigen, libre y voluntariamente, sus pensamientos, la verdad suele ser diferente: esos pensamientos… sencillamente afloran en nuestra pantalla mental, sin que ejerzamos ningún control sobre su aparición.




Tan sólo, de forma esporádica, intentamos degustar la existencia aferrándonos al presente, al aquí y ahora, como aquel que se esfuerza desesperadamente por salir de un sueño y despertar. Para sentirse en el mundo real… para sentirse vivo.

Sin embargo, llegados a este punto, lo que solemos hacer para que no se nos escape ese momento… es caer en el error de intentar prolongar la acción que se está realizando, tratando, con ello, de prolongar, a su vez, la sensación que se está experimentando. Dicho de otra forma: intentamos eternizar el momento a base de intentar eternizar la acción. 




Como los relojes dilatados de Dalí, que parecen irse derritiendo... intentamos estirar el tiempo... el instante... Derretirse o congelarse... en el fondo, vendría a ser equivalente... pues, también, vendría a ser algo así como quien fuera congelando una imagen de video, dentro de una película, pulsando la tecla de pausa... o rebobinando una y otra vez la escena, en un bucle maníaco y desesperado. (¿Recuerdan aquella película de "Atrapados en el Tiempo"... aquella del Día de la Marmota...? Pues aunque parezca exagerado y absurdo, viene a ser algo parecido) Con todo ello, no estaremos haciendo más que caer en el círculo vicioso de una confusión fatal.




Lo que nos cuesta enormemente captar y descubrir es que la forma real de eternizarse no puede llevarse a cabo si no es a través del propio fluir de la acción (“be water, my friend”), entregándose y fluyendo completamente con la propia acción. Justamente lo contrario a lo que, como decía en el párrafo anterior, estamos tratando de hacer. Es decir: hemos de soltar, en vez de retener.



Cuando renunciamos a retener la acción, cuando renunciamos a retener la sensación… entonces renunciamos, también, a la posesión, y con ella, al pretendido control de las mismas. Entonces… permitimos que “la cosa sea…”, aceptamos que la vida se exprese… fluyendo nosotros con ella.



Es entonces, de esa manera, cuando podremos percibir, sin apego ni aflicción, que el flujo de la vida continua… Y eso nos va llevando a una participación de la existencia, que al irse prolongando, sin interrupciones… (porque en el flujo de la vida no existen las interrupciones como nosotros las solemos entender; en todo caso, de una cosa se salta a otra, continuamente, sin dejar rastro de lo anterior), al irse prolongando, digo, esta participación nuestra se va integrando con el entorno, llevándonos a una conciencia de plenitud.



Es el flujo lo que es eterno. El flujo de la Vida. Incluso el propio rio cambia a cada instante. Lo único que permanece, como diría el mismísimo Buda,  ni siquiera es el rio... sino  el “riar”.

En la Existencia, no existen los sustantivos… tan sólo verbos…


Si retienes el agua… la estancas. La corriente del rio nos obligará a abrir las compuertas, de lo contrario acabará por reventar la presa. Aplicando la metáfora diríamos que pretender retener el momento representa un intento absurdo de estancar la vida, de detenerla. Al igual que el rio, la vida cambia a cada instante. Lo que permanece es el vivir. El vivir si que es un flujo perenne, sin solución de continuidad.



Lo que ocurre, es que aunque creamos que estamos vivos, psicológicamente hablando, no siempre es así. Físicamente sí, desde luego. Vamos sobreviviendo de forma continua… a nivel físico...




...Pero lo que es a nivel psicológico, a nivel profundo, casi nunca estamos en la vida, percibiendo la vida de forma existencial, sino que nos arrastramos por el mundo de forma sonambúlica, mientras que nuestra atención mental vaga errante, atrapada entre un polvoriento archivo de recuerdos y un oscuro laboratorio de fantasías y proyectos.




Por el contrario, resulta un espectáculo magnífico contemplar a los hábiles surfistas cabalgando sobre las grandes olas. Con la fascinante exhibición de sus acrobacias logran aproximarse al sabio taoista Lie Zi, de quien se decía que era capaz de cabalgar el viento.



También el arte de la navegación a vela nos lo puede hacer recordar, viendo a los gráciles veleros deslizarse raudos sobre las espumas del mar, incluso con el viento en proa, aliándose para ello con la “magia” de la Naturaleza...

A diferencia de resistirnos, de rechazar... de elegir... como solemos hacer continuamente, entrar en el espíritu del Tao, lo que se conoce como wu wei, nos permite experimentar y fluir. Es como un actuar sin esfuerzo: esa es la auténtica y sabia Ley del Mínimo Esfuerzo: la forma natural de hacer las cosas. 


Seguir el camino del Tao es un permitir, un “dejar ser”,... un vivir sin interrumpir... el Rio de la Vida.



En contra de lo que pudiera parecer, de buenas a primeras, wu wei no se trata de inactividad... ni de pasividad, sino más bien de espontaneidad... de acuerdo al momento presente, renunciando a la acción calculada y preparada artificiosamente, con anterioridad. El oficio ha de aprenderse, desde luego; la técnica y el talento han de desarrollarse y depurarse al máximo... pero después, la cuestión es entregarse y sumergirse en la inmediatez de la propia acción, olvidando todo interés respecto a los resultados que pudieren derivarse. Es vivir la acción, tal como se está presentando, libre de objetivos.


Así se puede experimentar una identificación plena con la Vida.


Escrito por: Lauren Sangall. Psicólogo Clínico, Psicoterapeuta. Premiá de Mar -Barcelona- Tel.: 937516354  e-mail: laurensangall@gmail.com

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